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Venezuela: Un humilde albañil y su esposa camino a los altares

VENEZUELA
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Macky Arenas - Aleteia Venezuela - publicado el 30/05/22
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Este matrimonio venezolano inició el movimiento Fe y Alegría junto a los jesuitas. Hoy, su causa ya está en la Congregación de los Santos, en Roma

Hace pocos días la Iglesia católica venezolana hizo el anuncio formal:  comenzó el proceso de beatificación de Abraham y María Patricia Reyes. El vicepostulador de la causa, el sacerdote Joseba Lascano (sj) dio  a conocer la buena noticia que alegra a toda Venezuela pero, especialmente, a Fe y Alegría y a la comunidad jesuita.

Fue una pareja ejemplar y él está íntimamente ligado a los inicios de esta obra educativa católica que nació en una zona popular de Caracas y hoy se extiende por 24 países en cuatro continentes.

Lascano comentó para Aleteia:

Es la capacidad de convocar y acompañar lo que, a juicio de Lascano, es cada vez más el sentido de la Compañía de Jesús. Hoy Fe y Alegría atiende 140 mil en Venezuela y en el mundo algo más de millón y medio.

“Velaz –explica el sacerdote- también va creciendo con la obra la cual impulsó, incluso sin contar con sus superiores pues entendía que sus sueños eran demasiado ambiciosos como para que ellos le creyeran. Más de un pleito y fricciones de por medio, él comprendió que ante todo debía demostrar que el proyecto valía la pena. Lo probó y se convirtió en una prioridad que todos asumieron”. Era de Dios, tenía fuerza, valía la pena y había que apoyarlo. 

Fe y Alegría es una expresión de esa fuerza. Después de todo, Jesús también nació pobre, como niño indefenso y luego comienza a manifestar una fuerza que hoy anima al cristianismo en todo el planeta. “Y esa fuerza quienes mejor la entienden son los pobres”, enfatiza.  Ellos entendieron la convocatoria del padre Velaz, como los apóstoles la de Jesús, y hoy Fe y Alegría es un producto de esa respuesta.

Santidad de pueblo con fe y alegría

Abraham y Patricia son de esos que el papa Francisco llama “santos de la puerta de al lado”. Él mismo lo dijo con estas palabras: “Me gusta ver la santidad en el pueblo de Dios paciente…la santidad de la puerta de al lado, la clase media de la santidad. Hay muchos matrimonios santos, donde cada uno fue instrumento de Cristo para la santificación del cónyuge”.

Es el caso de Abraham y Patricia, ambos campesinos de origen que se conocieron en Caracas, se casaron y formaron una bella familia de 13 hijos que se vio aumentada por los niños de los vecinos, a quienes cuidaban y protegían.

Eran analfabetos, como casi todas las personas en aquella época, durante la férrea dictadura de Juan Vicente Gómez. Siendo todavía un jovencito, le pusieron de manera equivocada una inyección para la gripe. El efecto fue devastador, se le cayó toda la piel y lo llevaron al hospital. Los pronósticos no eran nada buenos.

Él mismo cuenta que, como no sabía rezar, habló con la Virgen de Chiquinquirá pidiéndole tres años de vida. Si lo complacía, él iría a llevarle “alguna cosa” en agradecimiento. 

Una noche soñó que la Virgen preparaba un caldo y le daba una taza diciendo: “Voy a darle esta taza de caldo a Abraham porque tiene nueve meses que no come”. Asegura que, al despertar, estaba curado. Todos estaban maravillados y, al preguntar cuánto tiempo llevaba allí, le dijeron: “nueve meses”. “Total- razona él- aquí hubo un milagro”.

Abraham estuvo en el servicio militar, trabajó como recogedor nocturno de basura, como empleado en el Hospital Militar Naval y como auxiliar de farmacia. En sus ratos libres, era albañil para construir la casa para su  familia.

La vecinita

Abraham vivía en un cuartico con su madre. Tenían una vecinita que no le era indiferente. Se llamaba María Patricia. Un día ella le sonrió al pasar. Él le habló y la invitó a pasear. Ella lo llevó a conocer a la Virgen Divina Pastora. Él tenía 23 años y corría el año 1940. Fue el comienzo de una relación que terminó en boda. Se casaron en la Iglesia de los Padres Jesuitas y pronto Abraham fue miembro de la Legión de María. Posteriormente, se convertiría en uno de los ocho primeros diáconos permanentes casados de Venezuela

Patricia era una maravilla, “una santa mujer”, según él mismo relataba. Era muy religiosa y lo quería  mucho. Cuando les tocó hacer su casita, lo ayudó en todo. “Cagaba agua desde distancias largas, a veces embarazada y, cuando llegaba, me ayudaba a pegar los adobes además de cocinar para los muchachos”. Él creía que ella era un regalo de Dios.

Se fueron a vivir  a un cerro, uno de esos humildes enclaves que rodean a Caracas. Allí hicieron su ranchito (como se llama en Venezuela a las viviendas de gente muy pobre). Era de cartón viejo y se les quemó con unos cohetes.

“El barrio se llamaba 18 de Octubre, fecha en que comenzó el trienio adeco – refiere Lascano- fue donde Abraham y Patricia comenzaron a construir su ranchito. Un fuego de artificio cayó como un rayo en Navidad sobre su rancho y lo quemó. Él no se amilanó, sino que lo vio como una señal para construir algo más espacioso pensando en el futuro de sus hijos.  Para ese momento ya tenían varios. Cuando terminan la casa eran seis los hijos del matrimonio y Patricia estaba embarazada del séptimo. Llegaron a tener 13, más los otros seis que criaron en su casa, hijos de vecinas que  tenían que trabajar todo el día, estaban presas o lo que fuera, lo cierto es que ellos cargaron con todos esos muchachos”.

¡Abraham y Patricia ya tenían un Fe y Alegría en su casa antes de que el movimiento soñara con nacer!

En efecto, en lugar de echarse a morir ante la pérdida de su ranchito, Abraham se dijo: “Bueno, Dios tiene que darme otra cosa”. Él era albañil y se puso a construir otro, más grande y mucho mejor. Era entusiasta y tenía fuerza de voluntad. Patricia no se quedaba atrás: de nuevo cargando agua por tres kilómetros cada día, además de mezclar la masa con la que él hacía los ladrillos.

“¡Esto está a la orden!”

Cuando terminaron la construcción, Abraham la vio tan bonita que se puso de rodillas en el piso de su nueva casa y dijo: “Mira, Virgen Santísima, ¡esto está a la orden!” y rezó un Padrenuestro para que la Virgen aceptara la casa. Y Ella le tomó la palabra.

Un buen día, llegó el Padre Vélaz –el jesuita fundador de Fe y Alegría- con unos universitarios y se pusieron a visitar a las familias junto con Abraham. Era el 23 de Enero, uno de los sectores más populares más emblemáticos de la ciudad pero entonces no había nada por allá, solo un empinado cerro y no se podía llegar sino a pie. Iban casita por casita interesándose por los problemas de la gente y viendo cómo ayudar a las familias. El P Velaz no hablaba ni de política ni de religión. Sólo visitaba a aquellas personas llenas de carencias. Eso los conmovió.

Pronto se percataron de que los muchachos no tenían donde estudiar, entre otras necesidades básicas. No encontraban un lugar  disponible para reunir a los muchachos y educarlos. Inmediatamente, Abraham ofreció su casa: “Esto es suyo, padre, esta casa es suya”. Era la que había construido con Patricia. Fue un acto de rotunda generosidad pues no tenía más que su casa.  Muy contento, el P Velaz exclamó: “Pues claro! Aquí está la escuela!”

Todo el mundo estaba entusiasmado y cada quien traía algo, cajones, un banquito para sentarse, ropa, comida. Poco a poco fue tomando forma aquello que llamaron Fe y Alegría porque con esos ingredientes se estaba edificando el proyecto que hoy  constituye el mejor producto de exportación con que cuenta Venezuela.

Una bandera que valía la pena

“ Velaz –comenta Lascano- partía de una premisa: todos somos convocables si nos levantan una bandera que vale la pena. La educación de los pobres es una bandera que vale la pena porque es la forma de transformar el país. Se atrevió y tuvo quien lo siguiera. Me gusta decir que Velaz no fundó a Fe y Alegría, sino que desencadenó a Fe y Alegría. La fue haciendo la gente”.

Eso explica que se haya prolongado en el tiempo y fortalecido a pesar de las dificultades, lo que valió ser tomado como ejemplo en tantos países del mundo. “Esa intuición –sigue Lascano- de la condición antropológica del venezolano y de los naturales de cada uno de esos países constituyó la base del éxito”.

Muchos venezolanos no saben que Fe y Alegría nació absolutamente pobre y débil en la cima de un cerro sobre los túneles de La Planicie –los que llevan hacia el litoral central- lugar que en aquél momento estaba siendo terraceado para construir lo que luego fue el área 2 de diciembre, en recuerdo de una fecha  simbólica para el dictador de turno por los años 50. Luego cayó el general Pérez Jiménez y la zona cambió de nombre para llamarse definitivamente 23 de Enero, fecha en que fue depuesto.

Lo que nadie imaginó

“Y cuando el P Velaz aceptó mi casa, supe que era la Virgen la que la estaba aceptando”, contaba Abraham emocionado. El entusiasmo contagió a todo el mundo, ya que para las familias fue muy esperanzador que sus hijos pudieran estudiar. Eran muy pobrecitos allí pero los universitarios del P Velaz  comenzaron a dar catecismo a los niños y a pagar algunas maestras, apenas con sexto grado de instrucción. Así comenzó la primera escuela de Fe y Alegría. Había optimismo, ganas de trabajar. Nadie imaginó, sin embargo, que esa semillita sembrada daría tantos frutos.

Abraham estaba feliz de haber podido poner su granito de arena. Rezaba el rosario a diario agradeciendo a la Virgen por aceptar su casa. Eran tan pobres que no tenían ni un aparatito de radio, pero demostraron que si una comunidad es estimulada, como lo hizo el P Vélaz, se pueden hacer grandes cosas. Nada es imposible para Dios y esa era una obra de Dios. 

Abraham era un convencido: “Fe y Alegría es una obra de la Virgen. Siempre le digo que se alegre, porque esa es su obra". Pedía a Dios que siempre lo mantuviera sencillo y humilde, como su Madre lo fue. Le pedía: “Mira, yo voy a trabajar duro en la Legión de María y tú en Fe y Alegría. Por supuesto –bromeaba- Fe y Alegría salió ganando".

Y pagó la promesa

La historia es muy divertida y muestra esa manera tan espontánea  y original como Abraham se comunicaba con la Virgen. No había olvidado aquella promesa de ir lejos para “llevarle algo”, una vez curado. Así que hizo un trato con Ella: “Bueno, yo no puedo ir hasta allá porque eso es muy lejos. ¿Qué haces tú con que yo vaya allá y te lleve cualquier cosa, unas flores? Vamos a hacer una cosa: yo me quedo trabajando en la Legión de María, me porto bien, ayudo en la catequesis con esos muchachos y tú sales ganando”. Así dio por saldada su deuda y seguro estamos de que la Virgen también.

Poco a poco se fue formando, de la mano de su párroco. Y se hizo diácono. Subía los cerros para evangelizar. Formaron un equipo. Llevaban la Comunión a los enfermos y pasaban el día entero ocupados en las cosas de Dios, confundidos con los más necesitados. Abraham se convirtió en el director espiritual de aquellos grupos. De plano, había dado el  a la Virgen y sentía que algo grande había ocurrido en su vida. 

Decía sentirse avergonzado de ver lo que Dios había hecho con él. Y se preguntaba: “¿Por qué conmigo, que soy un pobre campesino insignificante?¿Por qué tantas cosas? Es demasiado lo que has dado –decía a Dios- ; ¿qué he hecho yo?... ¿que puse la primera piedra en Fe y Alegría? ¿Cuántos han puesto también su piedrita como yo? ¿Por qué yo, Dios mío?”. Se sentía pequeño pero se mostraba feliz de haber escuchado el llamado de Dios.

La causa

Lascano nos sitúa en el estado de la causa que se encuentra en su primera fase. 

El cardenal Baltazar Porras quiso que la presentación fuera en nombre de la Conferencia Episcopal la cual, luego de escuchar la exposición de la vida de Abraham y Patricia, les dedicó un tremendo aplauso y, por unanimidad, los obispos aceptaron. El paso ha sido completar toda la información que el señor Cardenal ha enviado a la Congregación de la Causa de los Santos.

Allí están todos los recaudos.  En Roma estudian todo lo que se envía desde aquí y, si califica, dan el nihil obstat (no hay obstáculo) y se puede proceder. En ese momento ya son Siervos de Dios.

Se constituye un Tribunal para recoger testimonios y otros datos. Estudiar todo muy críticamente. Una vez confirmado un milagro serán beatos. Luego santos, si es la voluntad de Dios.

Abraham nació en marzo de 1917 y Patricia el 24 de agosto de 1924. Abraham murió en septiembre de 1988 y Patricia el 15 de febrero de 2006.

Ambos están con Dios y, si él quiere, estarán pronto en los altares y serán nuestros primeros santos de la puerta de al lado, un matrimonio cristiano ejemplar.

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