Influenciados en parte por la mitología romana y griega, los cristianos suelen pensar en el cielo como un lugar físico y a veces lo señalan en las nubes.
En la cultura occidental es común imaginar el cielo como un lugar donde vive Dios, mirándonos desde su trono blanco. Sin embargo, la Iglesia Católica enseña que el cielo no es un lugar físico.
¿Qué es el cielo?
El Catecismo de la Iglesia Católica reflexiona sobre la naturaleza del cielo en su sección sobre el Padre Nuestro:
"Esta expresión bíblica [Que estás en los cielos] no significa un lugar ('espacio'), sino un modo de ser; no quiere decir que Dios esté distante, sino majestuoso. Nuestro Padre no está 'en otra parte': trasciende todo lo que podemos concebir de su santidad. Precisamente porque es tres veces santo, está tan cerca del corazón humilde y contrito".
El cielo es una "forma de ser" y no ocupa espacio físico.
Al mismo tiempo, necesitamos utilizar palabras humanas para intentar describir lo que es indescriptible:
"El símbolo del cielo nos remite al misterio de la alianza que vivimos cuando rezamos a nuestro Padre. Él está en el cielo, su morada; la casa del Padre, es nuestra patria. El pecado nos ha exiliado de la tierra de la alianza, pero la conversión del corazón nos permite volver al Padre, al cielo. En Cristo, pues, el cielo y la tierra se reconcilian, porque solo el Hijo 'descendió del cielo' y nos hace ascender a él con su Cruz, Resurrección y Ascensión".
Destellos del cielo en la tierra
Podemos ver destellos del cielo en la tierra siempre que dejemos que Dios habite en nuestros corazones. Estas vislumbres nos llevan a nuestro destino final, que es la unión total con Dios:
"Cuando la Iglesia reza 'Padre nuestro que estás en los cielos', está profesando que somos el Pueblo de Dios, ya sentados 'con Él en los lugares celestiales en Cristo Jesús' y 'escondidos con Cristo en Dios'; pero, al mismo tiempo, 'aquí en verdad gemimos y anhelamos revestirnos de la morada celestial'.
La buena noticia es que el cielo no es un palacio real en lo alto de las nubes. Por el contrario, es una unión total con Dios, cuyo amor y misericordia nos rodearán por toda la eternidad, a la vez que nos unirán a todos los que están unidos a Él.