La violencia y el acoso contra las mujeres no es, por desgracia, fruto de la modernidad.
Durante siglos se han encontrado ejemplos de acciones contra las mujeres realizadas por hombres de cualquier clase social. María Coronel fue, sin quererlo, objeto de deseo de un rey que la buscó sin descanso dispuesto a conseguir su cometido.
Ese rey fue Pedro I, llamado el Cruel o el Justiciero, dependiendo las crónicas afines o contrarias a su persona. Un rey que protagonizó junto a su hermano una de las luchas fratricidas más conocidas de la Edad Media en España.
Antes de que dicha trifulca empezara, María Coronel vivía relativamente ajena a los entresijos de palacio, aunque su familia estaba vinculada a la corte.
Hija de Alfonso Fernández Coronel y Elvira Alonso de Biedma, había nacido alrededor de 1334. Su padre era alguacil mayor de Sevilla y pertenecía al consejo privado del entonces rey Alfonso XI.
Tanto María como sus dos hermanas vivieron en un entorno privilegiado y recibieron una refinada educación cortesana. Ella, Aldonza y Mayor se casaron con hombres de alta alcurnia, en matrimonios concertados como era habitual en su época y su linaje. El elegido para María fue Juan de la Cerda, descendiente del rey Fernando III el Santo.
La vida tranquila que disfrutaba la familia Coronel se vio truncada en la primavera de 1350 con la muerte del rey. Uno de sus hijos subía al trono como Pedro I. Empezaba entonces un largo litigio entre él y sus hermanastros. Las facciones que se crearon alrededor de unos y otros implicaron a todos los nobles y aristócratas cercanos a la corte.
La familia de María, posicionada contra el rey Pedro I, sufrió las más terribles consecuencias. En 1353, su padre era ejecutado; la misma suerte seguiría cuatro años después su marido, Juan de la Cerda.
María Coronel se encontró de repente en una complicada situación que empeoró cuando el hombre que había mandado ejecutar a sus seres más queridos pretendió hacerse con ella.
Primero huyó a una ermita y posteriormente se refugió en el convento de Santa Clara de Sevilla. Pedro I, obsesionado con su belleza, la persiguió sin descanso. Allí, las hermanas consiguieron esconderla en una zanja tapada con tablas y tierra sobre la que, según cuenta la leyenda, crecieron rápidamente hierbas silvestres que ayudaron a ocultar el escondite.
Dispuesto a no dejarse engatusar por una mujer, el rey continuó acudiendo al convento para encontrarla. En una de esas ocasiones, el rey consiguió sorprenderla en una de las estancias conventuales. María intentó zafarse de él, pero al llegar a las cocinas se sintió acorralada.
Sin pensarlo dos veces, y antes de que el rey abusara de ella allí mismo o se la llevara con él, cogió un cazo de aceite hirviendo y se lo lanzó sobre su cuerpo. Lejos de asistirla, asqueado al ver la deformidad de su rostro, la dejó ahí tirada y se olvidó de ella.
El 14 de marzo de 1369, en la conocida como Batalla de Montiel, Enrique derrotaba a su hermano Pedro y se hacía con el trono. El nuevo rey, Enrique II, devolvió a todos aquellos que le habían apoyado los bienes que les habían sido incautados. María Coronel estaba entre los beneficiados por esta política real.
Tras recuperar sus bienes, decidió erigir un monasterio en el solar en el que había estado una de las propiedades de sus padres. A las religiosas clarisas que en él se instalaron donó parte de sus posesiones para que pudieran vivir holgadamente.
Ella también se trasladó a vivir con ellas, donde profesó como religiosa y ejerció como primera madre abadesa, en el que se conoció desde entonces como Real Monasterio de Santa Clara donde viviría piadosamente hasta el final de sus días.
Se desconoce la fecha exacta de su muerte pero la tradición la sitúa el 2 de diciembre de 1411. Años después, a mediados del siglo XVII, unas reformas en el coro de la iglesia donde había sido enterrada descubrieron el cuerpo incorrupto de María Coronel.
Desde entonces, cada 2 de diciembre, su cuerpo se expone y es venerado con gran devoción por los fieles que acuden a observar los restos mortales marcados por las heridas que ella misma que provocó para huir del acoso del rey.