La santísima Virgen María ha sido fundamental en la santificación de hombres y mujeres en toda la historia de la Iglesia. Su primera intercesión es narrada por el evangelista Juan cuando logró que Jesús ayudara a unos novios en apuros en la bodas de Caná (2, 1-11).
Y después, supimos que el mismo discípulo se la llevó a vivir con él, por encargo de Jesús (Jn 19, 26-27).
Los santos y María Auxiliadora
Es indudable que los santos han tenido una relación muy estrecha con la santísima Virgen, incluyendo apariciones y mensajes privados. Por eso, han dado testimonio de su amor por ella de muchas maneras.
Por ejemplo, ya varios santos la invocaban como Auxiliadora desde los primeros siglos de la Iglesia, tal es el caso de san Juan Crisóstomo, que en el año 345 se dirigía a ella diciendo: “Tú, María, eres auxilio potentísimo de Dios”.
O san Sabás, que mencionaba una efigie de la "Virgen Auxiliadora de Enfermos" en el año 532.
O san Juan Damasceno, que propuso por primera vez la jaculatoria “María Auxiliadora, ruega por nosotros”.
Sin embargo, esta advocación volvió a utilizarse innumerables veces, destacando el año 1572 durante la batalla de Lepanto, cuando el Papa Pío V la incluyó en la letanía lauretana, logrando que las tropas cristianas vencieran al ejército otomano que asediaba la ciudad.
Y también cuando el Papa Pío VII, hecho preso por Napoleón, prometió a la Virgen declarar la fiesta de María Auxiliadora si lo liberaba, dándose el hecho el 24 de mayo de 1814.
La Virgen y san Juan Bosco
Pero fue a san Juan Bosco, a quien la santísima Virgen se le apareció en 1860, a quien pidió que se le erigiera un templo en Turín y se le llamara "Auxiliadora".
Desde esa basílica comenzó a extenderse la devoción a María bajo el título de "Auxiliadora de los cristianos" y fue el mismo don Bosco quien aseguró: "confía en María y verás lo que son los milagros".