No, la Misa Crismal no es solo para los sacerdotes. Los fieles están cordialmente invitados a participar en esta celebración, que tiene lugar una vez al año durante la Semana Santa y durante la cual el obispo bendice los santos óleos y consagra el Santo Crisma.
Generalmente, la Misa Crismal tiene lugar en la mañana del Jueves Santo, pero para facilitar la asistencia de los fieles, muchas diócesis la celebran en la tarde del comienzo de la Semana Santa, de lunes a miércoles. He aquí dos buenas razones para no perdérsela este año.
1Demostrar la unidad de la Iglesia diocesana
La Misa Crismal demuestra la unidad de la comunidad diocesana en torno a su obispo. Se celebra siempre en presencia del obispo y suele tener lugar en la catedral. Todos los sacerdotes concelebran, vestidos con el color litúrgico blanco, que evoca la alegría, la pureza y la gloria de Dios.
Es un momento importante de unión de la diócesis. Participar en la Misa Crismal es una forma de mostrar la pertenencia a la Iglesia, a nivel diocesano. Y la participación de los fieles da a la Misa Crismal toda su dimensión.
En efecto, es "ante su obispo y el pueblo de Dios" que los sacerdotes presentes son invitados a renovar sus compromisos, y es a los fieles a quienes el obispo exhorta: "Y vosotros, hermanos míos, rezad por vuestros sacerdotes […]. Rezad también por vuestro obispo. La Iglesia es un cuerpo, el Cuerpo de Cristo, en el que cada miembro es indispensable. Por eso, la participación de los fieles no sólo es necesaria, sino indispensable para hacer visible todo el Cuerpo de Cristo.
2Apoyo a los sacerdotes de su diócesis
De acuerdo con los deseos de Pablo VI, la Misa Crismal es una verdadera celebración del sacerdocio. El sacerdocio de Cristo, que ofrece su sacrificio en el altar de la Cruz, pero también el sacerdocio de los obispos y sacerdotes encargados de continuar su obra y anunciar el Evangelio.
La introducción a la Misa en el Misal Romano subraya este aspecto de la celebración:
"La Misa Crismal, que el obispo concelebra con los sacerdotes de las diversas regiones de su diócesis […] debe considerarse una de las principales manifestaciones de la plenitud del sacerdocio del obispo y un signo de la estrecha unión de los sacerdotes con él".
Por eso, durante esta Misa, los presbíteros y diáconos renuevan sus promesas sacerdotales y diaconales, así como el compromiso que asumieron el día de su ordenación. Después de su homilía, el obispo hace tres preguntas a los sacerdotes, que responden con un "sí, quiero".
De este modo, cada año, los sacerdotes prometen "vivir cada vez más unidos al Señor Jesús, buscar parecerse a Él, renunciar a sí mismos, ser fieles a los compromisos vinculados al oficio ministerial, celebrar los sacramentos, anunciar la Palabra de Dios con abnegación y caridad".
Participar en la Misa Crismal es, por tanto, una magnífica ocasión para apoyar y rezar por todos los sacerdotes de tu diócesis, para que sean fieles a su compromiso y nos guíen tras las huellas de Cristo.