Hay una pobreza "mala" y una "buena". La "mala" es "la miseria, hija de la injusticia, la explotación, la violencia y la injusta distribución de los recursos. Es una pobreza desesperada, sin futuro, porque la impone la cultura del descarte".
Pero hay una pobreza "buena": "La pobreza que libera, en cambio, es la que se nos presenta como una elección responsable para aligerar el lastre y centrarnos en lo esencial". Es esta segunda pobreza la que presenta el Papa a todos los cristianos como un programa de vida espiritual.
Es el núcleo del Mensaje para la Jornada Mundial de los Pobres, firmado ayer y hecho público hoy por la Santa Sede.
Condena de la agresión contra Ucrania
El Papa inaugura su mensaje con una clara condena de la agresión sufrida por Ucrania, en expresiones que no dejan lugar a dudas.
"La guerra en Ucrania vino a agregarse a las guerras regionales que en estos años están trayendo muerte y destrucción. Pero aquí el cuadro se presenta más complejo por la directa intervención de una superpotencia, que pretende imponer su voluntad contra el principio de autodeterminación de los pueblos", dice, en clara referencia a la agresión rusa.
"¡Cuántos pobres genera la insensatez de la guerra! Dondequiera que se mire, se constata cómo la violencia afecta a los indefensos y a los más débiles. Deportación de miles de personas, especialmente niños y niñas, para desarraigarlos e imponerles otra identidad", lamenta el Papa.
El Papa alabó la ola de solidaridad vivida hacia las víctimas de las guerras: "Las familias han abierto de par en par sus casas para hacer espacio a otras familias, y las comunidades han recibido con generosidad tantas mujeres y niños para ofrecerles la debida dignidad".
Sin embargo, el alargamiento del conflicto está generando un "cansancio" contra el que el Papa quiere poner en guardia: "Este es el momento de no ceder y de renovar la motivación inicial. Lo que hemos comenzado necesita ser llevado a cumplimiento con la misma responsabilidad".
Cuidado con el dinero
"Algunos cristianos, por un excesivo apego al dinero, se empantanan en el mal uso de los bienes y del patrimonio. Son situaciones que manifiestan una fe débil y una esperanza endeble y miope", advierte el Papa.
Pero el problema, añade, "no es el dinero en sí, porque este forma parte de la vida cotidiana y de las relaciones sociales de las personas"; sino "el valor que tiene el dinero para nosotros: no puede convertirse en un absoluto, como si fuera el fin principal".
"Nada más dañino le puede acontecer a un cristiano y a una comunidad que ser deslumbrados por el ídolo de la riqueza, que termina encadenando a una visión de la vida efímera y fracasada", dice el Papa.
En este sentido, añade, para un cristiano, un pobre es un don: "No es el activismo lo que salva, sino la atención sincera y generosa que permite acercarse a un pobre como a un hermano que tiende la mano para que yo me despierte del letargo en el que he caído".
Pobreza que libera
El Papa propone a los cristianos una "pobreza liberadora". ¿Y cómo hay que entenderla? Como ese "amor recíproco que nos hace llevar las cargas los unos de los otros para que nadie quede abandonado o excluido".
"La experiencia de debilidad y limitación que hemos vivido en los últimos años, y ahora la tragedia de una guerra con repercusiones globales, nos debe enseñar algo decisivo: no estamos en el mundo para sobrevivir, sino para que a todos se les permita tener una vida digna y feliz".
"El mensaje de Jesús nos muestra el camino y nos hace descubrir que hay una pobreza que humilla y mata, y hay otra pobreza, la suya, que nos libera y nos hace felices", explica, poniendo de referencia a Charles de Foucauld, recientemente canonizado.
Al respecto, cita a modo de conclusión unas palabras del santo eremita francés: "No
dejemos nunca de ser pobres en todo, hermanos de los pobres, compañeros de los pobres, seamos los más pobres de los pobres como Jesús, y como Él amemos a los pobres y rodeémonos de ellos".
El Mensaje entero puede leerse aquí