Un seguidor del equipo de fútbol del Osasuna viajó con su esposa desde Pamplona hasta Sevilla el pasado fin de semana para asistir al encuentro Real Madrid-Osasuna. Era la final de la Copa del Rey.
Viajaron 9 horas en coche para recorrer los 916 kilómetros que separan una ciudad de otra. No querían perderse el partido.
Pero lo más significativo del caso es que, al llegar al estadio, él se quedó fuera. Y es que solo tenían una entrada, y él prefirió que fuera su esposa quien asistiera a la final. Con lo que significa esto para un futbolero... es una sencilla pero rotunda expresión de amor.
Al hombre (que seguramente no habría pensado en darse protagonismo por este gesto) lo entrevistó un periodista en los aledaños del campo de fútbol. Y él, ataviado con camiseta de su equipo, explicó que permanecía allí fuera, que había viajado con su mujer y que solo tenían una entrada así que ella fue quien entró en el campo. Todo parece tan normal y tan lógico... cuando de lógico no tiene nada.
Él afirmaba que, aunque estando fuera, estaba contento. "Estoy oyendo el grito (refiriéndose al público) y ya me vale", decía.
El amor de pareja se construye cada día en mil detalles pequeños pero que son una escuela de sacrificio. El premio es esa sonrisa, la que tiene este hombre, que aunque no ve el partido, está feliz por estar ahí, acompañando a su equipo y a su mujer en el día de un partido importante.
Se dio otro caso muy similar, y esta vez fue la esposa quien lo contó en Twitter, en el mismo hilo:
Como referencia cristiana, la Virgen es maestra del sacrificio escondido y silencioso. Así la invocó san Juan Pablo II en una oración a la Virgen de Guadalupe en enero de 1979. Ese sacrificio que pasa desapercibido y por el que uno no busca reconocimientos ni compensaciones.
Amor como el de esa abuela que -también hablando de fútbol- cedió su entrada a su nieto para que él fuera a ver el partido con su padre y su abuelo. Ella se quedó fuera en una silla de camping y más contenta que unas castañuelas. Así son las abuelas.
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