Doctora en Filosofía, columnista en ABC y Vozpopuli, conferenciante y activa participante en debates sociales incómodos desde una posición católica que no oculta; Mariona Gúmpert acaba de recopilar algunos de sus artículos en un libro Infodemics, posverdad y la sociedad que viene (Ciudadela).
Su estilo como articulista se caracteriza por la claridad y sencillez, y por su capacidad para encontrar el ángulo que permite iluminar de forma sencilla problemas complejos. Virtudes que afloran también en su condición de conversadora, en la que se hacen evidentes, además, otras que también se intuyen en sus escritos: su humildad intelectual, falta de afectación, cálida cordialidad y sentido del humor.
En esta entrevista hablamos de su condición católica y de asuntos como el aborto, la eutanasia o la situación de la mujer.
– Una mujer católica que habla de filosofía, cultura y actualidad en los medios. La combinación no puede ser más exótica.
Para mí no, porque yo estoy acostumbrada a vivir conmigo toda la vida, ja, ja. Pero sí, probablemente no sea una conjunción de elementos común.
– Empecemos por el principio: su condición católica. ¿Cómo sobrevivió al estudio de la filosofía?
De hecho, estudié filosofía por aclarar temas de fe. De modo que en mi caso fue más bien lo contrario. La filosofía me ayudó a recuperar la fe, que la tenía un poco tocada, y, más tarde, la fortaleció. Tuve un gran maestro, Alejandro Llano, que me acompañó en esta búsqueda.
– No es habitual esto, dado que en ese proceso inquisitivo que la historia de la filosofía plantea, la religión es uno de sus objetos de crítica.
Si uno se para a estudiar la cuestión de la existencia de Dios, normalmente las posiciones a las que llega son dos: el agnosticismo, la humildad de reconocer que no se sabe; o el teísmo, la convicción de que lo más razonable es que Dios exista. Pero es verdad que ahora las facultades de Filosofía están condicionadas por posturas que llevan al ateísmo.
– ¿Pueden las ideas ser definitivas en la cuestión de la fe o hace falta la experiencia religiosa como confirmación definitiva?
Con la razón llegas a los preámbulos de la fe, es decir, a la conclusión de que algo debe haber creado todo. Lo que es cuestión de fe es que tú decidas si ese algo es el Dios católico en el que creemos nosotros u otro tipo de divinidad.
En este sentido, la experiencia de fe y su vivencia, y conocer al Dios del que nos habla el Evangelio, es muy diferente a aquello de lo que nos pueda hablar la filosofía. De hecho, en muchos aspectos, el catolicismo llega a ser contraintuitivo.
-¿En qué sentido?
-En términos meramente racionales, dogmas como el de la Santísima Trinidad o la Virginidad de María son contraintuitivos porque no se corresponden con algo que pueda derivarse del ejercicio de la razón o la contemplación de la experiencia. Pero el cristianismo es contraintuitivo también en algunas dimensiones éticas, como la de aceptar y abrazar el sufrimiento, o ser capaz de dar la vida. Desde la filosofía, y sin contar con algún tipo de trascendencia, veo difícil que se pudiera llegar a eso.
– ¿Esta dimensión contraintuitiva del catolicismo puede estar jugando ahora mismo en su contra?
Por la parte en la que se nos impone el hedonismo, y el carpe diem, y un constante presentismo, sí, todo eso juega en su contra.
Pero, por otra parte, la sociedad que hemos creado está muy carente de horizontes de sentido, como revela la hipermoralización que vivimos y el predicamento que tienen el feminismo o el ecologismo, que funcionan como religiones laicas. Ahí hay una oportunidad.
– ¿Qué aspectos de la fe cree que pueden ser más útiles para el hombre de hoy?
Estamos en un mundo que es muy desesperanzador. Yo misma caigo en ello muchas veces: sientes que es un mundo que se está acabando por distintos motivos: políticos, sociológicos, las guerras… En este contexto, la esperanza que te puede dar Cristo, diciéndote: ‘Yo ya he vencido’, siempre es un buen estímulo.
Y luego, además, la fe, en el catolicismo, es algo que uno no puede vivir solo, y la soledad es una de las grandes pandemias hoy en Occidente. Y luego el modo como concibe la familia ayuda a construir realidades sólidas, que es justo lo que no tiene nuestra sociedad, en la que todo es cambiante.
También es importante querer a la persona tal cual es y porque sí. En esta sociedad en la que hasta las personas son objetos de consumo, ser querido y aceptado tal cual eres, es un gran regalo.
– Cada vez es más difícil perdonar. El derrumbe cultural y social de la cristiandad ha derivado en una cultura hipervengativa, y en unas filosofías justicieras que no conciben un verdadero perdón.
Pero no hay sorpresa en esto. La naturaleza humana es vengativa, lo que es revolucionario es el perdón evangélico. La Ley del Talión era un intento de poner orden: véngate, pero en la justa medida, de forma proporcional. Somos vengativos. Pero, por otro lado, esto corre en paralelo con otra tendencia que a mí me llama mucho la atención, que es eso de no arrepentirse de nada. Yo me arrepiento de casi todo…
– Estamos plagados de contradicciones de este tipo, muy toscas…
-En realidad no es del todo una contradicción, porque como los demás no te perdonan, te perdonas tú para poder sobrevivir…
– Un asunto en el que siempre has sido muy clara es en tu posición provida. No han sido ni uno ni dos los artículos que has dedicado al aborto.
Realmente no debería haberlo hecho, porque he empezado hace poco como columnista y no es un tema fácil; te etiqueta. Pero luego pensé que tampoco me jugaba tanto y que era importante que empezaran a oírse voces disonantes, pero razonadas.
No recurro a la fe para explicar por qué el aborto está mal. Al final, los argumentos a favor del aborto son más emocionales que reales.
– ¿Cuál es el mejor argumento racional para oponerse al aborto?
El mejor es que no sabemos cuándo empieza alguien a ser persona. Y ante la duda hay que ir siempre a favor de la vida. Se está usando el aborto como un método anticonceptivo más y se está ocultando el trauma que supone para muchas mujeres. La pérdida de un hijo es horrible para cualquier mujer. No quiero ni imaginar cómo puede ser si eres tú la que lo ha decidido.
Y hay que hablar de ello, porque, incluso desde la perspectiva feminista, esto no es bueno. Al final, la mujer acaba cargando con todas las desventajas de la llamada liberación sexual.
– Usted es muy crítica con el discurso feminista dominante.
Creo que maneja discursos anticuados. La gente de menos de 40 años no son machistas en absoluto. Esa idea de ‘chicas, no os quedéis en casa, id a trabajar’ está pasada. Entre otras razones porque ahora las familias no se sustentan con un solo sueldo. Las mujeres no tienen la opción, si quieren, de quedarse en casa y disfrutar la maternidad.
– Las feministas dicen estar preocupadas por la cosificación sexual de la mujer.
El nuevo feminismo está luchando contra convertir a la mujer en objeto, la prostitución, la pornografía, la multiplicación de las violaciones… pero me llama la atención que no van a las causas.
La causa es que tenemos una visión del sexo muy elemental, muy animal. La gente tiene muchas parejas sexuales a lo largo de su vida, y, en este contexto, es evidente que las primeras que vamos a salir malparadas somos las mujeres.
Pero quieren seguir con el discurso de la mujer liberada, y no quieren entender que quizás el sexo es algo que deberíamos tomarnos más en serio, y no simplemente como algo placentero, que lo es y está muy bien que lo sea, porque es una de las cosas buenas de la vida. En este sentido las veo desnortadas.
– Las mujeres están de moda ¿es eso positivo?
Algunas mujeres estarán contentas, pero a otras nos hace daño. Muchas veces pienso: "¿estoy colaborando en este medio porque hacían falta más columnistas mujeres, o porque realmente lo hago bien?". Me lleva a cuestionarme mi propia capacidad y autoestima, así que muy feminista no es.
– La maternidad ha sido vista por muchas teóricas del feminismo, empezando por Simone de Beauvoir, más como un lastre que como un don.
En ella, que nació en 1902 se podría llegar a entender, porque en esa época se relegaba más a las mujeres al ámbito doméstico. Pero hoy, cuando eliges ser madre, o padre, no es que pierdas libertad, es que has elegido un camino que te impide tener otros. Pero eso no significa que la maternidad sea algo negativo.
Es como si un director como Martin Scorsese dijera: "El cine es una esclavitud. He tenido que dedicarle tanto tiempo que no he podido pintar, que también me encantaba". El tema es que una pueda decidir libremente lo que quiere ser.
– Pero ¿es o no es una esclavitud?
La maternidad no es una esclavitud, o no lo es más de lo que lo es el trabajo o la propia condición humana, que nos obliga a esforzarnos para poder comer y estar bajo techo.
Somos seres limitados. La libertad no consiste en hacer siempre lo que te da la gana, sino en escoger opciones, aunque cuando las escoges se te cierran puertas. Pero también ocurre cuando no escoges, que también es un modo de elegir. Te equivocas si piensas que no eligiendo dejas todas tus oportunidades abiertas. No es así.
Si eliges ser madre, a lo mejor no eres la más exitosa en tu campo laboral, pero eso no es grave si estás feliz con tu situación. Aunque esto cada vez es más difícil porque las mujeres, y los hombres, cada día estamos más estresados.
– También es crítica con la eutanasia. ¿Cuál sería el argumento principal en este caso?
No es el argumento principal, pero sí es el primero que se debería abordar: necesitamos unos cuidados paliativos de calidad para todo el mundo. Es muy cínico poner la eutanasia sobre la mesa sin que existan primero unos cuidados paliativos que no sólo atiendan su realidad médica del enfermo, sino también sus necesidades psicológicas y las de la familia.
Pero, además, son pocas las personas que realmente pueden decidir, porque los enfermos terminales sufren mucho y cuando hay un gran sufrimiento lo natural es querer acabar con él. En esas circunstancias, no se puede decidir con serenidad.
– La eutanasia se nos presenta como un derecho individual, pero ¿es sólo eso?
Cuando hablamos de la eutanasia de una persona particular hablamos de algo concreto y particular. Pero cuando hablamos de regular la eutanasia hablamos de que sea una opción para todos, y que quede integrada en el Código Civil, en la ley.
En el momento en que es legal, asumes que hay vidas que no son dignas de ser vividas, y cambia por completo la manera de ver el mundo. Esto daña a los enfermos terminales, porque se les transmite la idea de que quizás deberían plantearse la eutanasia, dado que otros en su situación la están pidiendo.
Y es un peligro también para los enfermos crónicos, que ya tienen la sensación de ser una carga para sus cuidadores. Si, además, hay una ley que sugiere que quizás deberías hacerles un favor y liberarles…