San Ambrosio utiliza muchos versículos cuando instruye a los recién bautizados que están a punto de acercarse al altar para la Sagrada Comunión.
La Biblia contiene miles de versículos inspiradores que a menudo pueden aplicarse a distintas circunstancias.
Muchos santos han encontrado especial inspiración en el uso de versículos del Antiguo Testamento para aplicarlos a la Eucaristía y a la celebración de la Misa.
El Señor es mi pastor
Combina estos versos en una colección de homilías que lleva por título Sobre los misterios:
"Recién salido de las aguas y resplandeciente con estas vestiduras, el pueblo santo de Dios se apresura hacia el altar de Cristo, diciendo:
Entraré en el altar de Dios, en el Dios que alegra mi juventud. Se han despojado de la vieja piel del error, su juventud se renueva como la de un águila, y se apresuran a acercarse a aquel banquete celestial. Llegan y, al ver el altar sagrado preparado, exclaman: Has preparado una mesa a mis ojos.
David pone en su boca estas palabras:
El Señor es mi pastor y nada me faltará. Él me ha puesto en un lugar de pastos. Me ha llevado junto a aguas refrescantes".
Más adelante leemos:
"Aunque ande en medio de sombras de muerte, no temeré males, porque tú estás conmigo. Tu vara y tu cayado me han dado consuelo. Has preparado ante mis ojos a los que me afligen. Has enriquecido mi cabeza con aceite, y tu copa, que alboroza, ¡qué excelente es!"
La Sagrada Comunión y el Antiguo Testamento
Estos versos están tomados de los Salmos, que son bellos poemas que se aplican fácilmente a la Sagrada Comunión.
San Ambrosio se refiere entonces al pueblo de Israel en el desierto y al maná que se les dio:
"Es maravilloso que Dios haya hecho llover maná sobre nuestros padres y que se hayan alimentado con el alimento diario del cielo. Y así está escrito: El hombre comió el pan de los ángeles. Sin embargo, todos los que comieron ese pan murieron en el desierto. Pero el alimento que vosotros recibís, ese pan vivo bajado del cielo, suministra la sustancia misma de la vida eterna, y quien quiera que lo coma no morirá jamás, porque es el cuerpo de Cristo".
Incluso relaciona la roca que dio agua a los israelitas con la Eucaristía:
"Si lo que te maravilla es una sombra, qué grande es la realidad cuya sombra misma te maravilla. Escucha esto, que muestra que lo que sucedió en tiempos de nuestros padres no fue más que una sombra. Bebieron, está escrito, de la roca que los seguía, y la roca era Cristo. Todo esto tuvo lugar como un símbolo para nosotros".
San Ambrosio concluye su reflexión explicando que la Eucaristía es mucho más que un símbolo y es la luz que se prefiguraba en el Antiguo Testamento:
"Ahora sabes qué es más excelente: la luz es preferible a su sombra, la realidad a su símbolo, el cuerpo del Dador al maná que dio del cielo".
Podemos utilizar gran parte del Antiguo Testamento para iluminar nuestra comprensión y nuestra fe en la Eucaristía, mostrándonos cómo Dios estaba preparando a su pueblo para este mismo momento.