Verónica de la Paz nació en la Ciudad de México, tiene 40 años, es licenciada en Sociología y tiene dos maestrías, una en Terapia Familiar y otra en Pastoral Urbana. Labora actualmente en la Vicaría de Pastoral en la Comisión de Misión y Línea de Vida de la Arquidiócesis Primada de México.
-¿Cómo te inicias en el ministerio de sanación y exorcismos?
Venía de un caso complicado, de una separación matrimonial, y cuando uno empieza con problemas en la vida regresa a la raíz y para mí la raíz era Dios. Entonces, comencé a acercarme a la iglesia y fui a un congreso que, precisamente, trabajaba el tema de la liberación. Ahí conocí a dos personas que hicieron una oración muy bonita por mí.
Oraciones en lenguas que en ese momento yo no tenía idea de que existían, pero el mensaje fue muy claro:
La verdad es que en su momento vi a la persona que estaba orando y yo decía “qué linda, me quiso ayudar”. Pero en ese momento se acercó otra persona y continúo el mensaje y me comunicó que la Virgen y Jesús me querían mucho y que me tenían otro mensaje. Entonces yo pensé: “todos se volvieron locos en este congreso”. Finalmente, el otro mensaje fue que querían regalarme unas rosas y que imitara las virtudes de María.
Para ese momento yo era un mar de lágrimas. No sé decirte qué pasó, pero muchas cosas se movieron en mi interior. Recuerdo que había una capillita donde estaba el Santísimo expuesto y solo me dio por llorar y agradecer muchas cosas como el camino de fe que mi mamá me había enseñado desde muy chiquita.
Y a partir de ahí me cambió la vida y me sugirieron que fuera con unos padres exorcistas que entonces estaban en Campeche. Y fue así como llegué a conocer a los Apóstoles del Inmaculado Corazón de María que estaban en un lugar improvisado. Le platiqué al padre Ricardo Coll la historia que tenía en ese entonces con mi pareja.
Mi primera entrada fue como de película, porque llegué y vi el ambiente un poco extraño. Había unas señoras rezando el rosario y empecé a escuchar unos gritos horribles que decían “¡cállense, no los soporto!”. No soportaba que rezaran el rosario. Cuando oí esa voz, era una voz horrible, de miedo; me espanté y empecé a rezar.
En el primer exorcismo
Después de eso, empecé a ir misa ahí todos los domingos y, un buen día, después de misa, se acercó uno de los padres, el padre Jorge y me dijo:
“A ver, tú, acompáñame, tráete tu rosario”. Yo no llevaba rosario, una señora me lo prestó, entré con el padre y así fue como tuve mi primera experiencia en un exorcismo y acabé desmayada al lado del padre.
Finalmente, cuando empezamos a rezar por la persona, esta tuvo unas manifestaciones sobrenaturales: su vientre comenzó a crecer y empezó a hablar muchas cosas y fue cuando me desmayé y el padre rezó por mí.
Cuando desperté, la señora que tenía el proceso de liberación, se despertó y me pidió perdón. Ella salió del trance y me dijo:
Esa fue mi primera experiencia en la que empecé a entender que Dios se manifiesta en todo y en todos, y me tocó experimentar algo que, para ese momento, a mí me parecía algo sobrenatural y pensé que solo pasaba en las películas y que era solo mito de la Iglesia que nos quería meter miedo.
Mi vida empezó a cambiar cuando vi que realmente el demonio existe. Cuando estoy en el proceso de acercarme a Dios, también vi muchos milagros hermosos en este Ministerio de sanación, en donde Dios se manifiesta en cosas desde lo más pequeño y cotidiano, hasta lo más extraordinario.
-¿Tú estabas poseída o más bien tenías solo heridas?
Yo traía muchas heridas. Estuve en una relación que quise mucho, que busqué por todos los medios salvar, pero de verdad era muy difícil. Lo más extraño es que todo surgió por diferencias religiosas. Fue un caso, todavía, para mí inexplicable porque no entiendo qué pasó. Quien fue mi esposo comenzó a ver muchos documentales por el internet sobre el capitalismo, la religión, etc. Él se obsesionó con estos temas y junto con él, me enfermé yo. Los puntos que más nos separaron es que no quería tener hijos, quería que si los teníamos no tuvieran una religión y que no fueran a la escuela.
Yo le decía que podía vivir en el campo, porque teníamos una granja, en un clima de 40 grados, en una casa de techo de lámina, pero que no podía vivir sin Dios y sí. esa fue la principal causa para que nos separáramos.
Cuando nosotros estábamos firmando nuestra acta de divorcio, la juez nos dijo:
“Pero yo no veo que se lleven tan mal”. También en ese momento él me dijo: “Hitler también pensó que estaba en la verdad, ¿tú de verdad crees en lo que me estás diciendo?”. Y yo le dije que sí, que de verdad creía fielmente que Dios existía y que me quedaba con Dios, y él me dijo: “Ok, pues entonces firmo”. Y esa fue nuestra causa de divorcio.
"Mi esposo no era la misma persona"
Yo en ese momento no sabía explicar qué pasaba. No era la misma persona de la que me enamoré y de verdad habían cambiado muchas cosas en su interior y en su forma de pensar.
Ya después entendí que podía haber una influencia de algo más. En este caminar Dios me fue mostrando que existe el bien y el mal, y probablemente en ese momento, el que era mi pareja, pudiera haber estado influenciado por algo de este tipo. Yo recuerdo haber ido en la camioneta y decir:
“Señor, ahora somos tú y yo, va a ser como tú quieras”. Y me cambió la vida, Dios me cambió la historia.
-Regresando al punto cuando presenciaste tu primer exorcismo, dices que te desmayaste por la impresión. ¿Fue muy impactante para ti?
Yo creo que sí, el padre me dijo que no me preocupara. Yo tenía heridas, ansiedad por la situación sobre mi separación.
La Virgen fue la que me ayudó en mi proceso de sanación. Cuando tienes ansiedad lo primero que te recetan es un medicamento. Yo decidí poner todo en manos de Dios y dejar que él fuera actuando.
Me fue sanando por medio del servicio, y eso siempre lo he dicho, cuando dejas de pensar en ti y volteas a ver a los demás, te vas olvidando de ti mismo, de tus propios problemas para empezar a ver al otro y, cuando miras al otro, vas sanando.
Y Dios así lo hizo conmigo, me fue sanando sin ningún medicamento, únicamente a través del servicio; me dediqué de lleno a la evangelización durante siete años y, en el caminar, Él fue haciéndolo todo.
-¿Cómo lo enfrentaste?
Lo más impactante fue saber el poder de Dios. Era impresionante cómo es grande Dios, cómo es poderoso y cómo lo tiene todo en sus manos.
En los casos de exorcismo que vivimos, muchos jóvenes en los retiros se nos ponían muy mal. A veces rezábamos hasta diez horas y la persona no regresaba, se seguía rasguñando, mordiendo y entre varios la sometían. Pero lo más impactante era el odio del demonio hacia las cosas sagradas, hacia la presencia de Jesús y María. Realmente odiaba que estuviéramos orando y que le arrancáramos personas, en el sentido de que pudieran ellos cambiar de vida, del pecado, hacia una vida de camino con Dios.
-¿Qué percibiste en los exorcismos?
Cuando no es la persona y es el demonio, cuando están en trance, de verdad puede hacer muchos estragos.
Tuvimos el caso de una chica que encerró a sus papás en su casa, influenciada por el malo, tomó las llaves de la camioneta y, sin saber manejar, la condujo hacia nuestra comunidad en donde nosotros estábamos en oración.
Llegó a tocarnos la puerta y uno de los chicos nos dijo que era Gaby y cuando la recibimos nos gritó e insultó. Lo más extraño es cómo el demonio puede tomar posesión del cuerpo físico, pero no del alma, porque el alma es de Dios, y esto es algo bien importante.
Cuando Gaby volvía de los trances, estaba consciente en el sentido de que la perturbaban y, cuando realmente ella quería hacer las cosas bien, algo pasaba, era como si hubiera trabas y algo que le impidiera obrar hacia el bien. Era una lucha y un proceso que ella tenía que vivir de manera personal.
Lo importante de estos casos de liberación es que Dios los permite para la salvación de esa alma y de las almas a su alrededor. Gracias a esos casos sobrenaturales se convierte la persona, se convierte la familia y se convierten todos con los que interactúa.
El demonio siempre quiere meter miedo
Entonces, cada caso es muy diferente. El demonio siempre quiere meter miedo y, generalmente, cuando había voluntarios alrededor siempre les decía “te voy a matar”, “te conozco”, “eres un pecador” y muchas veces, si alguien no estaba en estado de gracia, el demonio decía sus pecados. A mí una vez me dijo: “tantos años y todavía no aprendes las oraciones”.
Por qué una persona llega a estar poseída
-¿Por qué crees que las personas llegan a ser poseídas?
Hay dos caminos: el camino de aquel que abrió una puerta por medio de su libertad; pero también está el otro camino, que es un misterio de Dios, que son personas que realmente no tuvieron ninguna puerta para abrir y, sin embargo, tienen estas manifestaciones.
Estas eran las que más trabajo me costaba entender y comprender. El padre me decía que todos los males que Dios llega a permitir, son para un bien mayor, para la salvación, para la santificación de esa alma que ya era buena, pero que aparte quería la conversión de las almas alrededor.
Esto hay que mirarlo mucho con los ojos de la fe para entender los porqués y los para qué.
¿Cómo protegerse del diablo?
-¿Tú cómo te protegías?
Como protección no hay más que la santa comunión, la confesión frecuente y la vida de gracia. Ese es tu mejor escudo, además de confiar plenamente en el poder de Dios y saber para quién trabajas. Porque el demonio claro que quiere meterte miedo, pero en el fondo sabes que Dios te está cuidando, que estás trabajando para Él y que no te va a dejar.
Esa confianza en la voluntad de Dios, en el caso de las cosas que te puedan pasar, buenas y malas en tu vida, es esencial.
¿En algún momento me molestó el demonio? Sí, bastante. Lo primero fue por el lado económico al venirse mi negocio abajo, por ejemplo. En el caso de los chicos poseídos, pues siempre había arañazos, golpes, moratones y también accidentes. Trabas, circunstancias, siempre era una lucha, muchas trabas para que las cosas buenas se dieran.
El demonio quiere ser como el imitador de Dios. Por ejemplo, el Espíritu Santo da ciertos dones y el demonio da los mismos dones, pero el problema es que los cobra y estos siempre acaban por hacer mal y dañar. En cambio, los dones del Espíritu Santo hay que saber discernirlos.
La forma de diferenciarlos es por los frutos, como dice el evangelio, por los frutos se conocerán. El demonio no va a lograr conversiones, no va a lograr cambios de vida; te puede curar de una enfermedad por medio de un brujo, pero siempre habrá un precio por pagar.
En cambio, el don del Espíritu Santo siempre tiende al bien y a la formación de comunidad para bien de la Iglesia. Entonces, el discernimiento es la vida de la persona y la conversión gracias a esos dones, es decir, las almas regresan al camino de Dios.
"Me volví a enamorar de Dios"
-¿Te fuiste a vivir a Campeche para estar cerca de los sacerdotes?
Todo esto me pasó en Campeche y el punto decisivo fue cuando yo me separé y decidí entre quedarme ahí sola o regresarme a la Ciudad de México. Decidí quedarme ahí porque ya para ese momento Dios ya me había tomado de la mano. Me habían invitado a un retiro en una comunidad de jóvenes y me volví a enamorar de Dios.
Cuando decides decirle sí a Dios, no es que se te abra el campo de rosas, al contrario, me fue de la fregada.
Te puedo decir que en lo personal me fue muy mal: mi negocio que era próspero, como mencioné antes, se vino para abajo, me empecé a quedar sin dinero en una ciudad en donde no tenía a nadie de familia más que a estos jóvenes, a la comunidad a la que yo me había insertado.
Pero algo me decía que continuara ahí, que confiara en Dios. Es como si Dios me hubiera quitado todo, para después dármelo todo. Me empezó a dar todo lo que yo no esperaba: una familia, la Comunidad “Pan de Vida”. También me puse a estudiar Terapia Familiar a nivel maestría.
Comencé a dar terapia en mi casa y acabé con una propuesta de trabajo en un Centro Penitenciario y tenía miedo.
Le comenté a mi mamá la propuesta de trabajo y me dijo que acababa de terminar una novena a la Virgen de la Encarnación y que ella creía que Dios quería que trabajara en ese lugar y dije sí al trabajo.
Las famosas voces
-Cuando un homicida, por ejemplo, declara que antes de matar escuchó una voz, ¿están influenciados o poseídos?
En el tema del demonio, siempre queremos echarle la culpa de todo, pero también hay que saber discernir, primero la parte humana y después subir al plano espiritual.
Me refiero, con el plano humano, a analizar la psicología de la persona, porque puede tratarse de una esquizofrenia, de una enfermedad mental producida por cuestiones químicas del cerebro. También hay casos que vienen combinados: la parte psiquiátrica y la influencia demoníaca.
Esos son los más complicados porque hay que discernir si tienen ambas. Y otros son los casos espirituales, ya sea por medio de una vejación o una posesión de la persona.
Caso por caso
No podemos dar diagnósticos tan fácilmente. Hay que conocer y meterse en el caso particular de cada persona. Lo más maravilloso de esto es que Dios puede cambiar el corazón de cualquier hombre y de cualquier mujer, independientemente de lo que hayan hecho. Y en el penal lo más lindo que pude presenciar, fue eso.
-¿Qué pasa con los casos de la guerra del narco en donde hay sicarios que comen la carne humana de sus víctimas, como si se tratara de un sacrificio?
Efectivamente hay una relación muy cercana. Puedes ver a los que tienen a la Virgen de Guadalupe o su San Judas, ahí en la cárcel, pero por otro lado están los que tienen a la Santa Muerte.
La mayoría de las personas de la delincuencia organizada eran ex sicarios. Me platicaban su experiencia de inicio dentro del cártel. Inician con la biblia satánica, el famoso macho cabrío, y cómo van pidiendo, conforme van avanzando, que realices ciertas cosas, ciertos retos, todos en consagración al demonio. Y por eso vemos tanta violencia en la narcoguerra y cosas espantosas que cometen estos sicarios consagrados al mal.
Definitivamente te puedo decir que sí hay una relación, pero todo acto de maldad en el corazón humano siempre tiene influencia de este tipo. En el caso de muchos cárteles, te puedo decir que la gran mayoría tienen esta influencia detrás, esta parte satánica que los inspira.
-¿Cuáles eran las condiciones para que tú te sentaras a hablar con ellos?
Lo más chistoso es que yo no tenía la capacidad ni la formación que debía tener. En realidad no tenía los conocimientos. Entonces, lo primero fue saber y ser consciente de que no era yo la que platicaba con ellos y los escuchaba, eso no venía de mí.
Puedo decir que estaba súper consciente de mi nada, porque no sabía cómo tratar con estos casos en el penal. Dios siempre agarra burros para que sepan que si hay algo bueno no viene de ellos sino de Él. A mí nunca me dio miedo hablar con los ex sicarios o reclusos, era como si pudiera ver cómo Dios los miraba; era entender que Dios los amaba profundamente.
Lo que nunca hice fue leer el expediente de la persona, a menos que ellos me lo contaran. Solo los miraba a los ojos y solo miraba a la mujer u hombre herido de tanto tiempo, porque todos llegan a delinquir por una historia personal que fue difícil y que no fue sanada.
Entonces, cuando los ves como tus hermanos, como hijos de Dios, con la capacidad de cambiar y convertir su vida, todo es diferente.
Siempre me decían “no van a cambiar”, pero yo de verdad creía y sigo creyendo que toda persona puede cambiar y regresar a Dios independientemente de lo canijo que se haya portado o los crímenes que cometió.
¿Qué percibías en los rostros de los ex sicarios y reclusos?
Lo más interesante es devolverles la dignidad y eso era lo que hacía la diferencia: volver a mirar a la gente con la dignidad que tienen como personas; enseñarles a amarse para que se vuelvan a valorar. Eran unos minutos en que se volvían a sentir seres humanos.
Necesidad de ser escuchados
-¿Cuál era tu papel o función laboral en el reclusorio?
Mi papel era escucharlos. En una ocasión a un chico de 21 años le dieron 98 años de sentencia por feminicidio y homicidio. Entonces, me lo llevaron y la verdad era un reto, porque tenía que trabajar en el sentido de vida, aun allá adentro.
Hay muchísimos casos de suicidio en los centros penitenciarios por lo mismo. Son situaciones muy complejas las que se viven en un centro penitenciario. El reto es plantear el sentido de vida porque tienen la necesidad de ser escuchados y de que alguien les vuelva a decir lo valiosos que son como personas.
-¿Qué prefieres, estar con los poseídos o con los reclusos?
Me quedo con Dios a través de ellos.
-¿Puedes decir que encontraste momentos de felicidad en el ministerio de sanación, liberación y exorcismos y en el reclusorio?
Sin duda.
¿El reclusorio es un infierno en la tierra?
Es un lugar de ambivalencias, porque lo puedes hacer el infierno o lo puedes hacer el cielo.
Libro y niños con cáncer
Tuve un caso, del recluso más difícil, con él nadie quería hablar ni las trabajadoras sociales, ni los abogados. Yo bajé la primera vez con él, con mi jefa que era la psicóloga del penal y la primera vez que me vio fue agresivo. Entonces yo le dije: “Ni siquiera me conoce”.
En el discurso me di cuenta que al señor le gustaba leer. Evidentemente no iba a querer ningún tipo de ayuda, entonces le ofrecí libros y primero no quería, pero luego accedió y me dijo: “La puedo volver a ver si me trae los libros”.
Entonces le llevé unos, le gustaron y solo era una relación de conveniencia. Para ese entonces me habían regalado un libro que se llama El camino de los ángeles de Susana Troyoy. Sin leerlo, se lo llevé al señor dentro de una lista de libros y ese lo coloqué al final.
Yo sabía que la mitad del libro se trataba de niños con cáncer que fallecieron y sobre lo que empiezan a ver antes de morir: a Jesús, a su Ángel de la Guarda, a la Virgen.
El caso es que llevé los libros al penal, se los di a escoger al señor y escogió el último, el de los niños con cáncer. Él dibujaba muy bien, entonces le dije: “Usted se lleva el libro, pero qué le parece si usted me hace unos dibujos para los niños con cáncer y yo me comprometo a llevarlos a Mérida y entregarlos de su parte”, y me dijo que sí y se fue.
Al poco tiempo regresó y venía privado. Con una cara muy retadora me volteó a ver y me dijo: “Quiero que me diga cómo lo supo”. Se dejó caer sobre una silla y se puso a llorar como un niño. Yo tenía la piel chinita porque siempre lo había visto molesto.
Le dije que yo no sabía qué había pasado y él me dijo: “Es que ayer le pedí a Dios que me diera la oportunidad de hacer algo bueno por alguien y usted hoy me pide que haga algo bueno por estos niños, ¿cómo lo supo?”. Le dije que no sabía y que lo único que le podía decir era que Dios nos escucha a todos.
Él hizo en unos platos unos dibujos y los llevé a Mérida. A los niños les conté su historia y los niños le mandaban cartas de aliento, vídeos y él empezó a cambiar.
Lo más curioso es que cuando los demás reclusos empezaron a leer el libro no paraban de llorar. Y les hacían a los niños con cáncer detalles como pulseras, rosarios, hamacas y luego hicieron un torneo de fútbol donde cada uno de los equipos tenía un nombre de los niños con cáncer.
Mi intención era llevar a los niños a los más grandes, al penal, pero tuve que salir del penal por mi seguridad y dejar el estado de Campeche en tres días por un caso de amenazas y acoso.