"Vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús" (Lc. 1,32). Estas palabras que pronunció el arcángel san Gabriel tienen una dimensión cósmica, afectan el universo entero y toda la creación, visible e invisible, a hombres y ángeles.
Místicos y santos han expresado que entre los ángeles se produjo una gran alegría cuando Dios les anunciaba que su Hijo, Jesús, nacería como un hombre.
Sin embargo, no todos los ángeles sintieron esta alegría; hubo algunos que sintieron envidia y se rebelaron contra la Encarnación del hijo de Dios.
Una gran batalla
Esta rebelión, por parte de algunos ángeles, llevó a la gran batalla que se estableció en el cielo:
"Entonces se desató una batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles combatieron contra el dragón. Lucharon el dragón y sus ángeles".
El dragón y sus ángeles se detienen frente a la gran señal, la mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza (Ap. 12,1), buscando devorar al niño en cuanto este naciera (Ap. 12,4).
Esta señal es la Santísima Virgen María, y es una señal no sólo para los hombres, sino para el universo entero, incluyendo a los ángeles.
Ante ella se detiene el dragón y sus ángeles, como ya fue mencionado, y también san Miguel y el ejército celestial.
Por ello, este combate que se estableció en el cielo es el cuadro que da sus verdaderas dimensiones al drama humano que se desarrolla aquí en la historia.
En este sentido el demonio es el mentiroso que engaña respecto a la encarnación, y es el homicida que busca destruir y matar al Niño en el momento en que nace.
Este mentiroso y homicida es presentado por el Apocalipsis diciendo que es la "antigua serpiente", es decir, es el mismo enemigo que en el paraíso sedujo, por envidia, a Adán y Eva a rebelarse contra Dios y los hace caer en la muerte.
Si tenemos en cuenta que Jesús hecho hombre es la misericordia encarnada, de acuerdo a santa Faustina Kowalska, entendemos que esta batalla descrita por el Apocalipsis no es una batalla más.
Es la batalla contra el inicio del misterio central de la salvación. Es una rebelión radical e irrevocable contra contra la voluntad de Dios, contra su plan de salvación, contra la misericordia divina, contra María y el papel de la mujer y contra el hombre.
La fuerza de san Miguel
En este sentido Juan Pablo II afirmaba:
"Cuando se pierde el sentido de Dios, también el sentido del hombre queda amenazado y contaminado, como afirma lapidariamente el Concilio Vaticano II: La criatura sin el Creador desaparece... Más aún, por el olvido de Dios la propia criatura queda oscurecida…El eclipse del sentido de Dios y del hombre conduce inevitablemente al materialismo práctico, en el que proliferan el individualismo, el utilitarismo y el hedonismo".
Ante esta rebeldía, surge san Miguel Arcángel y su ejército celestial, quien al lanzar el grito de batalla "¿quién como Dios?" se opone a este intento de parte de Satanás y los demonios de oscurecer el sentido de Dios.
Dios está presente y su misericordia se encarna en un niño que nace en un pesebre.
De ahí que la fuerza de san Miguel es el primado de Dios y la manifestación de su amor.
El canto de los ángeles la noche de Navidad
Los ángeles en la noche en que nace el Hijo de Dios cantan: "Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace" (Lc. 2,13)
Los santos ángeles cantan porque se manifiesta la verdad, la bondad, la belleza y el amor, y estas realidades existen y se manifiestan en el Niño que ha nacido.
Pero también anuncian la paz a los hombres en los que Él se complace. Benedicto XVI ha hecho ver que el hombre en el que se complace Dios es Jesús.
"Las personas de la complacencia son por tanto aquellas que tienen la actitud del Hijo, personas configuradas con Cristo".
La victoria sobre el mal
Sin esta victoria de san Miguel y sus ángeles sobre la serpiente y sus ángeles no cantaríamos el "Gloria a Dios" en cada Navidad, no se manifestaría la belleza y la verdad y el amor, y no podríamos complacer a Dios.
Pero la historia nos dice que "no hubo ya en el cielo lugar para ellos [para los demonios] Y fue arrojado el gran Dragón, la Serpiente antigua, el llamado Diablo y Satanás, el seductor del mundo entero; fue arrojado a la tierra y sus Angeles fueron arrojados con él" (Ap. 12, 8-9).
Por ello en esta Nochebuena cantemos y alegrémonos juntos con estos buenos amigos y entonemos el "Gloria a Dios", porque nos ha nacido un salvador, Jesús que se ha hecho hombre.
¡Démosle gracias a san Miguel, que sin él y su victoria no habría navidad!
Feliz navidad y un año lleno de bendiciones.