La santa Misa está estructurada en dos grandes partes que forman un todo, donde Dios derrama inmensas gracias sobre quien asiste y participa con devoción, comenzando con darnos el pan de la Palabra.
El mismo Señor Jesucristo se lo manifestó al demonio, citando el libro del Deuteronomio (8, 3) cuando se le apareció en el desierto para tentarlo:
"Jesús le respondió: Está escrito: 'El hombre no vive solamente de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios'" (Mt 4,4).
La liturgia de la Palabra
Quien acude asiduamente a la santa Misa, sabe que el culmen de la celebración llega cuando el sacerdote transforma el pan y el vino en el cuerpo y la sangre de nuestro Señor Jesucristo.
Pero para entender la magnitud de este acto, la Iglesia, inspirada por el Espíritu Santo, entendió que para cumplir con el mandato del Señor "hagan esto en memoria mía", no podían simplemente decir las palabras y comer.
Supieron que debían estar preparados adecuadamente para participar de estos magníficos Dones.
Preparados con el pan de la Palabra
De ahí la importancia de llegar a la Misa desde el principio y escuchar las lecturas, que, como bien sabemos, son distintas cada día.
La instrucción general del misal romano dice:
"Cuando se leen las sagradas Escrituras en la Iglesia, Dios mismo habla a su pueblo, y Cristo, presente en su palabra, anuncia el Evangelio.
Por eso las lecturas de la Palabra de Dios, que proporcionan a la Liturgia un elemento de máxima importancia, deben ser escuchadas por todos con veneración. Aunque la palabra divina en las lecturas de la sagrada Escritura se dirija a todos los hombres de todos los tiempos y sea inteligible para ellos, sin embargo, su más plena inteligencia y eficacia se favorece con una explicación viva; es decir, con la homilía, que viene así a ser parte de la acción litúrgica" (IGMR 29).
Dispuestos para comulgar
La riqueza inconmensurable de las lecturas bíblicas disponen el corazón de los fieles, que escuchan la explicación del sacerdote sobre ellas para aplicarlas a la vida diaria y para poder recibir a Cristo en la comunión.
Entender y vivir la liturgia de la Palabra nos ayudará a amar cada vez más la santa Misa y desear comulgar el Cuerpo de Cristo.