Contar con adultos modelos. ¿Qué es lo mejor (o casi) que le puede pasar a un niño, a un chico o chica, a unos adolescentes? Pues contar, de entrada, con unos buenos padres y también con otros adultos significativos en la familia extensa como los abuelos o los tíos, o los primos mayores.
Pero no queda todo ahí: es bueno que un niño, un chico o chica, los adolescentes anden, en general, rodeados de adultos en su vida para aprender a vivir bien.
El primer contexto está en la escuela y fuera de la escuela
Primero están los buenos maestros, luego los tutores escolares que pueden coincidir con los maestros en la escuela. Maestros que se preparan las clases y que enseñan con entusiasmo y vocación y generan en los chicos ideas e iniciativas.
Un ejemplo ideal es el profesor de educación física que, aunque no es un tutor, actúa informalmente como un tutor porque ofrece su ejemplo en 360º en sus clases. Se le ve, se le escucha, su actuación es constante en mil detalles. Y enseguida se percibe su bondad, esfuerzo y relevancia.
Pero hay más casos: un estudiante, pongamos de 13 años, que participa del básquet federado en el deporte extraescolar. Y participa en una liga escolar: ya no es el profesor de educación física sino un entrenador quien actúa como acicate en la superación, en el esfuerzo, en la mejora técnica pero también personal.
Si este entrenador o entrenadora conecta con sus chicos o chicas puede ser mucho más importante el ejemplo de vida que el mismo baloncesto.
El modelo de los adultos: la mentoría
Los más jóvenes, sobre todo antes de los 18 años, necesitan un adulto –o varios en distintos contextos- diligente, bueno, dedicado en su vida. Y existen muchas posibilidades. Si en el colegio hablamos de un tutor que le orienta personal y académicamente, en la vida extraescolar ya hablamos de un mentor. En inglés, y en los países anglosajones, se habla frecuentemente del mentoring.
La mentoría es una relación recíproca y colaborativa que tiene lugar entre un mayor y un aprendiz. Aprendiz en materias variadas que pueden conducir a una vocación profesional.
El mentor –en básquet, teatro, música, voluntariado, etc.- suele ser un individuo experimentado que proporciona asesoramiento y orientación, y que actúa, normalmente como un modelo a seguir para el mentorizado o aprendiz.
Entonces es fundamental que su liderazgo sea constructivo.
En el ocio veraniego de los hijos los padres deben fijarse más en la calidad humana del mentor que en la espectacularidad de las instalaciones –vivienda, polideportivo, lago- de esa semana de tiempo libre. Está claro que deben estar materialmente bien atendidos, pero las personas son fundamentales.
Formas de mentoría y sus posibilidades
La mentoría puede tomar muchas formas, desde una relación de mentoría individual, uno a uno, hasta una mentoría que se dirige a un grupo de iguales.
El objetivo de la mentoría implícito en muchas de estas actividades es ayudar al aprendiz a desarrollar sus habilidades y conocimientos, y generar confianza en su autonomía, en su competencia.
Imaginemos unas colonias de verano. El monitor se comporta como un mentor que cuida de sus aprendices en el contexto del aprendizaje del inglés, o sencillamente en unas jornadas deportivas en un parque nacional con un lago que permite nadar o pilotar un kayak.
En ese contexto surgen muchas conversaciones y si el monitor-mentor se gana la atención y confianza del aprendiz, se pueden dar pasos grandes.
Entonces este mentor puede proporcionarle al aprendiz asesoramiento y orientación profesional, ayudarlos a establecer y alcanzar objetivos, y proporcionar apoyo moral. Incluso descubrir asuntos que a los padres les pueden ayudar.
Paso siguiente: el mentor debe ser muy, muy discreto y reservado. Entonces el aprendiz verá en él, como en su padre, en su maestro, en su tutor escolar, una referencia, un proyecto que le va a hacer madurar.
Los jóvenes necesitan un adulto cerca
Pensemos que lo más natural es que un chico o chica se mueva entre iguales. Lo que puede ser negativo es que se mueva solo entre iguales. Que siempre, en un ocio repetitivo, poco creativo sin ningún objetivo, deambule con los pares de aquí para allá porque ni la familia, ni la escuela ni la comunidad se han espabilado para construir un ocio constructivo al que pueda acceder.
Es posible que este ocio sea entonces cuando menos irrelevante y si los modelos de la pandilla son negativos podemos empezar a plantearnos temas de exceso de alcohol, drogas o violencia.
No tiene por qué pasar pero no es fácil que hoy un adolescente, unos adolescentes, se eduquen, desde la nada, a sí mismos. Podría suceder en contextos muy concretos –rurales, entre primos supervisados por sus respectivos padres, en un grupo muy aficionado a la bici de montaña- pero no es lo más frecuente.
Ocio, aprendizaje y maduración
Está muy estudiado que un ocio constructivo ayuda a madurar, a progresar en habilidades sociales, en aprender lenguas, artes, deportes, profesiones. Pensemos que muchos músicos salen de una buen escuela infantil o juvenil de música.
Sin embargo, se atiende menos a una realidad: los profesores de estos ámbitos extraescolares, si son adultos maduros, logran hacer madurar a los aprendices de futbolista, de actor, de joven solidario. Aprenden muchos contenidos nuevos, pero sobre todo aprenden a vivir, a ser resilientes, a superar la decepción, la frustración. Y en esa vida de colonias o de club juvenil es fácil que descubran la amistad, y la capacidad de escucha y la posibilidad de entregarse a los que les necesitan.
Si no hay adultos y adultas como mentores, las cosas puede que no vayan bien. En un mes de vacaciones vacío, solo cuatro amigos con treinta días por delante, puede ser positivo porque se organizan y forman un grupo musical, pero pueden aburrirse mucho y despistarse mucho. Los padres y los tutores deben estar atentos.
Se podría decir que los adolescentes pasan muy poco tiempo con adultos y esa puede ser una de las causas de su falta de maduración.