"Tranquila y en silencio he mantenido mi alma como un niño saciado que se aprieta a su madre; mi alma en mí nada reclama"
Hoy me he levantado a las 4:00 a.m. Una voz interior, un impulso del alma me pide orar. A esta hora de silencios es tan fácil rezar, ponernos en la presencia paternal de Dios...
No hay ruidos que me distraigan, niños corriendo dentro de la casa, autos pasando en la calle de afuera, el móvil recibiendo mensajes. Todo es silencio y adoración.
Me encanta en este silencio decirle: "Escucha a tu siervo, Señor". Otro rato de silencio exterior y sigo orando: "Tú eres mi Dios, mi salvador, mi Padre, mi esperanza, mi testigo".
Aprendiendo de Jesús
Jesús es el maestro en la oración y nos enseña cómo hablar con Dios. Así nos enseñó a rezar el Padre Nuestro.
"De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar solitario y allí se puso a hacer oración".
Me gusta mucho rezar con los salmos. Jesús los usaba y millones de creyentes alrededor del mundo encuentran en ellos consuelo y paz.
Elegí el Salmo 86:
Escúchame, Señor, y respóndeme,
pues soy pobre y desamparado;
si soy tu fiel, vela por mi vida,
salva a tu servidor que en ti confía.
Tú eres mi Dios; piedad de mí,
Señor, que a ti clamo todo el día.
Regocija el alma de tu siervo, pues a ti,
Señor, elevo mi alma.
Tú eres, Señor, bueno e indulgente,
lleno de amor con los que te invocan.
Señor, escucha mi plegaria,
pon atención a la voz de mis súplicas.
A ti clamo en el día de mi angustia,
y tú me responderás.
Nadie como tú, Señor, entre los dioses
y nada que a tus obras se asemeje.
El silencio te prepara para recibir a Dios
Leí un artículo maravilloso que decía: "El silencio es a menudo el "lugar" en el que Dios nos espera: para que logremos escucharle a Él, en vez de escuchar el ruido de nuestra propia voz".
Me gusta este silencio, conmueve el alma, la apresta a recibir a Dios y llenarse Él.
Me recuerda a Dios, me ayuda a estar en su presencia silenciosa y amorosa. Cuando parece que no está es cuando más cercano lo tenemos, pues "en Él vivimos, nos movemos y existimos".
El silencio me encanta, me ayuda a reflexionar y rezar.
"Oro puro"
El silencio exterior e interior es fundamental para rezar. Santa Faustina Kowalska en su Diario (552) tiene unas palabras reconfortantes sobre la importancia del silencio exterior para rezar. Son verdaderamente extraordinarias:
"Además de los votos veo una regla importantísima; aunque todas son importantes, ésta la pongo en el primer lugar y es el silencio.
De verdad, si esta regla fuera observada rigurosamente, yo estaría tranquila por las demás.
De verdad, el Espíritu Santo no habla a un alma distraída y charlatana, sino que, por medio de sus silenciosas inspiraciones, habla a un alma recogida, a un alma silenciosa.
Si se observara rigurosamente el silencio, no habría murmuraciones, amarguras, maledicencias, chismes, no sería tan maltratado el amor del prójimo, en una palabra, muchas faltas se evitarían.
Los labios callados son el oro puro y dan testimonio de la santidad interior".
Recogimiento interior
El silencio es reconfortante, me da paz, serenidad, alegría. El silencio abraza mi alma cuando voy a rezar.
A veces sobran las palabras, Dios me escucha, conoce mis intenciones, sabe lo que necesito.
La Madre Teresa de Calcuta lo aprendió:
"El silencio de la lengua nos ayuda a hablarle a Dios. El de los ojos, a ver a Dios. Y el silencio del corazón, como el de la Virgen, a conservar todo en nuestro corazón".
Sabía bien de lo que hablaba y valoraba muchísimo el silencio, el recogimiento interior para poder orar.
Los maravillosos frutos del silencio
Parece una palabra sencilla: "Silencio". Pero no lo es. Ayuda a no distraerte. ¿Acaso en tu visita a la biblioteca no viste un cartel colgado en la pared en el que se leía: "SILENCIO"?
La vida interior se enriquece con el silencio. Nos permite estar en la amorosa presencia de Dios.
La frase más famosa sobre el valor del silencio exterior en la oración la dijo ella, ha trascendido al tiempo y estoy seguro de que la conoces:
El fruto del silencio es la oración.
El fruto de la oración es la fe.
El fruto de la fe es el amor.
El fruto del amor es el servicio.
El fruto del servicio es la paz.
Ruido que distrae
Y todas estas maravillas parten del silencio.
Tanto ruido y ajetreo no nos permite rezar o escuchar a Dios. Estoy seguro de que te ha pasado.
Preocupado por las dificultades cotidianas, golpeado por los ruidos exteriores, empiezas a rezar.
—Padre Nuestros que estás…. ¡Santo cielo! ¿apagué la estufa? ¿Cerré bien la puerta de la casa?
Vas a verificar, sigues con tus oficios cotidianos y dejas a un lado tu oración.
En lo secreto
El silencio exterior e interior te atrapa, te envuelve en su serenidad. Posee la capacidad de ayudarte en tu oración y tu encuentro con Dios.
Respecto a la oración, son significativas las palabras de Jesús. Los años y la vida te hacen comprender su profundo significado y por qué las dijo:
"Pero tú, cuando reces, entra en tu pieza, cierra la puerta y ora a tu Padre que está allí, a solas contigo. Y tu Padre, que ve en lo secreto, te premiará".
Una petición final
Busca el silencio exterior y la serenidad para orar como hacía Jesús que se retiraba a lugares solitarios y pasaba las noches en oración.
A partir de hoy valora el silencio como un bien muy preciado, aprecia los momento de silencio e intimidad para estar con Dios.
Uno de mis lugares favoritos para encontrar silencio, paz y presencia de Dios son los pequeños oratorios de las iglesias, donde está el Sagrario.
Allí todo es recogimiento, adoración y oración.
Hoy cuando vayas al Sagrario a ver a Jesús, en silencio reza el Padrenuestro, dile que le quieres una y otra vez.
¿Al terminar me harías un favor? Dile a Jesús: "Amado mío, Claudio te manda saludos".
Prueba a orar en algún lugar apacible, tranquilo, donde encuentres silencio exterior. Luego me cuentas tu maravillosa experiencia y cómo te fue.
Te dejo mi email personal: cv2decastro@hotmail.com