Definamos en primer lugar lo que nos parece la entrega inicial de Horizon: An American Saga, el fresco con el que Kevin Costner en las labores de actor, co-guionista y director quiere recrear los orígenes de los pueblos y las ciudades de Estados Unidos, es decir, el asentamiento de los colonos y la defensa de los indios de sus territorios: el autor de la premiada Bailando con lobos ha rodado su particular La Conquista del Oeste, una película majestuosa y destinada a la gran pantalla pero con las técnicas y las narrativas serializadas propias de estos tiempos y, sobre todo, de las series de Taylor Sheridan, Yellowstone, 1883 y 1923, de las que se sirve de ciertos recursos e incluso de varios intérpretes de las mismas.
¿Sale airoso del empeño? Por supuesto. Aunque tampoco (de momento, pues solo hemos visto la primera parte, que en realidad es como un largo episodio piloto) alcanza la contundencia de su Open Rang ni, por ahora, el encanto de su ópera prima, antes citada y ganadora de varios Oscars.
La obra resultante es coral, e incluye una amplia gama de personajes: colonos, cowboys, soldados de caballería, indios de diversas tribus, granjeros, buscavidas, tenderos, forajidos, amas de casa… Protagonizan diversas historias con las que la trama resultante se va ramificando, pero que acabarán formando, al final, el fresco majestuoso y representativo de cómo en Estados Unidos se empezaron a construir las viviendas occidentales.
En una reciente entrevista con Kevin Christopher Robles para la publicación católica America Magazine, Costner sostiene esto: "'Le pedí a Dios dos cosas para mi vida', dice. La primera era que viviera lo suficiente para poder dar a sus hijos, algunos de los cuales aún están en el instituto, una base lo bastante sólida para empezar bien la vida. La segunda era encontrar el trabajo que quería hacer, y Horizon es el primero de la lista".
Quiere esto decir que es un proyecto en el que lleva años trabajando, y que supone quizá el más ambicioso y personal de su carrera. La película está financiada por él mismo, lo que comporta uno de esos riesgos extremos que solo un puñado de cineastas son capaces de asumir porque creen firmemente en su arte: pensemos en Mel Gibson con La Pasión de Cristo o Francis Ford Coppola con Corazonada y Megalopolis.
Siempre la familia
Kevin Costner es un tipo familiar. A pesar del retrato amargo que hacía de su personaje de Yellowstone, éste era capaz de cualquier cosa con tal de preservar la fidelidad de sus hijos y el territorio en el que vivían. Mucho de esto se ha trasladado a Horizon.
Algunas de las pequeñas tramas cuentan historias de padres e hijos que mueren juntos, con las botas puestas y los rifles en las manos, defendiendo su cabaña; de madres e hijas que sobreviven como pueden en un ambiente hostil y polvoriento y lleno de hombres rudos; de mujeres que tratan de poner a salvo a sus bebés o a sus niños pequeños; de familias que rezan juntas sabiendo que las van a atacar de un momento a otro y que acabarán en manos de sus enemigos; de padres de una tribu apache que ven con amargura cómo sus hijos optan por emplear el hacha de guerra para evitar que los colonos invadan sus tierras; de sargentos que han aceptado de manera religiosa o espiritual la muerte prematura de una de sus hijas (“Tenía su edad cuando Nuestro Padre la llamó a su lado”); de familias que pierden hijos y de hijos que pierden familias…
Junto a escenas de trazado corriente, abundan unas cuantas piezas sobre las que recae el peso de la película, bien porque recrean la tensión de forma muy efectiva o porque el cineasta se ha esforzado con mejores planos y grandes diálogos para conseguir momentos álgidos.
Por ejemplo, los careos y las situaciones en las que se ve envuelto, por voluntad propia, el joven e impulsivo Caleb Sykes; las secuencias en las que vemos a los apaches conversar para decidir qué hacer en el futuro; los asedios a las cabañas por parte de las tribus nativas… Y, por supuesto, todas en las que aparece el personaje secundario de Kevin Costner.
El director, en su retrato de la conquista del oeste, trata de ser justo y objetivo o eso nos ha parecido como espectadores. No hay colonos buenos y malos o indios buenos o malos. Cada personaje es responsable de sus acciones y éstas pueden ser correctas o no serlo. A una acción sigue una reacción y de ahí se deriva una consecuencia, como nos enseña y recuerda la Historia.
Las caravanas de colonos viajan a tierras vírgenes que algún estafador les ha vendido. Allí tratan de establecerse y prosperar. Las tribus indias lo ven de otra manera: se trata de una invasión de sus tierras y de un exterminio de sus víveres. Los indios atacan. Los colonos se defienden. Luego llegará la caballería y las incursiones de cazadores de recompensas o, simplemente, de criminales desalmados que disfrutan matando nativos porque el racismo continúa presente. De ahí al exterminio de indios y de búfalos habrá solo un paso, que imagino veremos en los capítulos restantes.
Costner, además, emplea dos bazas que consolidan su película: la primera es la banda sonora de John Debney (de quien siempre recordaremos su memorable composición para La Pasión de Cristo); la segunda, un reparto de altura, en el que podríamos citar al propio Kevin Costner junto a Jena Malone, Luke Wilson, Sienna Miller, Danny Huston, Sam Worthington, Jamie Campbell Bower, Michael Rooker, Abbey Lee, Will Patton, James Russo, Ella Hunt o Jeff Fahey.