Decir la verdad puede significar perder amigos, familia o prestigio. Por eso, muchas personas prefieren entrar en las arenas movedizas de las mentiras, y como pasa en las películas, con cada movimiento el mentiroso se hunde más.
Por eso será importante reflexionar en esas circunstancias de la vida, si lo que ganamos es más grande que lo que perdamos.
Porque quizá por un tiempo la mentira se sostenga y se pueda actuar con cierta libertad, pero cuando se descubra, la verdad saldrá a la luz con todas sus consecuencias, desencadenando todas las tormentas que se habían contenido y trayendo desgracias que podían haberse evitado.
Perseguidos por Cristo
Así mismo, cuando el cristiano conoce a Cristo y se compromete a seguirlo, tiene que atravesar por muchas pruebas que podrían hacer tambalear su fe. Porque a quienes están apegados a las cosas mundanas les desagrada la verdad.
Sin embargo, si el mismo Jesús fue perseguido por proclamar la verdad, ¿por qué sus discípulos no habrían de serlo? Ya se los había anunciado:
"Dichosos ustedes, cuando la gente los insulte y los maltrate, y cuando por causa mía los ataquen con toda clase de mentiras. Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo" (Mt 5, 11-12).
El supremo testimonio de la verdad
Por ello, en el Catecismo de la Iglesia católica encontramos que no hay testimonio mayor sobre la verdad de la fe, que el martirio:
El martirio es el supremo testimonio de la verdad de la fe; designa un testimonio que llega hasta la muerte. El mártir da testimonio de Cristo, muerto y resucitado, al cual está unido por la caridad. Da testimonio de la verdad de la fe y de la doctrina cristiana. Soporta la muerte mediante un acto de fortaleza" (CEC 2473).
Ciertamente, el martirio no es para todos, pero sí lo es el cielo, y para ello es necesario esforzarnos y estar dispuestos a dar un valiente testimonio de fe en todas las circunstancias de nuestra vida, para gozar un día de la gloria eterna.