Muchos católicos asisten a Misa el 3 de febrero para recibir una bendición especial de gargantas en honor a san Blas, obispo y mártir.
El sacerdote o diácono reza la siguiente oración mientras sostiene un par de velas junto a la garganta de una persona:
Por intercesión de san Blas, obispo y mártir, que Dios os libre de toda enfermedad de la garganta y de toda otra enfermedad. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
La bendición invoca el poder de Dios para liberar al individuo de toda enfermedad de la garganta y de toda otra dolencia.
Sin embargo, ¿por qué tantas personas reciben la bendición, pero nunca son sanadas?
La bendición de gargantas, ¿una devoción piadosa sin efecto?
Como con todo tipo de milagro, uno de los requisitos principales es una fe honesta y sincera en Dios. Este tipo de fe en Dios confía enteramente en Él y en su poder para sanarnos.
El Catecismo de la Iglesia Católica explica este requisito al hablar de los muchos milagros de Jesús.
Los signos obrados por Jesús testimonian que el Padre le ha enviado. Invitan a creer en Jesús. Concede lo que le piden a los que acuden a él con fe.
Esto significa que necesitamos examinar seriamente nuestra propia fe en Dios.
¿Creemos verdaderamente que Dios puede sanarnos?
A menudo, nuestras propias oraciones por sanación tienen un matiz de duda junto con ellas. Sabemos intelectualmente que Dios puede sanarnos, pero no creemos que realmente lo vaya a hacer.
Nuestra fe aún no ha dado el salto de la cabeza al corazón.
Además de una fe humilde en el poder salvador de Dios, una curación milagrosa debe estar dentro de la voluntad de Dios para nosotros.
Es posible que nos acerquemos a Dios a través del sufrimiento.
Jesús sanó a un grupo de leprosos en el Evangelio, pero solo uno regresó para expresar su gratitud.
La curación no garantiza una relación más profunda con Dios.
Cada vez que nos acercamos a Dios en busca de sanación, debemos hacerlo con fe, confiando en que Él nos conoce mejor que nosotros mismos.