La ciudad ucraniana de Mariupol (ciudad de María) fue devastada entre febrero y mayo del 2022. Organizaciones de derechos humanos y periodistas investigaron a fondo lo que ocurrió y, dos años después, han mostrado con detalle el sufrimiento que causó allí la guerra.
20 días en Mariupol, ganador del Premio Pulitzer y del Óscar al mejor documental, permite mirar los rostros, los edificios bombardeados, la destrucción de la próspera ciudad portuaria.
Miles de personas murieron y quedaron heridas. Cientos de miles permanecieron atrapadas sin servicios básicos varias semanas.
El ejército ruso bombardeó edificios de viviendas, hospitales, refugios,… Un exhaustivo informe de las organizaciones Human Rights Watch, Truth Hounds y SITU Research denuncia crímenes de guerra.
Actualmente, los residentes de Mariupol tienen que obtener pasaportes rusos para pedir algunos empleos y prestaciones. Los escolares siguen un plan de estudio ruso.
Según el informe, las autoridades rusas están eliminando los marcadores de la identidad ucraniana y cambiando nombres de calles. También están construyendo nuevos edificios de apartamentos.
Porque Mariupol quedó destrozada. Como tantas ciudades, como tantas víctimas de la violencia.
Piedad
La Iglesia invita a mirar su sufrimiento, asumido por Jesucristo azotado, humillado y ejecutado. Puedes identificarte con los que sufren y rezar por ellos el salmo 123:
Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros,
que estamos hartos de tanto desprecio;
estamos hartos de las burlas de los ricos
y del desprecio de los orgullosos.
El sacrificio de Jesucristo aporta luz a todas las ciudades y personas devastadas, y confianza en que la injusticia y el dolor pueden dar paso a la resurrección y la salvación.
Cuando todo ha desaparecido, y ya no quedan avenidas por las que pasear, agendas que llenar o aliento para seguir, Dios permanece, como expresa la siguiente oración de la escritora Teresa Sancho:
Oración
Yo te contemplo, Jesús
Tú dijiste sí al Padre bebiendo aquel cáliz de infinito dolor.
Al sufrir soy una sola cosa contigo.
Sobran las palabras.
Solo el corazón late contigo al unísono
y no quiere saber nada de triunfos efímeros ni de gloria vana.
Mi única ansia en el cuerpo y en el alma es consolarte,
Jesús, Rey de mi corazón y de mi existencia entera.
Nada he preferido a Ti.
Jamás he considerado un tesoro algo que no fueras Tú.
Yo no sé lo que mi vida te dio, pero
nunca he amado a nadie como a Ti.
Porque tu noble corazón traspasado
arranca de mi alma estímulos de entrega y donación
completamente desinteresados.
Porque hace ya un tiempo me enseñaste
que ahí, en ese morir de mi ser está tu Ser.
Y yo no quiero más que ser en Ti, adorable y magnánimo Jesús.