Caminar por un cementerio desconocido puede evocar una mezcla de emociones. Puede traer tristeza por la muerte de un ser querido o sentimientos de gratitud por la vida que tienes. Sin embargo, para aquellos que aprecian la paz de un cementerio, es una invitación a conocer la vida de completos extraños que nos han precedido.
Este fue precisamente mi caso en una visita reciente al cementerio en Priory Church, Malvern, en Worcestershire, Inglaterra. (¡Se pronuncia wus-ter-sheer para aquellos a los que les apetezca probar!)
Para proporcionar un poco de historia: el priorato se encuentra en las idílicas colinas de Malvern, pero originalmente fue el hogar de 30 monjes en el siglo XI.
A lo largo de los siglos, el monasterio se expandió sustancialmente e incluso recibió dos vidrieras de Enrique VII, cuyo hijo, Enrique VIII, saqueó. Pero gracias a la comunidad local, el priorato, completo con una exquisita nave normanda (románica), ahora se encuentra en todo su esplendor para dar la bienvenida a los feligreses de la Iglesia de Inglaterra.
Adjunto al priorato hoy hay un pequeño cementerio donde descansan algunos miembros de familias locales. Sin embargo, hay una lápida notable allí de una niña que no era de la comunidad: la segunda hija de Charles Darwin, el aclamado naturalista, geólogo y biólogo.
La tumba, que nunca deja de tener flores, es conmovedora dada la edad de la niña, Anne Elizabeth Darwin, que nació en 1841 y murió solo 10 años después. Su simple inscripción, "una niña querida y buena", no ilustra del todo la profundidad de los sentimientos de Darwin por su amada Anne.
Su mujer estaba embarazada
Cuando la esposa de Darwin, Emma, estaba embarazada de su noveno hijo, Anne enfermó gravemente. Darwin decidió dejar atrás a su familia y llevar a su pequeña hija, a quien describieron como su hija "favorita", a la ciudad balneario de Malvern para recibir una cura de aguas. Lamentablemente, sucumbió a su enfermedad (posiblemente tuberculosis) mientras estaba allí y murió poco después de cumplir 10 años.
Si bien la historia de Anne Elizabeth es muy triste, revela un lado de Darwin que la mayoría de la gente desconoce. Atípico para la época y su estatus social, Darwin era en gran medida un hombre de familia y un padre práctico. Su desesperado esfuerzo por salvar a su hija mostró su lado más humano, paternal, alejado de todas sus teorías científicas. Al final, a pesar de su fe vacilante, la depositó amorosamente en los brazos de Jesús, como sugieren las inscripciones “IHS”.