En la liturgia de la santa misa posterior a la reforma del último concilio, se conservó el gesto de golpearse el pecho en el acto de penitencia en forma de la llamada "Confesión universal". Cuando decimos: "Mi culpa, mi culpa, mi gran culpa".
El sacerdote se golpea el pecho (pero sólo una vez) también durante la recitación de la Primera Plegaria Eucarística (el llamado Canon Romano).
En la misa celebrada en la forma extraordinaria del Rito Romano (coloquialmente, pero no siempre correctamente, llamado "Rito Antiguo" o "Misa Tridentina"), había muchos más elementos penitenciales, tanto oraciones como gestos.
Los tres golpes de pecho eran acompañados también por el rezo del sacerdote de la fórmula "Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo...".
Las palabras de esta oración debían ser pronunciadas por el sacerdote intellegebili voce (en voz comprensible). Por eso los fieles que participaban en la misa naturalmente se unían a esta oración de manera natural, imitando los gestos del celebrante.
Las prescripciones litúrgicas de hoy no dicen nada sobre el golpe de pecho en este momento de la misa. ¿Debe hacerse esto entonces?
Signo bíblico de humildad y penitencia
Si se hace, que sea conscientemente: comprendiendo correctamente este gesto, de origen bíblico, como signo de humildad y penitencia.
El Evangelio de Lucas habla de un publicano que no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: "Oh, Dios, ten compasión de mí, que soy un pecador".
Y también de las gentes que al ver la muerte de Cristo "se volvieron golpeándose el pecho" (Lc 23, 48).
En el Antiguo Testamento, el profeta Ezequiel pone en nombre de Yahvé esta indicación al pueblo que ha sido infiel:
¿Golpearse o no golpearse el pecho en misa?
Se podría considerar el golpe de pecho durante el canto/rezo del "Cordero de Dios..." como un gesto de piedad personal, que ayuda al creyente concreto que lo realiza a vivir subjetivamente mejor la liturgia.
Esto, sin embargo, plantea una pregunta: ¿la liturgia (literalmente: obra/acción del pueblo) deja espacio para gestos de piedad personal?
¿O más bien, por su naturaleza, exige ante todo la unidad con todo el pueblo, también en términos de gestos y signos?
Para no "hacer aumentar" este problema a dimensiones innecesarias, vale la pena recordar algo. Ciertamente, ningún gesto litúrgico debe realizarse nunca con un sentido de superioridad hacia los demás participantes de la liturgia (incluso si fuera dictado por el más sincero celo en la adoración de Dios).
Entonces, en lugar de ser un gesto verdaderamente piadoso, que nos acerque a Dios y nos ayude a entrar en comunión con Él, se convierte en un gesto literalmente más sectario. Es decir, nos separara de Dios. Dios que, al fin y al cabo, se nos comunica en la comunidad del Pueblo llamado Iglesia.