La normalización del consumo de cannabis es lamentable. Casi todos los adolescentes han probado los porros alguna vez y son muchos son adictos a la marihuana. Los padres han de reaccionar con inteligencia en cuanto sepan que sus hijos están en esta peligrosa situación.
El comportamiento de su adolescente ha cambiado. No tiene iniciativa ni voluntad. Está en las nubes y nada le motiva (ni el deporte, ni el estudio). Su grupo de amigos también ha cambiado. Su rendimiento académico ha bajado drásticamente y, a veces, tiene los ojos rojos. Puede que fume cannabis. Si está seguro de ello, este pequeño manual de supervivencia le ayudará a manejar esta delicada situación.
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Un primer consejo: no caer en el pánico o en la violencia. Trate de entender las razones de su atracción. ¿Fuma para no ser rechazado por un grupo de amigos? ¿Porque cree que la marihuana ayudará a calmar su nerviosismo? ¿Para forjar su autoconfianza? ¿Para evitar dificultades en su relación con la familia o con los amigos? ¿Intenta transgredir una prohibición o descubrir nuevas sensaciones? Haga un balance de su consumo: excepcional, “festivo” o habitual. La respuesta debe ser la más ajustada posible.
¡Tome la iniciativa de la discusión! Exponga lo que siente, sus preocupaciones. Si su adolescente le asegura que un porro de vez en cuando es desinhibidor, dígale que la mejor manera de estar tranquilo es siendo honesto consigo mismo. También puede relajarse haciendo deporte. Si cree que puede curar un problema o una pena, trate de resolver la “crisis” primero escuchándole. Deje claro que usted rechaza productos peligrosos e ilegales en casa. ¡Recordar la ley es particularmente estricta con esta cuestión!
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No dé nunca dinero a su hijo para comprar drogas, ni siquiera para calmar una adicción. Ofrézcale su compañía, tiempo de calidad; cómprele ropa para que se sienta bien y cuide su aspecto físico; preparen juntos la comida para intensificar una vida familiar y amistosa.
Ayude a su adolescente a entender lo que le hace feliz
En todo caso, hay que ayudar a su hijo a conocerse a sí mismo, a descifrar lo que le gusta, lo que lo tranquiliza y lo que le hace crecer. Debe ser capaz de poner palabras a sus emociones y pensamientos. Invítelo a vivir sus pasiones y entregarse a los demás: no hay necesidad de placeres artificiales cuando haya encontrado sentido a su vida. Si se siente realmente incómodo respecto a sí mismo, si el uso de drogas oculta un problema depresivo, un malestar o una fragilidad grave, pida una cita con un médico, preferiblemente con un psiquiatra del comportamiento.
Pero lo más importante y efectivo es estar y disfrutar con su hijo. Si se trata de un niño, es el padre quien tiene que procurar estar más tiempo con él. Pueden organizar diferentes actividades: ir a tomar algo juntos, jugar al fútbol, realizar alguna actividad de ocio juntos, algo relacionado con los coches, etcétera. Si se trata de una niña, corresponde a la madre actuar, aunque el padre también tiene que desempeñar su papel, pero de una manera diferente.
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Finalmente, ayude a su hijo a desarrollar su vida interior y espiritual, a través de una comunidad religiosa o del encuentro con un sacerdote. Descubriendo la dimensión profunda de la existencia, descubrirá también cómo superar desde arriba las tensiones que lo arrastran.
Diane Gautret-Willard