La madre María Berenice Duque Hencker desafió una sociedad y una época en la que la mujer apenas tenía oportunidades de liderazgo. Su vocación de trabajar por los excluidos se tradujo, entre otras obras, en la fundación de dos comunidades religiosas femeninas y de los Misioneros de la Anunciación.
Fue esta última iniciativa la que más tropiezos tuvo, debió ser disuelta 15 años después de ser fundada. La madre Berenice murió en 1993 sin presenciar su reapertura, pero con total convicción de que con los misioneros se cumpliría la voluntad de Dios.
La ceremonia de beatificación de la hoy sierva de Dios se realizará este 29 de octubre. Asistirá, como delegado del papa, el cardenal Marcello Semeraro, prefecto del Dicasterio para la Causa de los Santos, según anuncio del Vaticano. Una noticia que fue recibida con gozo por la Iglesia colombiana y, especialmente, por los institutos que siguen sus enseñanzas.
Una misionera incansable
Al nacer, en 1898, la religiosa fue bautizada como María Ana Julia. Muy pronto manifestó su amor por Dios y por el prójimo, llamado que la llevó a ingresar a la Congregación de las Hermanas Dominicas de la Presentación, a los 19 años.
En 1943 fundó la Congregación de las Hermanitas de la Anunciación. En 1957 dio origen a la comunidad de las Hermanas Misioneras de Jesús y de María, para acoger a mujeres afrodescendientes que eran discriminadas y querían ofrecer su vida a Dios.
Se podría pensar que era suficiente con estas dos causas apostólicas, pero la madre María Berenice no se cansaba, como dice el hermano Carlos Eduardo Castañeda:
«Su celo apostólico podría compararse al de los grandes misioneros, que no conformes con ir a un campo, ya visualizan los campos futuros para evangelizar. Para ello quiso responder a las necesidades concretas de la sociedad: ya tenía quien se encargase de las familias, de la formación de la niñez y la juventud, y la evangelización en las etnias afrodescendientes. Faltaban los marginados de la sociedad».
Así fue como nació la asociación masculina Misioneros de la Anunciación, lo que le valió múltiples críticas y rechazos, inclusive dentro de la misma Iglesia. Ella sabía que estaba rompiendo moldes al iniciar una causa para hombres, pero no se daba por vencida. En este rasgo de su carácter fue muy parecida a su paisana y única santa colombiana, Laura Montoya, también monja, quien a lomo de mula se internó en la selva con un grupo de mujeres para luchar por los derechos de los indios, los más vulnerables a los ojos de Dios.
Pobres entre los pobres
Mientras viajaba en un avión, la Madre Berenice conoció a un joven, quien le preguntó por el nombre de la comunidad y si tenía también comunidad para varones. Él fue uno de los primeros candidatos de la fundación, que empezó con siete jóvenes.
No fue fácil encontrar una sede, como se los comentó en ese momento a las religiosas:
«Os suplico amadas hijas pidáis mucho por la fundación de los Anunciatos, parece que es voluntad de Dios, pero cuántas dificultades».
Con el apoyo de la Nunciatura Apostólica y del cardenal del país, inició en firme la nueva rama de la Anunciación en una pequeña casa cerca de la ciudad de Bogotá. La misión era la siguiente:
«Hacer presencia entre los más pobres y donde la iglesia los necesite, siendo testigos de la acción misericordiosa de Dios. Apóstoles de Cristo que vivan con Él, en la intimidad de la oración, la contemplación y la reparación, servidores de Jesús haciéndose pobres entre los pobres».
En 1970 se ordenó el primer sacerdote. Y diez años más tarde, por las varias dificultades, el obispo de Medellín, a donde se habían trasladado, tomó la decisión de disolver la obra; a pesar de las contrariedades, la madre los animaba: «Hermanitos, obedezcan a la Iglesia, cumplan la voluntad de Dios». El hermano Carlos recuerda que «cuando ella enfermó no pudo estar muy al frente de una obra muy nueva, y tiempo después pasamos por el proceso de disolución».
Luego de varios años de intentos por reiniciar la fundación de los hermanos de la Anunciación, con el apoyo del capítulo general de las hermanitas de la Anunciación, la Arquidiócesis de Bogotá aprobó la conformación del Instituto Religioso Clerical Misioneros de la Anunciación.
Bajo la misma espiritualidad
Actualmente están dirigidos por monseñor Gabriel Londoño, quien fue nombrado superior por el arzobispo de Bogotá, donde tienen la casa principal. Además cuentan con una importante obra en la diócesis de Soacha, municipio cercano, donde atienden marginados y habitantes de calle de zonas vulnerables.
«Continuamos bajo las constituciones y los escritos de madre Berenice, y con la misma espiritualidad de las Hermanitas de la Anunciación. La diferencia es el carisma, porque ellas se dedican a la niñez y juventud. El nuestro es proyectar el rostro misericordioso de Dios a todo el que sufre marginación social», puntualizó a Aleteia el hermano Carlos, quien hoy está encargado de la Pastoral Vocacional.
En su camino por la extensión del Reino de Dios, el instituto continúa proyectando y abriendo las puertas para los jóvenes que quieran formar parte de la vida religiosa sacerdotal y el proyecto de santidad de la madre Berenice, quien recibió el llamado del Corazón de Jesús de entregar a la iglesia un instituto de sacerdotes y hermanos que vivieran a profundidad la espiritualidad eucarística y mariana.