Descubre cómo el movimiento scout aumentó la fe de estos scouts o les permitió descubrir a un Dios que no conocían“Durante los momentos espirituales, descubrí la vida de Jesús y eso me dio ganas de convertirme en hija de Dios”, explica con sencillez Cassandre, de 13 años, lobata en las Guías de Francia en Castres.
Con 8 años por entonces, pidió el bautismo y escogió como madrina a una de sus jefas scout. A pesar de su juventud, organizó el día D hasta el más mínimo detalle.
“Quería ser bautizada de uniforme, por mi capellán scout en una pequeña iglesia situada cerca de lugar de campamento, en el camino de Santiago”, precisa esta chica que ya guía y cuenta con convertirse en jefa “para transmitir a los demás” lo que ella recibió.
Un caso que ni de lejos es aislado. Aunque no se trata de llegar a convertir las almas, el escultismo ayuda a crecer con el tiempo compensando un ambiente espiritual casi inexistente o más o menos cuestionado durante la adolescencia.
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Un lugar donde se transmite la fe
Bautizado pese a ser hijo de una familia no practicante, Hubert se convirtió en scout con los Scouts Unitarios de Francia o SUF por invitación de un compañero de clase.
“Solamente iba a misa durante mis fines de semana scout, una vez cada dos meses. En casa no se hablaba de Jesús, no se rezaban oraciones. Luego, gracias a las etapas de progresión propuestas por los SUF, mi compromiso se hizo más espiritual. En la Ruta, aprendí a rezar y a ponerme al servicio de los demás. Al ver a mis compañeros arrodillarse durante la consagración en la misa, tomé conciencia de que estaba sucediendo algo. Empecé a ir a misa todos los domingos. A los 22 años, pasé por mi ceremonia de rover y recibí el sacramento de la Confirmación el mismo día”.
Un poco de historia de los scouts
Sí, el escultismo y la transmisión de la fe son una buena mezcla. Y no es por azar.
“Una organización como la nuestra faltaría a su objetivo si no enseñara a los niños la religión”, escribía su fundador Baden-Powell (Scouting for boys, 1908).
Al detectar en el escultismo un espíritu profundamente cristiano, el padre Jacques Sevin y el canónigo Cornette lo importan a Francia en 1920 y le confieren una espiritualidad católica. ¿Su objetivo?
“Forjar las almas de nuestros hijos para reconstruir, después de la guerra, en medio de las ruinas materiales y morales acumuladas, la ciudad de Dios”.
Casi un siglo más tarde, los movimientos scout católicos continúan, cada uno a su manera, cumpliendo esta misión en un contexto de descristianización creciente.
Y con éxito. Porque catolicismo y pedagogía scout forman un dúo vencedor, como resume Bruno Rondet, presidente de la red de escultismo y oración Réseau Scoutisme et Prière en Francia:
“La ley scout es conforme a las aspiraciones profundas que Dios colocó en el corazón de las personas y que llamamos ley natural. Es más, resulta ser una excelente base para una educación sobrenatural y para guiar al scout para que viva de manera práctica las exigencias del Evangelio”.
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La importancia de asumir responsabilidades
“Gracias a la pedagogía scout, nos convertimos muy pronto en actores de nuestra progresión espiritual”, atestigua Delphine, antigua guía, jefa de grupo en los Scouts de Europa.
Asumir la responsabilidad de una patrulla o de un equipo con unos 16-17 años es una etapa primordial en esta progresión espiritual. Tener esta responsabilidad permite al adolescente integrar su fe de adulto.
“Cuando eres jefe de patrulla”, prosigue Delphine, “se te confía la vida espiritual de los scouts y las exploradoras. Y en el momento de convertirte en jefe, sirves de modelo, como dice muy claramente el ceremonial de investidura: ‘Los jóvenes te miran’”.
Más adelante, los scouts tienen un plus a la hora de adquirir compromisos, tanto en la vida familiar como en la social y la laboral:
Integrar la oración en la vida
Antes de eso, el compromiso con las exploradoras mayores o los rovers da un potente acelerón en la vida espiritual.
“Así aprendí a organizar en mis jornadas los tiempos personales con Dios, durante los que medito la Biblia o un texto espiritual y reviso mi jornada a la luz de mi fe”, explica Delphine que, con 37 años, se ha mantenido fiel a esta práctica.
Muchos antiguos miembros lo confirman: en los scouts fue donde aprendieron de verdad a rezar.
Durante el campamento, la oración puntúa la jornada, las bendiciones preceden sistemáticamente las comidas. Se adquiere el hábito de dirigirse a Dios.
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Oración scout
La naturaleza lleva a Dios
Las actividades vividas en medio de una naturaleza evangelizadora desempeñan también un gran papel en esta progresión espiritual.
“La vida al aire libre durante tres semanas de campamento nos permite desconectar del mundo moderno y volvernos hacia lo esencial. La belleza de la naturaleza conduce a la reflexión y dirige necesariamente hacia Dios”, constata Louis.
Patrick, que era “católico de boquilla” antes de entrar por casualidad en la Ruta con los Scouts de Europa, encontró allí una “pedagogía de la belleza” que “estructuró su fe”.
“La fuerza del escultismo está en las oraciones y las enseñanzas en torno a un gran fuego o en la montaña frente a la Gran Cartuja bajo un cielo estrellado”, explica.
“El Buen Dios está tanto en la topoguía como en la Creación que contemplamos. También hay fuerza en una misa celebrada a las 7 de la mañana para diez rovers en una pequeña iglesia románica desierta o una vigilia de oración en la basílica de Vézelay llena hasta los topes. En estos momentos experimenté la gracia de Dios”.
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Una orientación espiritual decisiva
Esta pedagogía scout es más fecunda espiritualmente cuando viene de la mano de un jefe y un capellán.
El capellán scout es el embajador de Cristo entre las unidades. Su simple presencia da fe de un don total a Dios y recuerda a los jóvenes que deben emplazar sus actividades bajo la mirada del Padre.
El capellán les acompaña individualmente en su progresión humana y espiritual: preparación y luego bendición de la promesa, dirección espiritual para los mayores que lo deseen…
Celebra la misa y dispensa los sacramentos. Su doble condición de scout y sacerdote favorece una proximidad única con los adolescentes.
Para Patrick, el encuentro con su capellán scout fue “determinante” en su recorrido espiritual. “Sin él, nunca me habría planteado la pregunta de mi vocación religiosa”, asegura.
35 años después, Isabel recuerda con emoción que gracias a su capellán conoce las oraciones que no le enseñaron ni sus padres ni en su escuela, aunque era católica.
Él la llevó a descubrir el sacramento de la penitencia a los 16 años. Testigo de estas carencias catequéticas, el capellán terminó incluso organizando otras “sesiones de orientación” al margen de las salidas de los scouts, lo que hace que hoy en día sus antiguos miembros digan que él fue su único “profesor de catequesis” real.
El scout se compromete a ser misionero
Sin embargo, aunque el escultismo es un lugar de transmisión de la fe, lo es también porque el scout se compromete a ser misionero.
“Los scouts trabajan para establecer el reino de Cristo en toda su vida y en el mundo que les rodea”, plantean como principio los SUF y los Scouts de Europa.
En muchos otros grupos scouts, el anuncio de la fe es más opcional y queda a la libre valoración de los jefes y jefas en función de sus convicciones y del público al que se dirijan.
Es precisamente para evangelizar que Jean-Baptiste, de 26 años, se convirtió en jefe de los Scouts de Francia en Burdeos.
“Recibimos a jóvenes de universos muy diferentes, no practicantes o no creyentes. El escultismo es un medio de evangelización con un potencial muy fuerte, pero nos cuesta cada año reclutar jefes practicantes”, confiesa.
Encontrar jefes que deseen guiar hacia Dios las almas que les han confiado es un desafío para todos los movimientos. ¡Que no falten testigos que permitan mantener viva la fe!
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