La traductora mexicana Selma Ancira, una de las más connotadas traductoras del ruso al español, publicó *Aforismos *(Fondo de Cultura Económica, 2019), un compendio de los pensamientos de Tolstoi y de otros pensadores con el propósito, sí, de dar a conocer las ideas que poblaron la mente de este grandísimo autor, pero también con la finalidad de llamar a la reflexión, al pensamiento. “Es, también, una guía para acompañarnos en el intrincado camino de la vida”, apunta Ancira en el prólogo.
Resulta imposible resumir el contenido del libro. Ancira lo divide en 31 secciones que agrupan pensamientos y aforismo similares o que tratan de cuestiones como la fe, el alma, Dios, el amor, los excesos, la lujuria, la holgazanería, la soberbia, la desigualdad, la humildad, la veracidad, los males, la muerte o después de la muerte. Y aún esas secciones se dividen en temas puntuales.
La riqueza de las reflexiones de Tolstói –-junto con Dostoievski el más grande de los escritores rusos del siglo XIX y en su caso de los primeros años del siglo XX (murió en la estación de ferrocarriles de Astapovo en 1910) – no tiene que ser explicada. Millones de lectores en el mundo lo han comprobado, bien a través de sus ensayos o bien a través de sus novelas cuya cumbre, según los críticos, es Guerra y Paz.
Elegir uno de estos trozos de sabiduría de Tolstói es tarea arriesgada, sin embargo, con la mira en los propósitos que nos hacemos cada fin de año e inicio de otro, hemos elegido en la sección dedicada a los pensamientos sobre la vanidad, un par de reflexiones del escritor ruso en los que señala que el que vive una vida verdadera no tiene necesidad de ser alabado por la gente. Pero: ¿qué es vivir una vida verdadera?
El hombre debe servir a uno de dos: al alma o al cuerpo. Si sirve al alma debe luchar contra el pecado. Si sirve al cuerpo, no tiene por qué luchar contra los pecados, sólo tiene que hacer lo que es aceptado por todo el mundo.
Hay que aprender a vivir sin pensar en la opinión de la gente, sin anhelar ser amado por la gente, y vivir sólo para el cumplimiento de la ley de la propia vida, de la voluntad de Dios. Cuando se lleva una vida así de solitaria, únicamente con Dios, es cierto que ya no se tiene el impulso de hacer buenas acciones en aras de la gloria humana; pero en cambio aparece en el alma lo que nunca conocerá aquel que vive para la gloria humana: una enorme libertad, una tranquilidad, una estabilidad y una gran certeza de estar en el camino correcto… Y aprender a vivir así es algo que puede hacer toda persona.
Y para aquellos de nosotros que estemos planteando acabar con las costumbres viciadas o los hábitos que arrastran a la vida no verdadera, el conde Tolstói espiga este pensamiento –a la vez realista y clarísimo—de Confucio:
Contra los malos hábitos se puede luchar únicamente hoy; mañana no.