"Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso."(Mateo 11, 28)
Mi buen Jesús, a quien tanto quiero, presente en cada Sagrario del mundo, ha sido mi mejor amigo desde la infancia. Recuerdo que en las clases del Colegio Paulino de san José en la provincia de Colón, en Panamá, te sentías en el cielo, por el amor y comprensión que profesaban las hermanas franciscanas.
Con la hermana María Ávila previo a nuestra Primera Comunión, solíamos cantar a viva voz aquella tierna canción que me hacía pensar en Jesús, abandonado en tantos Sagrario.
Me encantaba porque tenía la posibilidad de consolar su Sacratísimo Corazón de una forma muy sencilla y a mi alcance siendo apenas un niño: y era haciéndole compañía.
¿Llegaste a cantar esa bella canción alguna vez? ¿La conoces?
Todavía de adulto me gusta cantarla porque me ayuda a recordar los días felices de la infancia, cuando todo era más sencillo y podías amar Jesús sin complicaciones.
En la parte superior de mi escuela quedaba la capilla. Era hermosa, pequeña, con enormes vitrales a los costados, por donde se filtraba la luz del sol coloreando la capilla con el azul, el rojo, el verde azulado de aquellos cristales corrugados.
Miraba los vitrales embebido, y me sentía feliz.
Comprendí que en el silencio nos habla Dios, basta amarlo. Es un intercambio de amor. No sabría cómo explicarlo pero es parecido a aquella famosa frase: “Él me mira, yo lo miro”. En este caso era: “Yo lo amo Él me ama y puedo experimentar su amor inagotable, infinito, eterno”.
La lámpara del Sagrario
Esto es importante y debes saberlo. Cuando vayas a verlo en cualquier capilla, pregunta dónde tienen el sagrario y pon atención en una lampara de luz roja que debe estar encendida a su lado. Es la lámpara del sagrario. También se le llama lampara del Santísimo.
Cuando está encendida te indica que allí está Jesús. Es lo primero que busco cuando entro a una Iglesia y veo el Sagrario. Si no sé dónde tienen el Sagrario, pregunto. Te recomiendo hacerlo. Alguien te orientará.
Y cuando estés en su presencia dile que lo amas, una y otra vez. No te canses de hacerlo. Él merece esto y más.
—Jesús, yo te amo. Jesús, yo siempre te amaré.
La infancia espiritual
Tenía en esos días un tesoro que he perdido con los años: “Pureza infantil”. Sólo me interesaba estar con Jesús, acompañarlo en aquel Sagrario. Me eran indiferentes las apetencias de este mundo, el poder, el dinero, lo material.
Caminaba con el corazón en el Sagrario. Y sólo pensaba en consolarlo.
No imaginaba que con los años descubriría en las Redes Sociales horrendos desprecios y mucha indiferencia a su Amor. Esto me dio ánimo a continuar mis visitar a Jesús en el Sagrario. Imagino lo que sufre al ver los pecados de esta humanidad por la que se sacrificó. Y no pienso en más que en consolarlo. Por eso suelo hace muchas comuniones espirituales.
No imaginas la ilusión con que esperaba los recreos para subir por aquellas escaleras y pasar esos quince minutos acompañando a Jesús en el Sagrario. Sentía que estaba en el cielo y el sonido fuerte del timbre para volver clases me traía de vuelta a la tierra y al salón de clases.
Me quedaba a veces distraído pesando en Jesús sin nadie que le hiciera compañía.
Mi vida ha girado siempre en torno al Sagrario.Cómo ha de ser de otra manera si allí vive Jesús. Y yo quiero acompañarlo. Jesús y yo. En su presencia encuentro consuelo, serenidad, paz interior, esperanza.
¿Te gustaría compartir con nosotros tus experiencias con Jesús en el Sagrario? Te dejo mi email personal cv2decastro@hotmail.com
¡Dios te bendiga!