Mensajero de la esperanza. Javier Díaz Vega (@javiviendo) es psicólogo, esposo, padre de familia. Tiene 35 años. Contactamos con él por Twitter. No podía ser de otra manera. Nos gustaría una charla cara a cara, porque sus ojos y su sonrisa transmiten muchísimo. Pero está débil por la quimioterapia y tiene llagas. Aún así quiere atendernos, saca tiempo aunque no sea presencial. Y nos abre su corazón. Tiene clara su misión:
Su madre se suicidó
Cuando Javier tenía 22 años, su madre se suicidó. Desde hacía mucho tiempo padecía una depresión. Para él fue un ‘terremoto vital’, algo muy duro que le produjo un sentimiento de culpa difícil de soportar. Como una sombra, una amenaza emocional… Hasta que aprendió a perdonar
Cuenta que fue una liberación que le ayudó a estar en paz consigo mismo, con su madre y con Dios. Es su historia, y la relata en un libro, "Entre el Puente y el Río. Una mirada de misericordia ante el suicidio". Se decidió a escribirlo para romper tabús y ayudar a miles de personas que viven una situación similiar. Pero también para lanzar un mensaje social sobre la necesidad de tomar medidas políticas de prevención.
“Como cuento en mi libro, gracias a Dios prácticamente desde el primer día me ayudaron a saber lo que dice la Iglesia expresamente acerca del suicidio. Y esto es algo que sin duda me ayudó a vivir ese dolor y luchar contra el sentimiento de culpa. El caso de mi madre, con una depresión que claramente estaba trastocando su voluntad, nos hizo rezar con fuerza por su alma, descubriendo que solo Dios conoce verdaderamente el corazón de mi madre y reconociendo que su misericordia es eterna y capaz de abrirse camino para abrazarla.”
El cáncer
Su hijo acababa de cumplir 8 meses. Disfrutaba enormemente de la paternidad cuando a Javier le llegó otra mala noticia. El diagnóstico. Linfoma. “Fue un jarro de agua fría, dado que era un segundo proceso cancerígeno en menos de un año y vino con una fractura de brazo, una operación y un proceso de rehabilitación. Fueron momentos donde todas las seguridades humanas se caen y los planes desaparecen, quedando solo el día a día y la confianza en Dios y en los médicos. Gracias a eso y tras casi 7 meses, el brazo está casi recuperado y el tratamiento de quimioterapia cumplido. Los resultados a mitad del mismo fueron muy buenos y ahora estamos en la espera de confirmarlos con nuevas pruebas”.
Y su derivada. No poder coger en brazos a su hijo. Estar alejado de él, en el hospital, la incertidumbre… Se apoya en sus seres queridos, en quienes le rodean, y en su comunidad tuitera. No les engaña. Les habla del dolor, de que hay días buenos con fuerza para afrontar lo que venga, y otros días mucho más complicados.
Su comunidad en Twitter
“Para mí ha resultado ser un "colchón" precioso donde poder sentirse acompañado en las cosas buenas y malas que uno vive”, cuenta Javier sobre sus seguidores. Sabe de los defectos de Twitter, de los peligros de este espacio donde muchos pueden esconderse tras el anonimato. Entiende que hay gente crítica, pero ha comprobado que allí puede contar las cosas como las vive con naturalidad. Y que su mensaje hace falta. Lo que recibe a cambio, le enriquece.
La gracia de ver a Dios en el dolor
Impresionados por sus respuestas, por su naturalidad al hablar de los episodios tan duros de su vida, le preguntamos ¿cómo ver a Dios en el dolor? Su respuesta, como sus tuits, dan en la diana:
La esperanza
Y lo acompaña siempre de la esperanza. La que ve en la Virgen María, la que encuentra cada día al rezar el Rosario. “Vivir en esperanza implica un modo de caminar asumiendo las pequeñas y grandes ayudas que uno tiene, que dan también motivos para no bajar la guardia, para mantener la alegría y no dejarse arrastrar como la familia o la comunidad en la Iglesia”.
El falso mensaje del éxito
La sociedad, la publicidad, la televisión, las redes sociales acaban vendiendo cuán importante es tener éxito en la vida, sentirse bien, feliz, el ‘buen rollo’. Pero la realidad siempre se impone. Por eso, el mensaje de Javiviendo cala tan profundo. Porque rompe esa idea y nos presenta la vida como es. El sufrimiento siempre aparece. Lo que cambia es la forma de afrontarlo.
Para Javier, ese mensaje que se lanza “es peligroso porque al final cuando el fracaso o el sufrimiento llega no se sabe gestionar, se huye de ello. Lo vemos cada vez más en muchos jóvenes que no miran su propia vida con esperanza, en gente que solo ve dificultades o que se enrosca en la búsqueda de bienestar y alegría aunque esta sea una máscara. Me preocupa especialmente ver ese "buenrollismo" en la iglesia, no podemos convertir a Jesús en una especie de coach ni apartar la cruz. Hay que hablar de la cruz y de Cristo resucitado que da sentido a nuestra alegría y también a nuestro sufrimiento”.
Educado, Javier se despide de nosotros. Con la misma naturalidad con la que comenzó a atendernos. Nos ha hablado de su vida, de su historia, con tanta autenticidad que sentimos en él, con sólo un rato de charla, un amigo. Lo mismo que sus seguidores en Twitter. Ya somos de su comunidad.