A veces nos acostumbramos tanto a escuchar ciertos mensajes que ya no les ponemos atención; puede ser que ocurra lo mismo cuando se trata del amor de Dios y, por lo tanto, de Cristo. A pesar de ser el mensaje más asombroso y revelador de la historia, como hace constar el Evangelio de san Juan:
"Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna".
Amor correspondido
Cuando uno se enamora desea que la otra persona corresponda a sus sentimientos, así, el amor será plenamente vivido por las dos partes.
También Cristo espera ser correspondido a su amor incondicional. Él ha dado todo sin esperar nada a cambio; sin embargo, su Sagrado Corazón se inflama aún más cuando se sabe amado por nosotros.
Por eso, la vida cristiana es desposarse con Cristo, porque donde está Cristo está su Iglesia. Sabedores de esta verdad, todos deberíamos estar dispuestos a someternos a Cristo.
Sin embargo, la concupiscencia -esos deseos desordenador por el tener, el poder y el placer- no aleja de la voluntad de Dios, desvaneciendo en nuestra alma nuestro poco amor por Él, olvidándonos de lo más importante:
"Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él".
Y lo más lamentable, condenándonos nosotros mismos por nuestra necedad:
"El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios".
Cuándo se acabará el amor de Cristo por nosotros
Entendiendo cuanto nos ama Dios, podemos preguntarnos, ¿dejará de amarnos alguna vez?, el Catecismo de la Iglesia católica dice:
"El amor de Dios es 'eterno' (Is 54,8). 'Porque los montes se correrán y las colinas se moverán, mas mi amor de tu lado no se apartará' (Is 54,10). 'Con amor eterno te he amado: por eso he reservado gracia para ti' (Jr 31,3)".
Y de la misma manera, podemos preguntar: a pesar de nuestras infidelidades, el Señor nos ama o, tal vez ¿se acabará el amor de Cristo? La respuesta debe hacernos estremecer: Cristo dejará de amarnos cuando se baje de la cruz.
Nunca nos olvidemos de esta enorme verdad.