Tener doce hijos hace que, de vez en cuando, alguna tertulia de televisión se ponga en contacto con nosotros para entrevistarnos. Esta semana volvió a suceder: una televisión nacional nos invitó a opinar sobre los nuevos datos de natalidad, tras la tímida alarma que provocaron los registros del primer semestre del año, los más bajos de las últimas ocho décadas, ya por debajo de 1,3 hijos por mujer.
¿Qué dije en mi intervención? Primero, le di un pequeño tirón de orejas a la prensa sensacionalista que gusta de manejar cifras escandalosas, como que la vuelta al cole de un niño ronda la media de 800 € por niño. Por supuesto, puede costar 800 € y mucho más, pero no necesariamente.
¿Cuánto cuesta el día a día de un hijo?
Un hijo te puede costar todo lo que quieras: puedes matricularlo en Harvard o en una universidad pública española, le puedes comprar unas katiuskas de 12 ó de 120 €, puedes invitar a toda la clase a un parque de bolas por su cumpleaños o invitar a sus seis mejores amigos a merendar en casa. Pero flaco favor hacemos a la gente y al país señalando siempre el escenario más caro posible.
Entre todos, debemos ayudar a crear una sociedad que se ilusione con cada nueva vida, y no generar miedo sembrando incertidumbre sobre la viabilidad económica de tener un hijo. Con sensacionalismo no ayudamos a nada ni a nadie.
Qué miedo se esconde
Sin embargo, lo que me parece más relevante para explicar estos datos de natalidad, mucho más que la economía, es la fragilidad actual de los matrimonios.
Si vas a hacer un viaje largo y crees que tu coche puede averiarse durante la travesía, si crees que te puede dejar tirado a mitad de camino, elegirás ir ligero de equipaje: una mochila o una maleta, algo que puedas cargar tú solo. Si, por el contrario, crees firmemente que el coche puede llegar hasta el final, hasta la meta, lo llenarás de maletas con todo lo necesario y con los "por si acasos". Porque sabes que todo ese peso no va a recaer sobre ti. Con los hijos pasa lo mismo. Si el matrimonio no es para toda la vida, si vivo bajo la espada de Damocles, sabiendo que mi relación se puede romper en cualquier momento, si todo se puede desmoronar porque alguno de los dos ya no siente las mariposas en el estómago, pues tendré los hijos que sea capaz de sacar adelante en solitario. Yo, desde luego, en esas condiciones no habría tenido doce. De hecho, no sé si habría tenido alguno. Pienso que la crisis de la natalidad es una consecuencia directa de la crisis del matrimonio.
Me preguntaron qué lujos tiene una familia tan grande como la nuestra en estos tiempos tan difíciles. Les respondí que nuestro hobby favorito es el mismo que tienen todos los parisienses: ir de picnic. Además, tenemos la suerte de vivir en la zona del planeta donde es más fácil encontrar sitios maravillosos para estirar la manta en el suelo (para envidia de los franceses): Galicia. Comida casera, naturaleza, y un balón, suelen ser nuestros imprescindibles. Pero también disfrutamos de algunos otros caprichos, de vez en cuando: por ejemplo, este verano aprovechamos un día del espectador para ir juntos a ver la película de Santiago Segura “Padre no hay más que uno 3”. Una saga que nos encanta por tratar el tema de la familia numerosa de una forma tan alegre y tan positiva.
¿Qué hacer para fomentar la natalidad? Si me lo preguntan, yo recomendaría que dejen de asustarnos desde los medios de comunicación, que no nos envenenen con el miedo a tener hijos. Creo que solo pretenden captar nuestra atención, y el cebo que utilizan para ello es difundir cifras escandalosas. Y, mucho más importante aún, les animaría a promocionar el matrimonio para toda la vida, a promocionar la familia, y a promocionar más las películas de Santiago Segura sobre la familia. Why not?