Aunque la Eucaristía se centra principalmente en la transubstanciación del pan y el vino en el cuerpo, la sangre, el alma y la divinidad de Jesucristo, también hay un reconocimiento de la bondad creadora de Dios en medio de la celebración eucarística.
El Catecismo de la Iglesia Católica destaca esta realidad espiritual al reflexionar sobre el simbolismo del pan y el vino que se traen al sacerdote:
"Los signos del pan y del vino se convierten, de un modo que supera la comprensión, en el Cuerpo y la Sangre de Cristo; siguen significando también la bondad de la creación. Así, en el Ofertorio damos gracias al Creador por el pan y el vino, fruto del 'trabajo de las manos humanas', pero sobre todo como 'fruto de la tierra' y 'de la vid', dones del Creador. La Iglesia ve en el gesto del rey-sacerdote Melquisedec, que 'sacó pan y vino', una prefiguración de su propia ofrenda".
Antes de la institución de la Eucaristía, el pueblo judío ofrecía a Dios los frutos de la tierra en sus celebraciones litúrgicas, como señala el Catecismo:
En la Antigua Alianza, el pan y el vino eran ofrecidos como sacrificio entre las primicias de la tierra en señal de reconocimiento al Creador. (CEC 1334).
Acción de gracias a Dios
Este punto se pone aún más de relieve en el hecho de que la Eucaristía significa "acción de gracias":
Eucaristía, porque es una acción de gracias a Dios. Las palabras griegas eucharistein y eulogein recuerdan las bendiciones judías que proclaman -especialmente durante una comida- las obras de Dios: la creación, la redención y la santificación.
CEC 1328
Cada vez que participamos en la Misa, se nos invita a dar gracias a Dios por todas las bendiciones que nos ha concedido.
Esto incluye las muchas bendiciones materiales que hemos recibido, incluyendo los alimentos que comemos y el lugar físico donde vivimos.
También puede incluir un acto de acción de gracias por la bondad y la belleza de la creación.
La celebración de la Misa es un modo muy apropiado de dar gracias a Dios cada vez que reconocemos la belleza de la naturaleza y recordamos las extraordinarias complejidades del mundo que Dios ha creado.