Los ángeles aparecen en el cielo y trasmiten esperanza. Los pastores están cuidando su rebaño, tal vez no buscan nada:
Los ángeles vuelan, anuncian, proclaman. Tienen que saberlo los hombres, tienen que enterarse.
Pero no todos están preparados para comprender el misterio, para ver a Dios. Y aun así, los ángeles tienen que dar luz, cantar con sus voces llenas de esperanza, aparecerse en medio de la oscuridad.
Llamados a ser ángeles
Tengo vocación de ángel. Quiero anunciar siempre palabras de esperanza, decir cosas bellas, halagar y ensalzar a mi hermano, dar buenas noticias.
Al mismo tiempo me gusta descubrir ángeles en mi vida. Veo muchos ángeles a mi alrededor. Muchos ángeles caminando con su piel humana.
Muchos ángeles vestidos de cotidianidad que hablan palabras suaves que dan esperanza. Son las voces de los míos, de los más cercanos. Ellos me dan alegría.
Sé que los ángeles que conozco son pecadores, tienen luces y sombras, piden perdón y son salvados en su debilidad.
Los ángeles que veo y escucho caminan por la misma vereda por la que yo asciendo. Tropiezan y caen, se levantan de nuevo.
No caminan varios metros por encima de la tierra. Simplemente tienen en el corazón una luz propia.
Alguien, ese Dios que ama, los ha tocado con su mano, con su palabra, los abraza con su alegría y susurra palabras llenas de luz en sus oídos para que todos sepan que Jesús ha nacido.
Yo también tengo vocación de ángel. Necesito escuchar a Dios dentro de mí para llevarlo a muchos.
Soy también pastor que cuida
Quiero que mi alma como la de los pastores se llene de luz. Porque también me siento pastor.
Cuido mi vida, mi rebaño pequeño, mi entorno sagrado. Cuido a los míos y soy pastor de ovejas descarriadas y dóciles y les digo conmovido:
Es mi mensaje como pastor. Quiero que otros tengan paz y confíen.
Sé que algunas de las ovejas se quedarán tranquilas en el redil, otras se escaparán siguiendo sus propios caminos.
Y yo me precipitaré buscando a las perdidas para que no se mueran. Y vuelvo con ellas sobre mis hombros.
No me quedo sólo con las que no tienen manchas. Me gustan las heridas, las que están enfermas, las que están más solas.
Y también pequeña oveja
Mi vocación de pastor me hace sentir pequeño y vulnerable.
¿Qué hago yo guiando a otros cuando no sé bien cómo caminar? ¿Qué hago yo cuidando a otros cuando soy yo el que necesita ser cuidado?
Soy pastor y soy oveja, no lo olvido. Por eso me gustan las palabras de san Juan Crisóstomo:
Me siento como cordero lleno de manchas que camina indefenso en medio de la vida. Necesito a Jesús.
No tengo respuestas para todo, ni logro solucionar todos los problemas. Me siento tan frágil en medio de la noche.
Me veo perdido. Soy una oveja que necesita ser rescatada por el pastor. Eso es lo que me salva realmente en medio de los peligros. Sentirme frágil, no fuerte. Débil, no capaz. Vulnerable y herido en medio de mil batallas.
Y llego al nacimiento en Navidad, me sé indigno:
En la humildad de una gruta, en la sencillez de una noche, Jesús se hace carne para darme fuerzas y esperanza. Tengo su luz.