De un tiempo a esta parte Mark Wahlberg, quizá por su condición de católico absoluto, pone en pie proyectos positivos, la mayoría de ellos destinados a lo que consideramos “cine familiar”. Películas con valores humanos, con mensajes de refuerzo, con escenas de superación y personajes que atraviesan varios calvarios para lograr una meta personal... Por eso ocupa, junto a su amigo y colaborador Mel Gibson, un lugar privilegiado en Aleteia: dentro de unos meses ambos estrenarán Flight Risk (que aquí se titulará Amenaza en el aire), dirigida por Gibson y protagonizada por Wahlberg.
Su nueva propuesta, estrenada hace poco en salas de cine, es Arthur (en el original Arthur the King), un filme para todos los públicos basado en una historia real, que recupera el espíritu de aquel género aventurero y juvenil de los 80 y principios de los 90: historias protagonizadas por animales que lograban grandes proezas viajeras en solitario o que auxiliaban a los humanos mientras los acompañaban. Quizá algunos lectores las recuerden: Colmillo blanco, Las aventuras de Chatrán, Socios y sabuesos, Voluntad de hierro, 4 cachorros para salvar, Superagente K-9 o De vuelta a casa, un viaje increíble, entre otras.
Dirigida por Simon Cellan Jones, con quien Wahlberg ya había trabajado en la reciente Plan en familia, cuenta un suceso ocurrido en 2014. Mikael Lindnord capitaneaba un equipo sueco envuelto en una de esas carreras de aventura de unos 700 kilómetros que incluían senderismo, escalada, ciclismo y kayaks. Todo ello entre la selva amazónica. En una de las etapas se les unió un perro vagabundo, a quien Lindnord alimentó con una albóndiga. Desde entonces el animal empezó a seguir al equipo de tres hombres y una mujer, convirtiéndose también en una especie de héroe canino capaz de atravesar los mismos territorios agrestes que quienes participaban en la carrera en pos del título mundial.
Wahlberg, la amistad y la redención
Al principio del filme vemos a Michael (Mark Wahlberg) participar en una de esas carreras. Los locutores del evento comentan que es el mejor corredor de aventura que sin embargo nunca logró ganar un campeonato. En esas escenas se nos presenta a Michael como un individuo capaz de cualquier cosa con tal de llegar a la meta el primero, lo que desemboca en conflictos con el resto del equipo, que le consideran egoísta y equivocado en muchas de sus decisiones durante la competición.
Unos años después Michael está decidido a volver a intentarlo. Esta vez su personaje va cambiando. Empieza a mostrarse como alguien que no puede dejar atrás a sus compañeros. Lo primordial es que todos lleguen sanos y salvos al final del camino, incluso aunque ponga su propio pellejo en juego. El perro, al que llama Arthur, también se convierte en un ejemplo para él. Un perro al que no importan las medallas ni la gloria y que sigue al equipo porque va en busca de hogar y alimento. Arthur es un modelo de superación y de compañerismo para los humanos, pero especialmente para Michael, quien encontrará en el mantenimiento de la amistad la clave para su redención.
Arthur deviene, así, una película sencilla y familiar, que, no siendo tampoco algo extraordinario, acaba resultando encantadora al mezclar los elementos mencionados: aventura, deporte, superación y amistad. De aquella gesta salieron otros beneficios: Arthur y Michael se hicieron famosos, la familia empezó a recibir donaciones, el equipo puso en marcha la Fundación Arthur para auxiliar a los perros callejeros de Ecuador y Lindnord escribió un popular libro (que ha servido como fuente de documentación para la película).