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Si te abruma el mal, acude a san Miguel arcángel

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Aleteia Team - publicado el 23/07/23
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Este arcángel combate a Satanás con el desafío de su propio nombre: Micha-el, que significa: ¿quién como Dios?

Con tanto mal al que nos enfrentamos en cada noticia de última hora, he aquí tres oraciones a san Miguel arcángel, el gran arcángel antagonista de Satanás.

El obispo Robert Barron describió así a san Miguel arcángel: «Miguel es representado invariablemente con la armadura de un guerrero, porque es el general del ejército angélico que se enfrentó a las legiones de Lucifer, que se había atrevido a arrogarse las prerrogativas de Dios. Luchó, no con espada y lanza, sino con el desafío incontestable de su propio nombre: Micha-el (¿quién es como Dios?)».

En nuestra batalla contra el mal —el de nosotros mismos y el del mundo—

Letanía de san Miguel

Señor, ten piedad de nosotros. Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, ten piedad de nosotros. Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros. Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, óyenos. Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos. Cristo, escúchanos.
Dios Padre Celestial, ten piedad de nosotros.
Dios Hijo, Redentor del mundo, ten piedad de nosotros.
Dios Espíritu Santo, ten piedad de nosotros.
Santísima Trinidad, un solo Dios, ten piedad de nosotros.

[Repetir ruega por nosotros después de cada invocación]
Santa María, reina de los ángeles,
San Miguel arcángel,
Glorioso asistente de la Santísima Divinidad,
De pie a la derecha del altar del incienso,
Embajador del paraíso,
Glorioso príncipe de los ejércitos celestiales,
Líder de las huestes angélicas,
El abanderado de los ejércitos de Dios,
Defensor de la gloria divina,
Primer defensor del reino de Cristo,
Fortaleza de Dios, invencible
Príncipe y guerrero,
Ángel de la paz, 

Guía de Cristo, 

Guardián de la fe católica, 

Campeón del pueblo de Dios, 

Ángel custodio de la Eucaristía, 

Defensor de la Iglesia,
Protector del Sumo Pontífice,
Ángel de la acción católica,
Poderoso intercesor de los cristianos,
Valentísimo defensor de los que esperan en Dios,
Guardián de nuestras almas y cuerpos,
Sanador de los enfermos,
Auxilio de los que están en su agonía,
Consolador de las almas del purgatorio,
Mensajero de Dios para las almas de los justos,
Terror de los espíritus malignos,
Victorioso en la batalla contra el mal,
Guardián y patrono de la Iglesia universal,

Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
perdónanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
escúchanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros.

V. Ruega por nosotros, oh glorioso san Miguel,
R. Para que seamos dignos de las promesas de Cristo.

Leer más:

Oración a San Miguel

San Miguel arcángel,
defiéndenos en la batalla.
Sé nuestro amparo contra la perversidad y las asechanzas del demonio.
Que Dios manifieste sobre él su poder, es nuestra humilde súplica,
y tú, oh príncipe de la milicia celestial,
por el poder que Dios te ha conferido,

arroja al infierno a Satanás y a los demás espíritus malignos,
que vagan por el mundo para la perdición de las almas. Amén.

Acto de consagración a San Miguel arcángel

Oh nobilísimo príncipe de las jerarquías angélicas, 

valeroso guerrero de Dios todopoderoso,

celoso amante de Su gloria, terror de los ángeles rebeldes,

amor y deleite de todos los justos,
mi amado arcángel San Miguel,
deseando ser contado entre tus devotos servidores,
hoy me ofrezco y consagro a ti,
y me pongo a mí, a mi familia
y a todo lo que poseo bajo tu poderosísima protección.

Te suplico que no mires lo poco que yo,
como siervo tuyo, tengo para ofrecer,
siendo solo un miserable pecador,
sino que mires con
ojos favorables el cariño sincero
con que se hace esta ofrenda,
y recuerda que si de hoy en adelante
estoy bajo tu patrocinio,
debes durante toda mi vida ayudarme
y procurarme el perdón de mis muchas ofensas graves
y pecados, la gracia de amar con todo mi corazón a mi Dios, a
mi amado Salvador Jesús y a mi dulce Madre María,
y obtén para mí toda la ayuda necesaria para llegar a mi corona
de gloria.

Defiéndeme siempre de mis enemigos espirituales,
particularmente en los últimos momentos de mi vida.

Ven pues, oh glorioso príncipe, y socórreme en mi última lucha,
y con tu poderosa arma arroja lejos de mí,
a los abismos infernales, a ese ángel prevaricador y soberbio

 que un día postraste en la batalla celestial.

San Miguel, defiéndenos en nuestra batalla diaria
para que no perezcamos en el Juicio final.

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