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La reina Isabel II, una auténtica soberana cristiana

Elisabeth II

La reina Isabel II después de asistir a un servicio religioso en la iglesia St Mary the Virgin en Hillington, Norfolk, el 19 de enero de 2020.

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Marzena Wilkanowicz-Devoud - publicado el 08/09/22
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La anciana reina ha fallecido este jueves 8 de septiembre. Sus personales testimonios sobre su fe en Cristo brillan más que nunca en estos momentos. También Papa Francisco, en un conmovido telegrama, quiso rendir homenaje a "su ejemplo de entrega al deber, su inquebrantable testimonio de fe en Jesucristo y su firme esperanza en sus promesas"

Para los súbditos de Isabel II, desde el comienzo de su reinado en 1952, el mensaje de Navidad de la reina ha sido un evento particularmente solemne. Igual que los católicos siguen la retransmisión de la bendición Urbi et Orbi del Papa, millones de británicos no se pierden nunca este momento televisivo para escuchar con emoción a su reina y cabeza de la Iglesia de Inglaterra.

En 2017, Catherine Pepinster de The Guardian analizó el «giro deliberado hacia la religión» de la reina en sus discursos de Navidad, que destacaron algunas citas clave que nos gustaría compartir a continuación, junto con algunas otras que reflejan su fe y algunas reflexiones sobre su significado. Son particularmente notables porque reflejan los pensamientos personales de la reina de una manera especial.

Inicialmente transmitido por radio, luego televisado en 1957, el discurso de la reina es la única ceremonia en la que se dirige a la nación «sin que el gobierno lo escriba».

De hecho, como apunta The Guardian, las únicas personas que siempre estuvieron pendientes del texto que preparaba la reina fueron su secretario privado, el asesor teológico designado por la familia real; y, por supuesto, su marido, el príncipe Felipe, fallecido el pasado 9 de abril de 2021.

¿Por qué esta excepción? Probablemente porque sus reflexiones sobre la importancia de la fe cristiana en su vida tienen una evidente dimensión personal.

Con su acceso al trono, la reina también se convirtió en cabeza suprema de la Iglesia de Inglaterra. Como todos los monarcas británicos, Isabel II fue coronada y consagrada por el Arzobispo de Canterbury en una ceremonia que tiene su origen en la coronación de los reyes de Francia. Como tal, es «Reina por la gracia de Dios, defensora de la fe» (Dei Gratia Regina Fidei Defensor).

Muchas celebraciones religiosas dieron forma a su vida pública como «gobernante suprema de la Iglesia de Inglaterra», pero ha sido su mensaje anual de Navidad el que reveló claramente su relación con Dios y su fe personal. Esta conexión era visible incluso antes de que fuera coronada:

Hizo esta petición de oración en su primer mensaje de Navidad en 1952, seis meses antes de su coronación el 2 de junio de 1953 en la Abadía de Westminster en Londres.

La fe, "ancla de su vida"

Sus discursos de Navidad año tras año revelan una cierta evolución en la forma en que evoca su fe personal y valores cristianos como el perdón, la reconciliación, el amor y su sentido de servicio.

Durante los últimos 22 años de su reinado, como destaca The Guardian en su artículo de 2017, sus mensajes han tomado un tono diferente, casi íntimo. A la reina le gusta hablar de su fe como “el ancla de su vida”. En efecto, como señala Pepinster, desde el año 2000, Isabel II ha decidido dedicar su mensaje de Navidad a la historia de la vida y enseñanza de Cristo:

Su discurso abiertamente cristiano adquirió un tono aún más personal en 2014:

Dos años después, la reina explicó a través de su testimonio personal cómo encuentra en Cristo la "luz que guía" su vida.

Finalmente en 2020, en Nochebuena, desde el Castillo de Windsor, donde se aisló con el Príncipe Felipe a causa de la pandemia del COVID-19, prometió sus oraciones tras evocar la parábola del Buen Samaritano:

Su credo personal

¿Qué ocasionó este mayor enfoque en la fe en su mensaje anual de Navidad? La periodista de The Guardian, Pepinster, dice que, según algunos observadores reales, fue claramente en el 2000 aniversario del nacimiento de Cristo cuando la reina decidió hablar más abiertamente sobre su fe.

Otros, dice, ven detrás la mano de George Carey, entonces arzobispo de Canterbury.

Para Ian Bradley, profesor de historia en la Universidad de St. Andrews y autor de God Save the Queen – The Spiritual Heart of the Monarchy, es más probable que sea la influencia directa del príncipe Felipe: "Después de su relato muy personal en 2000, ella se animó a continuar porque me dijo que recibió 25 veces más cartas de lo habitual del público en respuesta a ese mensaje de Navidad que a otros, y contó con un gran apoyo del duque de Edimburgo", dijo Bradley a Pepinster.

Lo que llama la atención es este detalle que cambia: en su primer mensaje Isabel II pedía orar por ella. En el que pronunció en vísperas de su jubileo de platino, aseguró a sus súbditos sus propias oraciones. Una señal de que la sabiduría, el sentido del servicio y la búsqueda de Dios de Isabel II han seguido creciendo y uniéndose, convirtiéndola en una de las soberanas más radiantes y queridas, mucho más allá del Reino Unido.

ACTUALIZACIÓN: Papa Francisco hizo llegar a la Casa Real británica este telegrama

Profundamente entristecido al enterarme de la muerte de Su Majestad la Reina Isabel II, ofrezco mis más sinceras condolencias a Su Majestad, a los miembros de la familia real, al pueblo del Reino Unido y a la Commonwealth.

De buena gana me uno a todos los que lloran su pérdida para orar por el descanso eterno de la difunta Reina y para rendir homenaje a su vida de incansable servicio por el bien de la Nación y la Commonwealth, su ejemplo de devoción al deber, su firme testimonio de fe en Jesucristo y su firme esperanza en sus promesas.

Encomendando su noble alma a la bondad misericordiosa de nuestro Padre Celestial, le aseguro a Su Majestad mis oraciones para que Dios Todopoderoso lo sostenga con su gracia inagotable al asumir ahora sus altas responsabilidades como Rey. Sobre usted y todos los que atesoran la memoria de su difunta madre, invoco una abundancia de bendiciones divinas como prenda de consuelo y fortaleza en el Señor.

Vaticano, 8 de septiembre de 2022

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