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Familias misioneras Km0: cambiar el mundo permaneciendo en la parroquia

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Annalisa Teggi - publicado el 04/05/22
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Mantienen su trabajo y llevan una vida normal, pero viviendo en la parroquia. Son familias que deciden llevar a Cristo hasta los confines del mundo, es decir, a los que están muy cerca, pero perdidos

Dices “misión” y piensas en valerosos campeones de la fe que van a lugares remotos, en los confines del mundo. Sin embargo, los confines del mundo están aquí, donde parece que un saludo entre vecinos es un esfuerzo digno de Hércules o la gente se ignora mutuamente esperando a los niños a la salida de la escuela. Perdidos sin ir muy lejos, entre los vecinos y la vida...

De misión en su propia casa

La misión de Kilómetro 0 es una visión preciosa dentro de la Iglesia. Lo supe leyendo la hermosa contribución de Elisa Calessi en Mujeres Iglesia Mundo de abril.

En ella relata la experiencia de muchas familias que eligen vivir en la parroquia para apoyar al sacerdote y enriquecer la experiencia de fe y comunidad.

Fui a curiosear el lugar de las experiencias de estas familias misioneras de Km0. Se presentan así:

Hoy hago una rápida incursión en la aventura de estas familias, proponiéndome luego hacer lo que ellas dicen, ir a llamar a sus puertas, compartir otros testimonios, sorpresas descubiertas de sus propias voces.

Una iglesia vecina, plural, fraterna

Son familias normales, que hacen su vida normal, compuesta de trabajo e hijos. Simplemente se han mudado a la parroquia.

Se trata de una hipótesis misionera presente sobre todo en la diócesis de Milán, pero que también se está extendiendo a otras ciudades. Así lo resume Elisa Calessi:

¿Por qué una misión así?

 ¿Pero por qué? El impulso inicial de esta verdadera vocación provino de algunas familias que regresaban de misiones en el extranjero.

La hipótesis era la de vivir la misma fraternidad incluso en sus mismas casas.

La conversión no concierne sólo a los pueblos alejados de la fe cristiana, sino a cada uno de nosotros, incluidos fieles y practicantes.

La presencia de estas familias no es una invasión de campo respecto a la tarea del sacerdote. Es un trabajo en equipo para llevar a todos el rostro de una Iglesia que es casa (con ruido de platos y risas y lágrimas de bajo fondo).

El Km0 es una forma virtuosa de valorar el territorio, vale para la agricultura y vale para las personas. Hace florecer las presencias.

Que una parroquia se pueda asociar al rostro acogedor y amigable de la madre, el padre y los hijos puede ser motivo de curiosidad y acercamiento para muchos.

Superados ciertos prejuicios sobre la austeridad del mundo eclesiástico, llegamos a la - ¡maravillosa! - “pastoral del café”.

En Caná, con Zaqueo, junto con Marta y María, los momentos y lugares predilectos de Jesús para cambiar el corazón del hombre eran domésticos y amigables.

Dios cambia el mundo ofreciendo un trozo de pan, lavando los pies, ofreciendo vino. Haciendo lo que hace todo padre y madre, y llenándolo del sentido eterno por la cual cada uno de nosotros preside un lugar pequeño y normal.

Preparar un verdadero encuentro con Dios

Adentrarse en las historias de estas familias desvela ante sus ojos pequeñas escenas de caridad ordinaria, fecundas como la fina lluvia que baña profundamente los campos.

Prestamos mucha atención a las tormentas ruidosas, que pasan rápidamente. Pero lo que la tierra necesita es una lluvia silenciosa, un amor derramado día a día en los que están cerca (y sin embargo se sienten lejos de cualquier forma de acogida, de esperanza, de consuelo).

Numerosos testimonios se recogen en el sitio de Familias Misioneras en el km0. Me llamó la atención la historia de la familia de Sara y Max que viven en la parroquia de Sant’Antonio Maria Zaccaria en Milán:

Antídoto contra la violencia

Se debe saber que esta realidad existe. Mientras me sumergía en la historia de Sara y Max, pensé en nuestros periódicos, en los que hay siempre noticias de tragedias familiares.

Asesinatos, suicidios, peleas, traiciones, estos son ahora los temas relacionados con la familia en el pensamiento común.

Pero el antídoto ya está plantado en el tejido de la vida, aunque no haga tanto ruido como una historia criminal, pero está bien.

La familia puede cuidar de la familia: estas pequeñas iglesias domésticas que dejan la puerta abierta, que ofrecen un café en el umbral y escuchan son el signo indudable de que Dios confía y alienta a 'sus obreros'.

La alternativa a la desesperación de las masas es precisamente una esperanza en el patio, encontrada en los sagrarios, por la voz materna y paterna.

WOMAN, SHADOW, HOUSE

El cura no es un soltero

¿Y qué dice el cura? ¿Qué pasa con su papel cuando una unidad familiar “invade su reino”?

Una primera respuesta puede ser simplemente técnica. Sabemos que hay pocos párrocos con respecto a la necesidad real, y los que están, están cargados de deberes mastodónticos.

A menudo se confían varias iglesias a una sola figura sacerdotal, que no puede seguir con la dedicación que le gustaría.

Los misioneros de Km0 son, por lo tanto, también aliados del sacerdote en el acompañamiento de los barrios, o porciones de territorios que de otro modo estarían desprotegidos.

Pero esta es sólo una respuesta parcial. La obra de Dios no se limita a roles y cargos, siempre pone en el centro el destino de las almas.

Y es hermoso el testimonio que ofrece un párroco, quien asegura haber cambiado gracias a la compañía de una familia en su iglesia.

Incluso para un sacerdote, vivir con una familia es una experiencia que cambia la vida.

“En estos veinte años -dice don Alberto- he aprendido a no pensar en mí mismo como cabeza indiscutible de la parroquia, a comprender que la comunidad no es mía, sino del pueblo cristiano”.

La fraternidad entre diferentes vocaciones ayuda a redescubrir la propia. Y a quienes nos encuentran se les da una imagen de Iglesia familiar”.

Además, también es una forma de superar la soledad de los sacerdotes.

Una pequeña revolución que se ensancha, con la fuerza de las cosas reales.

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