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Tapón del Darién: Un cruce demencial y una alerta necesaria

DARIEN
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Macky Arenas - Aleteia Venezuela - publicado el 23/07/22
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Los latinoamericanos siguen intentando atravesar el tristemente célebre Tapón del Darién. Los jesuitas ofrecen datos que son un ruego: «¡Por favor, no lo hagan!»

A pesar de la tinta que ha corrido y de las teclas que se mueven frenéticas a lo largo y ancho del continente americano, los desesperados migrantes hacen caso omiso de advertencias y recomendaciones.

El Darién, así como una vez se dijera del Mar Mediterráneo –un cementerio en el agua-, es una tumba selvática. En sus impenetrables malezas quedan los cadáveres de cientos de seres humanos que se adentraron en las fauces de ese territorio salvaje con el único propósito de lograr escapar de la miseria y obtener una mejor vida.

En ocasiones anteriores, hemos cumplido con el deber de reportar sucesos y relatar testimonios que contribuyan a las alertas que, desde numerosas ONG y organismos de la Iglesia católica se vienen haciendo para intentar impedir que tantas familias corran ese riesgo. Porque son familias completas, incluyendo a los abuelos.

El Servicio de Jesuitas para Refugiados (JRS), directamente implicado en el seguimiento y atención a quienes vagan por los caminos a su suerte, ha difundido una cifra verdaderamente espeluznante: 26.800 venezolanos cruzaron el Tapón del Darién en 2021.

Según Conrado Zepeda, director del (JRS) en México,  en 2021 contabilizaron 134.000 personas que cruzaron el Tapón del Darién. De estas personas, 26.800 (20%) fueron venezolanos.

Zepeda es licenciado en Filosofía y Ciencias Sociales, maestro en Antropología Social.Tiene experiencia en el tema migratorio y de refugio por su trabajo en el Servicio Jesuita a Migrantes (SJM), tanto en las oficinas centrales como en el territorio, así como en la relación con donantes, organismos gubernamentales y eclesiales.

«Es el infierno»

El grupo jesuita que monitorea esta situación, se ocupa de conversar con los migrantes y recoger sus historias personales.  «Es el infierno», «huele a carne mortecina», «parecía un cementerio», así describen algunos venezolanos al Tapón del Darién.

Leones, mosquitos, serpientes y cabezas es lo que viven los niños migrantes al cruzar la selva del Darién, según el testimonio de experto en emergencias de Unicef. «Esta selva es un infierno», comentó un venezolano que vivió para contarlo. La mayoría de las personas migrantes que cruzaron el Tapón del Darién en estos meses de 2022 provienen de Venezuela. Pero también otras nacionalidades se apuntan a la aventura sin tener claro el panorama terrible que van a encontrar.

«Gracias a Dios»

Según Médicos sin Fronteras, las denuncias por violencia sexual son constantes. Hasta mayo de 2022, esa organización realizó 100 consultas por violencia sexual en la estación de San Vicente. Exponen en su portal testimonios impresionantes como el de la familia Betancourt que salió de Venezuela subiéndose a mulas de carga y caminando. La tercera semana de abril de 2022 fue el momento escogido para partir de una joven pareja con su pequeño bebé. Habían logrado ahorrar 87 dólares en un año para hacer este viaje. Sabían que el dinero no alcanzaba, pero, como señaló el papá:

«Ya no se podía seguir viviendo allá. Mi mamá necesitaba insulina y no tenía, nos estábamos acostando a dormir sin comer y tenemos un bebé de un año. Así no se podía. Nos sentíamos ahogados, ¡pero ahogados de verdad!».

La esposa no pudo retratar una peor experiencia: «El primer día vimos a una mujer muerta y nos contaron que al parecer había fallecido por la picadura de una culebra. Ese mismo día, después de cuatro horas de caminar, los guías se alejaron del grupo y llegaron unos hombres armados con capucha y nos llevaron a una cueva. Ahí nos hicieron quitarnos toda la ropa, nos tocaron todo el cuerpo y nos robaron. A una chica joven se la querían llevar para violarla, pero ella lloró tanto y gritó tanto que finalmente no lo hicieron. Gracias a Dios».

Siguen el pavoroso relato: Cuando llegaron a la cima de una montaña, conocida como «banderas», un grupo de cuatro personas encapuchadas los interceptó:

«Ya estábamos en el tramo final… Vieron que mi esposa le estaba dando de comer al bebé y sacaron una escopeta y un machete y nos quitaron todo, la leche del bebé, el biberón y los pañales… Nos tocó caminar dos días sin parar, con el bebé llorando por comida, cansados, con dolor de cabeza…Las bajadas y las subidas de esas montañas, con el bebé sufriendo, fueron lo más difícil de todo».

El camino es una película de terror

En el programa «Punto y Seguimos» que transmite Radio Fe y Alegría Noticias, el padre Conrado reveló que entre enero y febrero de 2022, cruzaron más 2.500 personas. El segundo grupo de asilo que reciben es de venezolanos. Entre 15 mil y 20 mil personas buscan en México el estatus de refugiado.

Por supuesto que muchos de ellos lo que persiguen finalmente es pasar a los Estados Unidos. Pero durante el penoso trayecto desde Colombia hasta Panamá, muchos pierden la vida y es constante escuchar testimonios de migrantes que encuentran auténticos cementerios de gente que no pudo seguir y quedó literalmente sepultada entre los extremadamente calurosos fangos del Darién. De principio a fin, una película de terror.

El mencionado director del Servicio Jesuita señaló que no llevan un registro exacto de migrantes venezolanos, «no todos llegan a nosotros, algunas familias viajan completas hasta con abuelos y son atendidos por otras organizaciones».

Deben caminar entre 9 y 15 días, dependiendo de las rutas y la resistencia de las personas. Algunos se ven en la necesidad de dejar familiares porque no pueden seguir caminando; en época de lluvias, los ríos son turbulentos, se topan con cientos de cruces de personas fallecidas, muchos mueren deshidratados por la falta de agua y otros cuentan cómo han sido raptados por grupos delictivos, sobre todo mujeres, durante el trayecto desde Colombia a Panamá.

«Por favor, no vayan»

Son frecuentes los encuentros indeseables. Una cubana contó:  «A algunas las violaban delante de todo el mundo, sin que pudiéramos hacer nada. Incluso a mí también… me… abusaron. Mataron a personas, gente inocente delante de uno, desangrándose ahí delante, sin poder hacer nada, sin poder ayudar».

Una venezolana, abogada y con esposo militar  confiesa que comenzaron a tener problemas pues él fue un perseguido político. Llegaron a Colombia y el esposo no obtuvo respuesta de inmigración, por lo que decidieron probar a cruzar el Darién. Y su vivencia no es menos dolorosa:  «La triste realidad fue que pasamos seis días en esa selva y ahí perdí a mi esposo, a mi sobrino y a mi bebé; tres días estuvimos sin comida y nos robaron en tres oportunidades. No le aconsejo a nadie que se venga por allí, es lo más feo y peligroso. Uno se enfrenta a una selva sin conocer; a veces el río está abajo, a veces no es la crecida, sino la corriente que lleva el río y es muy peligrosa, a nosotros nos arrastró, un haitiano me auxilió pero a mi esposo y a los demás no los pudieron rescatar».

Es comprensible, entonces, que los problemas asociados a ansiedad, depresión, estrés agudo y otras afectaciones  son comunes a quienes sobreviven al peligroso trayecto del Tapón del Darién. Por ello, tanto los distintos organismos vinculados al problema como la Iglesia Católica hagan lo posible por disuadir de la idea de atravesar el Darién y pongan el mejor de los empeños en asistir a quienes lleguen a destino. «Por favor, no vayan». Es un penoso y nada recomendable trayecto. El resto es un asunto de los estados, los cuales aún no toman la decisión de impedir tomar esa trágica ruta.

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