“El Concilio Vaticano II fue el inicio providencial del proceso que ha llevado hoy al inicio del proceso sinodal convocado por el Papa Francisco. Tal vez, desbalanceándome, incluso para ser sensatamente provocativo, voy tan lejos como para decir que lo que estamos llamados a experimentar es el evento de la Iglesia más importante y también estratégicamente decisivo desde el Concilio Vaticano II.
Porque es la expresión más genuina y desafiante de la eclesiología del Vaticano II. Es como si hasta ahora, a pesar de las mil contradicciones que bien conocemos, el rostro de la Iglesia diseñado por el Concilio hubiera comenzado a expresarse en todas aquellas formas en las que hoy, ya, el Pueblo de Dios ha aprendido a vivir su camino: de la liturgia renovada a la escucha directa y comunitaria de la Palabra de Dios, de la colegialidad episcopal al redescubrimiento de la coesencialidad de los dones carismáticos en la vida y misión de la Iglesia, del redescubrimiento y énfasis en la igual dignidad de todos los bautizados a la vocación universal a la santidad, de la presencia de los cristianos en la vida social y pública como levadura de liberación y justicia y sal de fraternidad y diálogo.
El redescubrimiento y realización de una Iglesia sinodal es al mismo tiempo el fruto convergente de todo ello junto con el paso necesario y coherente que permite dar cobijo, figura, solidez e impulso misionero a la obra de renovación promovida por el Concilio. De lo contrario, todo acaba deteriorándose y desapareciendo.
Sí, sínodo es lo que Dios espera de la Iglesia: como dice el Papa Francisco. En el tercer milenio —precisa— no en los próximos años o décadas. Porque es un proceso largo, exigente, al menos en parte sin precedentes, en el que nos encontramos involucrados. Se necesita confianza, generosidad, perseverancia.”
Pero… ¿quién afirma con esta profundidad, conocimiento y convencimiento que en la sinodalidad está la clave de una Iglesia que interpreta cabalmente los signos de este tiempo?
Es el padre Piero Coda, Secretario de la Comisión Teológica Internacional, Profesor de Teología Sistemática en el Instituto Universitario Sophia, y quien tuvo a su cargo la ponencia de cierre del Diplomado “Iglesia y Sinodalidad” organizado por el Cebitepal (Centro de Formación del Consejo Episcopal Latinoamericano).
Coda desarrolló su exposición en torno a 3 núcleos: contexto del proceso sinodal en el cual estamos todos involucrados; algunas actitudes espirituales en el ejercicio del discernimiento comunitario; algunas dinámicas estructurales que deben ritmar dicho ejercicio.
Es muy necesario focalizar sobre los puntos en los que este sacerdote italiano refuerza y también detalla porque ayudan y mucho a comprender qué aporta cada uno en la construcción sinodal de una vida cristiana sumándole esa fundamentación reclamada desde varios espacios, muchas veces hasta con desconfianza y una pizca de malicia.
Sostiene Coda que en el proceso sinodal la palabra central es Participación, el tercer polo entre Comunión y Misión, como lo ha dicho el Celam tantas veces. Participación significa tomar parte, no tomar una parte, todos en todo, cada uno con su carisma, ministerio, vocación, competencias, en sinergia con los demás. Es el Papa Francisco quien da el puntapié inicial pero los protagonistas son — una vez más— el Espíritu Santo y todo el pueblo de Dios.
Cuando aborda la cuestión del discernimiento comunitario propone dejarse tamizar por el Espíritu de Jesús como personas y como comunidad, codo a codo con los hermanos y en la historia que transitamos. Antes, durante y después hay que hacer una radiografía sobre cómo nos va en nuestra comunidad. Y sugiere distinguir 3 pares de actitudes: intención-humildad; obediencia-parresía; sentir en el espíritu-pensar sinodal.
“Es necesario (…) mirar las situaciones y los problemas, y abrirse desarmados y con valentía a los caminos nuevos que ellos piden, poniendo la mirada del corazón y de la mente en Cristo y en Cristo crucificado y resucitado. Se trata de ver el mundo –y a esto la fe lo hace posible– como Él lo ve: es más, de verlo en Él, con una mirada de amor impulsada hasta esa identificación que toda realidad y situación acoge y asume desde abajo y desde adentro”, indica Coda para asumir el ejercicio del discernimiento comunitario.
Este ejercicio de discernimiento comunitario se vale del trinomio “ver-juzgar-actuar” con un ritmo acompasado en 3 tiempos: conclusión y decisión; gestión de los conflictos; verificación.
Leamos al Papa Francisco, siempre invitando a primaveras eclesiales, citado al final de su exposición por el padre Coda:
¿Estaremos a la altura de los tiempos que nos son dados para vivir nuestra fe?
Para acceder a la ponencia completa del Pbro. Dr. Piero Coda se puede consultar el siguiente enlace