Sabemos claramente que en la Iglesia católica, los sacerdotes tiene una triple función: celebran los sacramentos -especialmente la santa Eucaristía-, pastorean a la comunidad, y le sirven como Cristo Rey, que vino a servir y no a ser servido.
La instrucción "El presbítero, pastor y guía de la comunidad parroquial" de la Congregación para el Clero, dice en el número 2 que el sacerdote:
Está totalmente al servicio de la Iglesia, de forma que la comunidad eclesial tiene absoluta necesidad del sacerdocio ministerial para que Cristo, cabeza y pastor, esté presente en ella... el sacerdocio ministerial, [...] es fruto de una elección, de una vocación específica: "Jesús llamó a sus discípulos, y eligió doce de entre ellos" (Lc 6, 13) [...] Sin la presencia de Cristo representado por el presbítero, guía sacramental de la comunidad, esta no sería plenamente una comunidad eclesial.
Necesitan de nuestra ayuda
Ahora bien, entendemos que, como cualquier hombre, tienen necesidades, preocupaciones, tentaciones y, por si fuera poco, son pecadores, como cualquiera de nosotros; pero también están en batalla continua en contra de las asechanzas del enemigo y requieren de nosotros para servir fiel y entregadamente, en medio de este mundo secularizado.
¿Cómo podemos apoyarlos? Aquí tenemos cinco buenas sugerencias.
1Cultiva una buena amistad con él
Los sacerdotes son cambiados de parroquia cada determinado tiempo. Y sucede que, cuando acaban de llegar a la comunidad, comienzan a conocer a los fieles que colaboran en la actividad pastoral, y es con ellos con los que tiene mayor cercanía.
Si no perteneces a ningún grupo, es un buen momento para acercarte a él y presentarte, las familias reciben muchas bendiciones cuando los visita el sacerdote de su parroquia. Quizá podrías invitarlo a comer de vez en cuando para conocerlo mejor y también para que conozca a tu familia.
2El respeto, siempre y ante todo
Cuando ya existe una amistad, es sano recordar constantemente que el sacerdote es una persona que siente como cualquiera. Por eso, es imprescindible guardar la debida distancia y nunca perder el respeto, que es una regla de oro para todas las relaciones interpersonales.
Pero en el caso de un sacerdote, hay que tener mayor prudencia pues es una persona consagrada al servicio de Dios, por eso debe existir mayor cuidado en el trato hacia él y hacia sus espacios, como su oficina y su casa.
3Aconsejarlo si es necesario
Como todos los seres humanos, a veces necesitará de un buen consejo, dado con caridad, por supuesto. A veces pasa que por su ritmo de vida no come bien, o quizá tiene algún tipo de descuido con su salud o vida personal que pase desapercibido para él.
Por amor al sacerdote, y con toda prudencia, se le puede hacer notar lo que hemos observado, no para dañarlo, sino para que ponga el remedio necesario.
4No lo critiques
El sacerdote es una persona pública y con mucha frecuencia es blanco de las críticas de la gente por distintas razones, por ello, conviene no seguir el juego a los críticos y pedirles que, en lugar de hablar mal de él, hagan oración por su santificación.
No sabemos qué está pasando el sacerdote en su vida, pero si no hay la suficiente confianza para preguntarle, no agrandemos el asunto y pongamos en manos de Dios lo que nosotros no hemos de solucionar.
5Ofrécele tu ayuda
Si está dentro de tus posibilidades, ayúdalo en las cuestiones que tienen que ver con la parroquia. Lejos de lo que mucha gente piensa, la administración de un templo requiere mucho tiempo, dinero y esfuerzo. Sobre todo si es un templo en construcción o en reparación, o si está en una zona marginada.
La ayuda también puede ser en forma de escucha o de algún favor o servicio personal. Recuerda que también es un hermano en Cristo, que a veces puede sentirse solo o, por el contrario, requiere mayor privacidad. Seamos comprensivos y empáticos.