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Margarita Leijonhufvud, la reina sueca que se mantuvo fiel a su fe católica

MARGARETA LEIJONHUFVUD
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Sandra Ferrer - publicado el 17/01/22
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En una Suecia luterana, la reina Margarita defendió el catolicismo, amenazado por su propio marido, el rey Gustavo I

Cuando a principios del siglo XVI Martín Lutero impulsó la Reforma protestante, el mapa religioso de la Europa moderna empezó a modificarse. Algunos países decidieron abrazar la nueva doctrina luterana, iniciándose una larga lista de conflictos religiosos que terminaron en disputas políticas e incluso en guerras. 

El rey Gustavo I de Suecia no solo fue el primer soberano del linaje de los Vasa, fue el monarca que impulsó en tierras suecas la reforma protestante. Para que el cristianismo reformado fuera todo un éxito en su reino, Gustavo I no dudó en atacar a la jerarquía católica y permitir el saqueo de sus bienes.

En este contexto en el que los ciudadanos suecos que no querían renunciar a su fe original sufrieron persecución y rechazo social, el rey que había impuesto la Reforma se casaba con una reina católica. 

Era su segunda esposa. En 1535 había quedado viudo de su primera mujer, la reina Catalina de Sajonia-Lauenburgo con quien había tenido un hijo, el futuro rey Erico XIV. Pero en aquel momento era solamente un niño de dos años y era necesario ampliar la lista de posibles herederos.

Margarita Leijonhufvud, conocida también como Margarita Eriksdotter, era miembro de uno de los linajes más poderosos de Suecia y familia del propio rey; pues su madre, Ebba Eriksdotter era su prima.

Católica desde niña

Margarita recibió una educación acorde a su rango y lo hizo no solo tras los muros de los castillos en los que vivió; también en un convento donde aprendió los principios del catolicismo. Y debieron marcar intensamente su fe, pues no renunciaría a ella a pesar de las presiones de la naciente reforma protestante. 

La elección de Margarita como segunda esposa de Gustavo I, quien tenía veinte años más que ella, fue una decisión de estado. Con ella, el rey se vinculaba con una de las familias nobles más poderosas del país. Margarita y Gustavo se casaron en la Catedral de Uppsala en octubre de 1536, el mismo escenario, un día después, de la coronación de Margarita como soberana sueca.

Para entonces, Gustavo I ya había iniciado su conversión al protestantismo y había empezado a disponer de los bienes de la Iglesia católica que empezaba también a sufrir saqueos y desprotección por parte de los poderes estatales.

No sabemos si la decisión de contraer matrimonio con el rey fue del agrado de Margarita, pero lo cierto es que ella asumió su papel con dignidad defendiendo así mismo sus propios principios.

Labor silenciosa

Ante el avance de la Reforma en su país, la reina siguió apoyando el catolicismo, algo que no debió alterar su relación con el soberano, con el que llegó a tener hasta diez hijos. Mientras muchas iglesias eran destruidas, Margarita, como también hizo su propia madre Ebba, hizo importantes donaciones a las que aún permanecieron en pie. 

La reina Margarita fue igualmente amada y respetada por sus súbditos. Alejada de las turbulencias del poder, intentó mejorar la situación de su reino realizando obras de caridad y ayudando a los más necesitados. También se convirtió en una importante mediadora en algunos casos que ella consideró injustos.

Aunque no se implicó en política sí que se la conoció por sus dotes diplomáticas apagando algún que otro fuego en la corte; así como revueltas que amenazaban la estabilidad del reino.

Los diez embarazos por los que pasó mermaron la salud de la reina que nunca dejó sus responsabilidades ni con su pueblo ni con sus hijos. Una neumonía terminaba con su vida en agosto de 1551 cuando tenia solamente treinta y cinco años de edad.

El rey lloró sinceramente la muerte de su esposa con la que forjó un matrimonio iniciado por cuestiones de estado; pero que terminó encontrando la manera de convivir a pesar de las diferencias ideológicas. 

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