Leticia Casans es «la voz» de los monasterios. Lleva doce años al frente del programa de Radio María «Monasterios y conventos», convertido ahora en un podcast que acerca la vida contemplativa a miles de personas en Internet.
Hace unos días, dirigió el XV encuentro virtual en torno al claustro, organizado por la Fundación DeClausura, que llevaba por título «Los contemplativos en la Historia», donde hizo un repaso histórico apasionante en el que mostró cómo los monjes y monjas, desde su surgimiento tras las últimas persecuciones del Imperio Romano (siglo IV), cambiaron decisivamente la historia de la Iglesia y del mundo.
En esta conversación, Leticia Casans nos confiesa el origen de su pasión por conventos y monasterios.
– Has dedicado buena parte de los últimos años de su vida a hacer que el corazón de muchas personas pueda palpitar con el corazón de las contemplativas y los contemplativos que han consagrado su vida a Dios a través de las ondas de radio. ¿Cuándo sentiste la llamada a contar lo que ocurre tras los muros de los monasterios?
Yo no sabía que tenía esta vocación hasta el momento en el que mi hija entró en el monasterio de Ávila, como carmelita descalza. Es verdad que desde que soy niña siempre me he ocupado de los monasterios, vendiendo productos de Navidad, todo tipo de cosas para las monjas.
Gracias a la hermana mayor de mi madre he tenido mucho contacto con la clausura española. He trabajado para la Asociación de amigos de los Monasterios. Pero al entrar mi hija Celia, en el Carmelo, me di cuenta de que las monjas necesitaban un apoyo de promoción de las vocaciones, más que dinero para edificios. Lo primero que necesitan es que la gente les conozca. Comprendí que muy poca gente las conocía en España y hay muchísimos monasterios.
En el programa de radio al inicio hice una entrevista como madre de una monja carmelita. La entrevista tuvo mucho éxito. Empecé entonces a colaborar con temas de historia de los monasterios en el programa. Al final terminé haciendo el programa, ya que los monasterios se convirtieron en mi pasión.
– España es una potencia mundial en vocaciones a la vida contemplativa. ¿Sigue siendo así?
Cuando yo empecé el programa hace doce años, España constituía la mitad de la Iglesia Católica en número de vocaciones a la vida contemplativa. Ahora estamos en un tercio. No quita que sigue siendo mucho, frente a la baja natalidad, frente a continentes como África o América.
Por poner un ejemplo: el Císter no reformado, en España, solo queda el Monasterio de Poblet. El superior es un español y él me dijo que donde tienen 1500 vocaciones es en Vietnam. Como él me contaba, el Císter es hoy una orden asiática (por número de vocaciones), pero quien está a la cabeza es un español.
– ¿Supone un cambio el hecho de que ahora haya vocaciones de otras culturas?
Supone mucho cambio para las comunidades. La cuestión cultural es importante, ya que el monasterio es una familia. En el caso femenino, la superiora es una madre; y en el caso masculino el abad, un padre. Por eso se llaman hermanos y hermanas. Con gente de tu país es más fácil hacerlo. Pero todos hacen un esfuerzo enorme. No quieren cambiar constituciones, ya que todos vienen siguiendo al padre fundador, sean del continente que sean.
Hay una historia preciosa del siglo XVII sobre la primera monja negra en España. La marquesa de Mancera asistió a una venta de niñas esclavas y entre las niñas vio a una de ellas que llevaba unas pulseras y la reconoció como princesa de una tribu africana. Se llevó la niña a su casa y la enseñó a bordar y a coser.
Cuando tuvo la edad la llevó a las monjas del Convento de la Penitencia en Salamanca. En esa época, no tenía muchas más opciones esa niña. Ingresó en el convento con el nombre de Sor Teresa Juliana de Santo Domingo, Chikaba, la primera monja africana. Hoy está en proceso de beatificación
– Con la actual crisis energética, después de una pandemia, pocas vocaciones, edificios antiguos y grandes… ¿Es sostenible la vida en clausura?
En España, está habiendo una evolución interesante: empezaron los monjes de la Orden del Cister, ya que igual que los Benedictinos, buscan ser autosuficientes. Empezaron a ver cómo autoabastecerse energéticamente: un pozo de agua con una bomba con placa solar, calefacción con placas solares… Ahora casi todos los monasterios están poniendo este tipo de instalaciones en cuanto pueden.
Por ejemplo, el monasterio de mi hija, en Ávila, ya está con placas solares. Ellos mismos se están montando una vida bastante sostenible. Encaja con concepto de respeto y amor a la naturaleza, respeto del medio ambiente. En casi todos los monasterios donde hay hombres o mujeres jóvenes lo están montando.
– ¿En qué orden encajaría Leticia Casans, imaginando que no tuviera hijos ni nietos?
Eso es muy difícil, ya que una cosa son los carismas, con sus santos fundadores, y otra son las personas. Hay órdenes religiosas que están renovándose muy bien, con las nuevas generaciones. Por ejemplo, en el momento en que llegan hombres jóvenes, se puede vivir la orden del Císter plenamente. Hay otras órdenes que están más apagadas.
Por ejemplo, si solo hay cinco ancianas en un monasterio, es difícil representar lo que se fundó y lo que han vivido durante siglos. No sé si me adaptaría a convivir… Tal vez me gustan todos.
Lo que tengo claro es que es Dios quien llama. Uno no escoge. Si tomas la decisión, algo sale mal, ya que cada carisma tiene algo especial, lleno de Espíritu Santo. Y en el fondo, todos son caminos que llegan al Cielo. Hay que hacer lo que Dios te pide, ese es el secreto.
– ¿Por qué crees que al mundo le parece más atractivo una religiosa en mitad de la selva que detrás de una reja?
Yo estoy muy en contacto con la Iglesia católica norteamericana, y me llamó mucho la atención que los católicos practicantes norteamericanos son muy fervientes y se toman muy en serio su fe. Ahora bien, solo un 14% tenía claro que la oración puede curar una enfermedad.
El resumen es que lo que nos falta son las virtudes básicas teologales: nos falta esperanza, nos falta fe, y nos falta la caridad mínima para llevarnos bien con los que tenemos alrededor, que es con quien Dios nos ha hecho nacer y vivir.
Vemos muy bonito lo que es ser misionero, porque vemos la labor humana, social. Ahora bien, muchas veces, buena parte de su labor, la podría hacer mucha otra gente. Lo importante, de esos niños, de esos ancianos, no son los cuerpos, son las almas. Eso es lo que no nos creemos.
Santa Teresita de Lisieux, la patrona de todos los misioneros del mundo, no salió nunca de un monasterio. Dedicó su existencia a orar y a sacrificarse por los sacerdotes, especialmente los misioneros. Por eso el Papa la proclamó patrona de los misioneros, para que nos creyéramos que necesitamos la oración para hacer lo que nos ha encomendado. Y así, podemos..
Durante siglos, se ha creído que el contemplativo tenía una oración más elevada, de mucho silencio. Se pensaba que de ese modo recibía muy bien el mensaje que Dios quería para las personas que se encomendaban a sus oraciones. Eran respetados enormemente. Ahora nuestro peligro consiste en convertir la gran virtud de la caridad en una organización no gubernamental. Y perder esa visión de profundidad que solo en la oración podemos encontrar.