Los salmos de la Biblia ayudan a recorrer el camino que Dios mismo ha trazado. Sin embargo, su lectura puede resultar difícil para los pequeños. Aquí unos consejos para iniciarles en los salmos con suavidad
Oraciones de David, pero también oraciones de Jesús, oraciones de María, oraciones de los apóstoles y de los primeros cristianos desde hace milenios, la riqueza espiritual de los Salmos alimenta la oración.
Hay un total de 150 salmos repartidos en cinco libros. Como todos los textos de la Biblia, fueron inspirados por el Espíritu Santo.
Los salmos, especialmente ricos, están adaptados a personas de todas las condiciones y tiempos. Las imágenes utilizadas muestran claramente que la oración no es algo insípido o descarnado.
El lenguaje de los salmos dice que uno no reza a pesar de su cuerpo sino con su cuerpo: su aliento, su lengua, sus brazos, sus ojos, sus manos, sus oídos, sus entrañas, etc.
Los salmos son la oración oficial de la Iglesia. El Oficio divino que todos los consagrados rezan a lo largo de la jornada se compone principalmente de salmos.
Aunque los consagrados tienen la misión de rezar así cada día, la Liturgia de las Horas no les está reservada en absoluto y cada vez hay más laicos que se unen a esta gran oración de la Iglesia.
Muchas familias se inspiran en los Salmos para rezar juntos, utilizando sobre todo las oraciones de la mañana y la noche presentadas por ejemplo en la revista mensual Magnificat. Pero ¿cómo utilizar los salmos para rezar con los niños?
Dirigirse a la liturgia, escoger un salmo concreto, cantar…
Son posibles varios criterios de elección, según las circunstancias, para rezar los salmos con los niños.
Podemos dirigirnos a la liturgia, escoger un salmo de la misa del día o uno de los salmos de la Liturgia de las Horas. Luego, podemos explicar a los niños que ese salmo se reza, el mismo día, por millones de hombres y mujeres en todo el mundo.
Otra posibilidad: escoger un salmo en función de un tema preciso. Por ejemplo, escogeremos el salmo 50 para pedir perdón o el salmo 100 para dar gracias.
Podemos leer el salmo en grupos de dos o cuatro versículos, intercalados por una antífona. Podemos también leerlo en dos coros o, mejor, cantarlo (no hay que olvidar que los salmos, originalmente, eran oraciones cantadas).
Aunque los salmos puedan parecer a veces difíciles, extrañar e incluso desagradar, sería una pena perder la motivación y pasar por alto los tesoros que contienen.
Quienes no estén muy familiarizados con la práctica de los salmos y que se sientan un poco impresionados por su nombre, pueden seleccionar solamente cinco o seis de diferentes temáticas y volver sobre ellos regularmente.
No tardarán en acomodarse a rezarlos y a memorizarlos. Luego, será posible acercarse con más confianza a unos cuantos más.
Cuanto más frecuentemos los salmos, más vendrán a habitar nuestra memoria y nuestro corazón para ayudarnos a rezar en cualquier momento y lugar. ¡No privemos a los niños de este tesoro!
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Por Christine Ponsard