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Covid-19: la vacunación de niños causa tensión entre papá y mamá

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Mathilde De Robien - publicado el 14/01/22
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Desde el 22 de diciembre, la vacunación contra la Covid-19 está disponible para niños de 5 a 11 años en Francia. Un tema que divide a la sociedad, pero también a algunas parejas

“Recibo a parejas que discuten por las migas en el mantel, así que, cuando se trata de la vacunación de sus hijos, la tensión llega a máximos”, declara a Aleteia Claire Chavanes, terapeuta de parejas Imago en Angers, Francia. La campaña de vacunación de niños en Francia, abierta desde el 15 de junio para edades entre los 12 y los 17 años y, desde el 22 de diciembre, de 5-11 años, genera en las parejas un tema de discusión que a veces llega al conflicto.

Desde hace algunos meses, esta asesora conyugal y familiar ha acompañado a muchas parejas en su proceso de decisión. “Los conflictos en relación a la vacunación contra la Covid ponen de manifiesto a menudo un desequilibrio en la pareja más profundo y anterior a la cuestión de la vacuna: una mala comunicación, tomas de decisión unilaterales, tendencia a posponer…”. Un cúmulo de disfunciones que repercuten cuando una pareja debe tomar una decisión importante. Lo esencial, explica Claire Chavanes, es “ser capaces de entrar en el mundo del otro, de acompañarlo en sus sentimientos, sus argumentos, para que se sienta entendido y comprendido, y así poder luego tomar una decisión común”.

En Francia, a partir del 6 de enero, el permiso de ambos padres, no únicamente uno, es necesario para vacunar a los niños de 5 a 11 años contra la Covid-19. Para los niños de 12 a 15 años, el consentimiento de un único padre sigue siendo suficiente. En cambio, los adolescentes a partir de 16 años pueden vacunarse sin permiso parental.

Un indicador de la toma de decisiones en la pareja

Pierre está furioso con su mujer. En Navidad, se enteró de forma casual en una conversación familiar de que su hija de 13 años estaba vacunada contra la Covid-19. Su mujer no había considerado apropiado hablarle de ello. “Ella se defendió diciendo que, desde que los niños son muy pequeños, es ella la que gestiona los temas médicos y que no ve dónde está el problema, ya que la vacunación está recomendada por las autoridades sanitarias. Yo estoy destrozado. Por una parte porque no estoy convencido del interés de la vacuna para los niños. Y, por otra parte, ¡por la manera de funcionar de mi esposa! He perdido mi confianza en ella, ¡me pregunto ahora por todo lo que habrá hecho a mis espaldas!”. Una decisión tomada de manera unilateral, cuando concierne a ambos padres, coloca en efecto al cónyuge dañado en una situación de inseguridad.

En otros hogares, el reparto de roles es patente y asumido. Es el caso de Inès, que toma las decisiones relacionadas con la salud sin por ello dejar de lado a su cónyuge. “Para la vacunación y todas las enfermedades de los niños, soy yo la que tiene la última palabra. Mi marido puede ver que me informo bastante para hacerme una idea. Aunque no apruebe mi posición escéptica sobre las vacunas en general, confía en mí porque soy yo la que gestiona completamente la salud de los niños diariamente. Dicho esto, también dedicamos tiempo a discutir sobre el tema. La tosferina en 2019 y la Covid en 2020 nos han permitido revisar el tema de las vacunas y evaluar en cada momento el equilibrio beneficios-riesgos”.

La cuestión de la vacuna permite aclarar cómo funciona la pareja: ¿quién decide?, ¿basándose en qué?, ¿quién asume la responsabilidad de una decisión? Un montón de preguntas que permiten retocar la relación conyugal y aportar circunstancialmente un nuevo equilibrio para que cada cónyuge pueda sentirse y considerarse corresponsable de las decisiones.

¿Dónde queda la patria potestad?

En padres divorciados o separados, el conflicto se acentúa porque, desde 12 años, en Francia basta el permiso de uno solo de los padres. Una aberración en opinión de Anne-Sophie: “Como los dos padres tienen la patria potestad, todo debe estar validado por el otro padre, en cuestiones que a veces son menores. En cambio, esta patria potestad compartida ha sido directamente suprimida por el Gobierno para la vacunación de los niños”. La madre, aunque tiene la doble pauta ella misma, se plantea la cuestión de si hacer vacunar a su hijo mayor de 13 años. “Necesitaba un poco de tiempo para reflexionar sobre el tema y había advertido al padre de mis dudas y preguntas. Recuperé al niño después de las vacaciones con la primera dosis puesta…”.

Una buena comunicación, requisito para cualquier decisión

Gabrielle, de 46 años, está casada y es madre de dos niños de 12 y 18 años. “Para mi marido, que trabaja en un hospital universitario y ve pasar todas las enfermedades posibles e inimaginables, la vacuna es una evidencia. Pero yo era más bien recelosa de esta vacuna, que salió tan rápidamente al mercado y para la que tenemos muy poca perspectiva. He aguantado clases magistrales sobre la susodicha vacuna. Hemos discutido, he llorado… y he cedido. Resultado: estamos todos vacunados. Terminé por aceptar para proteger a mis hijos, a los niños a los que cuido –soy asistenta maternal– y a los más vulnerables de las formas graves [del virus]”.

“Se pueden tener sentimientos y argumentos diferentes a los del cónyuge pero, para llegar a tomar una decisión común, es esencial hacer el esfuerzo de entrar en el mundo del otro para que este se sienta acompañado y comprendido”, asegura la asesora matrimonial.

Algunos se quedan atrincherados en su posición y la discusión no puede tener lugar o produce crispaciones por ambas partes. Por el contrario, para tener una conversación de verdad, es necesario “bajar las armas, despegarse de uno mismo para comprender al otro, por amor, por curiosidad, mostrar empatía”. Decir “comprendo que puedas sentir angustia ante la idea de vacunar/no vacunar a nuestro hijo” es una etapa indispensable para poder idear una tercera vía común o llegar a un compromiso.

Tema pospuesto… pero no resuelto

Otras parejas que saben que el conflicto es inevitable evitan abordar el asunto. “El tema es tabú y no se habla de ello”, “para los niños, me tomo mi tiempo”, declara Victoria, desfavorable a la vacuna. En casa de Charlotte, la COVID ha terminado por poner fin a sus interminables discusiones: “Tenemos una hija asmática grave. Mi marido estaba convencido de que había que vacunarla. Yo estaba en contra… Finalmente, todos contrajimos la COVID… ¡Ya no es necesario vacunar a los niños! Se acabaron las discusiones… Pero, ¡¿por cuánto tiempo?!”, se pregunta la madre.

Persiste la inquietud en cuanto a la evolución de la obligatoriedad de la vacuna para los niños. “Mientras la vacuna no sea obligatoria, hemos decidido no vacunar a nuestras hijas”, admite Christelle, madre de tres niñas de entre 6 y 12 años. “¡Pero sé que la tensión va a aumentar de nivel en nuestra pareja si necesitaran un pasaporte de vacunación para sus actividades o, peor, para la escuela! Estoy totalmente en contra de la vacuna por los efectos secundarios no conocidos para la fertilidad. Está fuera de debate que asuma un riesgo así para mis hijas."

"Prefiero -continúa- hacer la escuela en casa o restringir sus actividades deportivas antes que tomar un riesgo tan grande para su vida futura. Pero mi marido me trata de extremista y prefiere que vivan su vida antes de que se la eche a perder con mis angustias infundadas”. Un tema que está lejos de zanjarse.

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