Dios está siempre cerca de nosotros y nunca deja de hablar a nuestro corazón. Pero atrapados en el torbellino de nuestra vida diaria, no lo escuchamos y muy a menudo olvidamos su presencia.
Sin embargo, Dios es nuestro Creador y nuestro Padre. Rezarle es dialogar con él, mantener una relación personal y crecer en la fe a medida que se desarrolla la relación. Si bien la Iglesia contiene magníficas oraciones de alabanza y acción de gracias, también es posible utilizar palabras sencillas para dirigirse al Señor: "Jesús, te ofrezco mi día", "Jesús, hazte presente en mi vida" o simplemente "Abba". Aquí hay tres oraciones rápidas de solo tres palabras que pueden transformar nuestro día cuando las cosas se ponen estresantes o difíciles.
1DIOS MíO, MISERICORDIA
“La misericordia es el amor que perdona, que nos enseña no solo a dar, sino también a recibir el perdón”, explicó el cardenal Jean-Marie Lustiger. “La misericordia es la única respuesta que desarma la violencia, el odio, el pecado. Cuando las cosas van mal en nuestra vida, invocar la misericordia de Dios puede ser de gran ayuda. La misericordia revela el cuidado con el que el Padre rodea a sus hijos: Dios escucha con atención lo que brota del corazón del hombre, lo que suscita en Él una atención casi maternal. El hombre puede entonces aceptar ver la miseria, la pobreza, la estrechez de su vida".
2En ti confío
Canonizada por Juan Pablo II el 30 de abril de 2000, Santa Faustina dedicó toda su vida a la Divina Misericordia. El mensaje que lleva es atemporal: Cristo ama a las personas sin condenación ni juicio. Absolutamente. Es este amor incondicional el que Santa Faustina evoca en esta hermosa oración “En ti confío”. Es el mismo grito del corazón que encontramos en la oración de abandono de Carlos de Foucauld : “Padre mío, me abandono a ti, haz de mí lo que quieras”.
3JESÚS, MARÍA, JOSÉ
Pensar en la Sagrada Familia a veces puede hacernos sentir abrumados. ¡Nuestra realidad a veces puede parecer tan alejada de la de Jesús, María y José! Pero luego nos olvidamos de un elemento esencial: la Sagrada Familia no es solo un ejemplo de cómo debemos vivir; es, sobre todo, la fuente de la gracia que necesitamos para vivir en el seguimiento de Cristo. Jesús, en el corazón de esta familia, está dispuesto a darnos toda la ayuda que necesitamos.