Dentro de la riqueza religiosa que tiene México es posible que la memoria haya omitido a uno de sus mártires, quizá por la gran cantidad de hombres y mujeres que ofrendaron sus vidas por Cristo en distintas épocas y circunstancias. Este es el caso del beato Fray Bartolomé Gutiérrez, mártir mexicano muerto lejos de su patria, y que, al igual que san Felipe de Jesús, derramó su sangre en tierras japonesas.
La historia de Bartolomé Gutiérrez comienza en 1580. Lo poco que se sabe de él es que nació en la Ciudad de México, sus padres fueron Alfonso Gutiérrez y Ana Rodríguez. Fue bautizado el 4 de septiembre de 1580 en el Sagrario Metropolitano, capilla ubicada junto a la Catedral de México.
Estudiante en Yuriria y misionero en Japón
A los 16 años, en 1596, ingresa a la Orden de los Agustinos en la Provincia del Santísimo Nombre de Jesús, en el Centro Histórico de México. Hace su profesión religiosa el 1° de junio de 1596 y continúa sus estudios en Yuriria, Guanajuato. Después de ser ordenado sacerdote, es enviado a ejercer su ministerio sacerdotal a Puebla.
En 1605 solicita ser misionero. Sus compañeros, en broma, le decían que no podría soportar las penalidades de las misiones, pues era muy obeso. "Tanto mejor -respondía con gracia- así habrá más reliquias para repartir cuando muera mártir; porque algún día iré a Filipinas y de allí a Japón, a morir por la fe de Cristo".
En 1606 es enviado a la misión de Manila, Filipinas, con Fray Pedro Solís, donde durante seis años se desempeña como maestro de novicios. En 1612 es enviado a Japón junto con los presbíteros Vicente Carvalho y Francisco Terrero.
Es expulsado de Japón para volver al martirio
Sin embargo, a petición de sus fieles, hacia 1618 Fray Bartolomé vuelve disfrazado a Japón para seguir trabajando durante 15 años, a pesar de la cruenta persecución pagana iniciada por Taicosama. Logra múltiples conversiones, se oculta y evade las cacerías de cristianos, hasta que, por una denuncia, es atrapado y encarcelado en una estrecha jaula con los otros sacerdotes, siendo conducidos hacia a Nagasaki.
Ahí son encerrados, maltratados y, después de tres años, condenados a muerte. Se les somete a crueles tormentos como sumergirlos en aguas sulfúreas hirviendo y después fueron quemados a fuego lento en una hoguera. Sus cenizas fueron arrojadas al mar en Omura, Japón, el 3 de septiembre de 1632.
Fray Bartolomé Gutiérrez fue beatificado por el beato Pío IX el 7 de mayo de 1867 junto con otros 205 mártires sacrificados en Japón. El proceso de canonización del beato Bartolomé Gutiérrez continúa vigente en la Santa Sede.
El beato anónimo de la Catedral Metropolitana de México
La Catedral Metropolitana alberga un sinnúmero de imágenes religiosas, y entre ellas, se encuentra un cuadro donde está pintado Fray Bartolomé. Su ubicación está al fondo de la nave oriente, del lado derecho, junto al retablo barroco que contiene pinturas de fundadores de órdenes religiosas, destacando la Virgen de Zapopan en medio.
Humildemente, silencioso y en espera del milagro que logrará su canonización, está este gran hombre, enamorado de Cristo, y de la grey japonesa, que podemos visitar cuando estemos en la Ciudad de México.