La revista de negocios de Harvard publicó el resultado cuatro diferentes estudios sobre la inclusión de la Inteligencia Artificial (IA) en las empresas y llegaron a una conclusión que obliga a pensar menos en la productividad y la tecnología y más en el contacto humano: “A medida que la IA se integre más en el tejido laboral, no solo determinará cómo hacemos nuestro trabajo, sino también cómo nos relacionamos entre nosotros como colegas y como seres humanos”.
Los investigadores David de Cremer y Joel Koopman comienzan señalando que la productividad, eficiencia y rapidez de la IA ha generado que todas las empresas quieran utilizarla en sus procesos para mantenerse competitivos y actualizados; sin embargo, señalan que, con esto, muchas organizaciones tienden a descuidar su activo más importante: las personas.
La conclusión que ofrecen es contundente: “Si desea que los proyectos de adopción de IA sean exitosos y viables, debe centrarse primero en los humanos y después en la IA”.
El costo social de la Inteligencia Artificial
Dos de sus estudios demostraron que los empleados que más trabajan con IA (sobre todo cuando ésta suple a un colega) experimentan un fuerte deseo de conectar con otros.
Esto condujo a algunos trabajadores encuestados a mostrarse solidarios con sus compañeros de trabajo como un esfuerzo por reconectar con ellos; sin embargo, a pesar de estas acciones, mostraron mayores sentimientos de soledad, lo cual deriva en un incremento en el consumo de alcohol y el insomnio.
“En general, estos resultados muestran que cuanto más colaboraban los empleados con la IA (ya que les ayudaba a completar más tareas que nunca), más se sentían socialmente privados, ya que el trabajo se apoderaba de toda su jornada”.
Los empleados se volvieron más eficientes y capaces, pero con un sentimiento de soledad. Lo cual los llevó a concluir que las interacciones con IA “tienen impactos negativos en la calidad de vida, el estado de ánimo, la función cognitiva, el comportamiento y la salud en general”.
Aún más allá
El estudio destapó una ironía: en lugar de eficientar y mejorar la productividad, con el tiempo esta tecnología podría afectar, no solo a los empleados, sino a la empresa y sus resultados: “Es poco probable que los empleados solitarios y desconectados den lo mejor de sí mismos en el trabajo. Es menos probable que colaboren, innoven o hagan un esfuerzo adicional por sus organizaciones”.
Además, señalan que, sin importar qué tan sofisticadas sean las herramientas de IA que utilicen, éstas no dejan de ser “comunes, sustituibles e imitables” por ello, no son un recurso que permita una ventaja competitiva en el mercado; lograr esto “solo se puede si se cuidan los recursos humanos cuando la IA entra en la ecuación laboral, para que no se desvinculen ni se desmoralicen”.
¿Cuál es la solución que proponen?
Para evitar el aislamiento y la desconexión, los investigadores proponen que las organizaciones cambien su mentalidad y generen un buen equilibrio entre eficiencia y compromiso social.
En lugar de considerar la IA simplemente como un medio para automatizar y optimizar, deben verla como una herramienta para mejorar la experiencia humana en el trabajo”.
Esto significa que, para implementar la IA, las organizaciones deben centrarse en el ser humano para buscar enriquecer su trabajo y potenciar sus capacidades únicas.
“Deben crear oportunidades para que los empleados colaboren con la IA de maneras que mejoren su autonomía, su sensación de control y dominio, y su sensación de que su trabajo les proporciona un sentido de propósito”.
Además, es conveniente realizar evaluaciones periódicas para detectar cualquier problema en su fase inicial y generar espacios de convivencia social cara a cara; ya sea para trabajar o para aprender algo nuevo y convivir.