Cuando Cristo te conquista y descubres que es por su reino de verdad, justicia y amor por el que te la quieres jugar, puede que te preguntes por dónde empezar a trabajar por Él. ¿Por tu país? ¿Por tu familia? ¿Por tu empresa? El beato Santiago Alberione ofreció su respuesta en Donec formetur Christus in vobis. Publicado en 1932, este libro presenta el espíritu de la familia Paulina que él fundó.
Citando a su consejero, Francisco Chiesa, Alberione acota el "territorio del reino de Cristo":
"El reino de Dios se extiende en el universo, en la sociedad, en las familias; pero lo cierto es que su fin último somos nosotros. Está en nosotros, es decir, en nuestra alma, y es en nuestra persona donde Jesucristo quiere reinar".
"Regnum Dei intra vos est" (el Reino de Dios está dentro de vosotros), dice Jesús en el Evangelio de Lucas (17,21). Y Alberione destaca la importancia de preparar el propio interior para acogerlo.
Mente, voluntad y corazón
En su libro Jesucristo Rey, Chiesa indica que "el reino de Jesucristo debe establecerse especialmente en nuestra alma". Primero en nuestra mente, dice, y después en nuestra voluntad y en nuestro corazón.
"¿Cómo se extiende el Reino de Dios al cuerpo y a los miembros?, pregunta. Y responde: "Es algo muy sencillo: haciendo que el cuerpo y los miembros sirvan como instrumentos no para hacer nuestra voluntad, nuestros caprichos o gustos, sino únicamente para hacer la voluntad de Dios".
"Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí. ¿Qué es todo esto? Es el Reino de Jesucristo que, comenzando en la mente y pasando a la voluntad, bajó al corazón para, desde allí, irradiarse en el cuerpo y los miembros. ¡Es la realización completa el Reino de Jesús en nosotros!"
Nuestras personas son entonces el "territorio" para el Reino de Cristo, según Alberione. Y hace suyas las palabras de su consejero Chiesa:
"El universo sensible entero no tiene el valor de un alma. El alma es espíritu y en el espíritu está la libertad. Dios se manifiesta a sí mismo en el espíritu. En el espíritu, todo el universo vuelve a Dios, porque el espíritu es capaz de conocer que todo viene de Dios, y que todo vuelve a Dios, dándole por ello consciente y libremente, como a primer principio y último fin".