La fe nos pide que seamos testigos, que mostremos con nuestra presencia la compañía de un Dios –Padre– que nos ha sacado de las tinieblas. Por lo tanto, no es una cuestión de habilidades, sino de experiencia.
¿Y quién de nosotros podría sentirse preparado para explicar la Buena Nueva, si se fuese una cuestión de argumentos, de conducta irreprochable, de pureza intelectual?
A menudo es este el obstáculo, terminamos reduciendo precisamente esa fe, que profesamos sinceramente, a un objeto de disertación en lugar de experiencia.
Por esta razón, es realmente bienvenida la iniciativa de la parroquia de Sant'Antonio Maria Zaccaria en el distrito de Chiesa Rossa al sur de Milán, pidiendo a dos personas con discapacidad cognitiva que fueran catequistas.
Catequistas, para donar a los demás el bien recibido
Y la formulación de esta última frase tiene un sentido preciso. El paso no fue el de "queremos incluirte", sino el de "¿quieres ayudarnos?".
Y entre una y otra prospectiva hay un abismo, el abismo de la libertad de la persona que simplemente no debe sentirse obligada, sino debe mirar la unicidad preciosa de la contribución que puede aportar.
Nora Buccheri y Paola Colombo dijeron sí a esta propuesta. Desde hace un año son catequistas de la promoción de 5º grado. ¿Por qué aceptaron?
Aprender con los niños
Paola y Nora, ambas con discapacidad cognitiva, forman parte desde hace muchos años de la asociación Fede e Luce (Fe y Luz) que, se ocupa de la inclusión social de las personas con discapacidad.
Pero la experiencia de esta comunidad es sobre todo la de una amistad entre familias.
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La referente milanesa de esta asociación es Liliana Ghiringhelli que conoce a Nora y Paola desde hace muchos años. Fue ella quien les propuso ser catequistas.
Al principio, el impacto con los niños las “desesquilibró”, un adjetivo elegido por Paola, es decir, fue un asalto tumultuoso de vivacidad.
Después de un año de apoyo con un experto catequista, hoy Nora y Paola siguen su clase de catecismo en plena autonomía.
Para Paola, la fe pasa de corazón en corazón ("les doy a los demás algo que me ha cambiado a mí"). Nora añade a este horizonte otro elemento esencial:
Sintética y centrada. En el corazón de la tarea educativa, el educador también crece.
Se aplica a la escuela (todo buen maestro llega a casa después de haber aprendido algo inesperado de sus alumnos).
Pero en el caso de la fe tiene un valor aún más esencial. Nos mantenemos despiertos unos a otros, nos hacemos compañía unos a otros en vivir la compañía de Dios, en ir a fondo.
Adhesión a la invitación del papa Francisco
Al parecer la clase de catecismo de Nora y Paola es aquella en la que los niños escuchan de una manera más disciplinada.
Y quizás esto signifique que la presencia de estas dos mujeres que muestran visiblemente su fragilidad a los niños sea motivo de un verdadero encuentro. (ese tipo de encuentro en el que fluye una comparación con las fragilidades internas de cada uno).
Entre los adultos uno puede contentarse con un discurso bien argumentado sobre la inclusión.
Pero la infancia es un tiempo de mirada desvergonzada sobre la realidad y sobre los demás. La diversidad intriga inmediatamente al niño, que es capaz de preguntas incómodas.
El horizonte estrictamente meritocrático, de excelencia y eficiencia, que prevalece en otros contextos, salta con el cristianismo, que es la aceptación sin reservas.
La persona es un bien total, es decir, todo vale de ella, incluso sus tropiezos. Y esto es lo que en la clase de Nora y Paola evidentemente se vive y no necesita ser explicado.
Liliana Ghiringhelli, quien aventuró la hipótesis de este proyecto de inclusión, explicó que la chispa le vino de la forma en que el papa Francisco volcó la perspectiva de acoger a las personas con discapacidad en la Iglesia.
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Se puede decir, sin temor a equivocarse, que el mundo aún no está al ritmo valiente de la visión comunitaria que la Iglesia testimonia.
Por supuesto, incluso dentro de la Iglesia se deben dar muchos pasos para que estas palabras del papa Francisco se traduzcan en obras reales.
Pero Nora y Paola están ahí. En su pequeño espacio educativo aran un árido pedazo de tierra, suavizan los duros terrones con su voz sencilla que dice lo esencial sin adornos: ven a conocer a Jesús, ven a ver quién eres encontrando a Quien siempre te ha amado.