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Con 92 años, es fraile, sacerdote y arquitecto con Premio Nacional

Fray Gabriel con el Papa Francisco.

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Jesús V. Picón - publicado el 19/08/22
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Nació al final de la Guerra Cristera. Su amor por el dibujo lo llevó a ser arquitecto y su amor por Dios a ser un fraile sacerdote benedictino. Formó parte del equipo de arquitectos que realizó la nueva Basílica de Guadalupe en la Ciudad de México. Hoy sigue haciendo diseños y planos para proyectos que llegan a todas partes

Fray Gabriel sale a pasos lentos al encuentro con Aleteia. Con él viene cargando 92 años al servicio de Dios. Sus talentos son muchos, pero su pasión por la arquitectura lo ha llevado a tener proyectos fuera de México hasta en el Vaticano, en la capilla dedicada a la Virgen de Guadalupe.

Tan positivo y grande es el reconocimiento de este fraile sacerdote benedictino que en el 2020 recibió de manos del presidente Andrés Manuel López Obrador el Premio Nacional de Arquitectura.

Esta es la historia de un fraile, sacerdote y arquitecto mexicano que aún con 92 años de edad no se cansa y tiene una hermosa agilidad y movimientos en sus dedos y manos que trazan el lápiz y dibujan las bendiciones.

-Fray Gabriel, gracias por concedernos esta entrevista en un momento tan importante para México y el mundo.

Bienvenidos a esta Abadía del Tepeyac.

-¿Dónde nació usted y en qué año nació?

Yo soy tapatío, así nos dicen a los que somos de Guadalajara, México, en el estado de Jalisco. 

En 1929, el 26 de noviembre. Quiere decir que ya ando con 92 y medio años.

-¿Entonces usted venía naciendo casi al fin de la primera Guerra Cristera?

¿Te imaginas? ¡Justo por ahí!

-¿Qué fue usted primero: arquitecto o fraile?

Yo en Guadalajara estudié la arquitectura. La universidad recién acababa de fundar la Escuela de Arquitectura. Por lo tanto, soy de la primera generación, de los primeros recibidos. Y, por orden alfabético, Chávez de la Mora, soy el primer egresado arquitecto de la Universidad de Guadalajara. Y me han reconocido a los 10 años, a los 20, 25, a los 50 años. 

De la primera promoción de la Universidad de Guadalajara

-¿Y cómo es que inicia ese gusto por la arquitectura? 

El interés o gusto por la arquitectura es innato, es un carisma, un don. Sin pensarlo mucho, con mucha sencillez, ingresé yo a la Escuela de Arquitectura. Al principio, no habiendo aún esa carrera en Guadalajara, hice el primer año de ingeniería, pensando en la construcción; pero se funda la Escuela de Arquitectura y no dudé en cambiarme. Posición muy diferente a la de mi padre, pues él era médico pediatra, y no se me ocurrió seguir la carrera de medicina sino la de arquitectura.

-¿Y desde niño usted dibujaba?

Eso lo he tenido desde siempre: lápices, plumas y colores en las manos por mi afición al dibujo. Incluso desde joven tenía algunos dibujos de arquitectura antes de entrar a dicha carrera.

-¿Qué relación tiene la arquitectura con la creación?  ¿Dios es el más grande arquitecto? ¿Todo lo hace hermoso?

La misma relación que cualquier profesión, pues todos son dones, carismas del género humano. Licenciado, médico, constructor… todos son para el servicio de los hermanos en la construcción del Reino. Dios todo lo hizo muy bueno. Él mismo lo dijo en su Palabra: “Todo era muy bueno”.

GUADALUPE

-¿Usted encuentra la belleza en todo lo que Dios hizo?

¡Claro! En un insecto, en una flor, en el sol… ¡en cualquier dimensión!

No había benedictinos en México

-Después de que egresó usted como arquitecto, ¿cómo nació su vocación a la vida consagrada?

No era extraña mi inclinación en una familia católica practicante, pues había familiares religiosos. Y yo me inclinaba hacia los monjes benedictinos, aunque pensaba que no había benedictinos en mi país. Entonces pensé: “Alguna vez me iré a España o a Francia”.

Yo sí conocía, por textos de Thomas Merton, la vida monástica según la Regla de San Benito; aunque Merton era cisterciense de Estados Unidos.

-¿A qué edad egresa usted como arquitecto, y a qué edad decide ingresar con los benedictinos?

Yo aún estaba estudiando arquitectura cuando supe que había una fundación acá en México. Sin embargo, quise terminar primero la profesión, así que me recibí primero de arquitecto y meses después ingresé en Cuernavaca en la fundación Santa María de la Resurrección, fundada por el padre Gregorio Lemercier, que venía de la abadía de Mont César, de Bélgica, ya con la idea del movimiento preconciliar sobre la renovación de la Iglesia, la renovación monástica, la renovación bíblica y la renovación litúrgica. Así que fue muy interesante conocerlos, me entusiasmó. Ingresé con ellos en 1955.

Oración, estudio y trabajo sin apostolado externo

-¿Por qué le atraían los benedictinos?

Por la vida monástica, la fraternidad y su esquema de vida en retiro en un monasterio. Un grupo de hermanos bajo un abad y la Regla de San Benito. Es el esquema de oración, estudio y trabajo, sin un apostolado externo.

-¿Qué han significado para usted los benedictinos y la arquitectura, en su esencia como ser humano?

Cuando entra uno en una orden religiosa, la profesión o lo que sea uno en su vida anterior queda atrás. Así que pensé que la arquitectura quedaría atrás, que no me iba yo a ocupar del arte sacro y la arquitectura litúrgica. Y así fue en los primeros años, en el monasterio de Cuernavaca, durante mis años de formación.

Ahí fui más artesano: formamos talleres de artesanía, como iconografía religiosa, serigrafía, trabajos en plata, etc. Se llegaron a conocer mucho por acá, en la Iglesia de México, los Talleres Emaús.

Fue después cuando el padre Gregorio Lemercier me dijo: “Diseña la iglesia de nuestro monasterio”. Teníamos un espacio provisorio para la capilla. Estábamos en 1957 y me ocupé, como encomienda de la comunidad, de diseñar la arquitectura para nosotros mismos. Así fui completando el claustro de nuestro monasterio, unos edificios y, sobre todo, la iglesia.

Renovación litúrgica

Se trató de mi primera construcción, y lo interesante fue que el diseño ya tomaba en cuenta lo que sería la renovación litúrgica, o sea con altar de frente, y con los tres elementos de altar, sede y ambón, además de la capilla del Santísimo separada en un lugar contiguo. Fue una novedad en la Iglesia mexicana.

-A partir de esta obra, Dios lo llamó a realizar otros proyectos arquitectónicos. ¿Cuáles considera usted que son los principales?

Fueron muchísimos en muchos años de trabajo. Nosotros, como comunidad de fundación reciente, dependíamos del abad primado, en San Anselmo, Roma, y localmente dependíamos del obispo de Cuernavaca, don Sergio Méndez Arceo. Entonces, conociendo el proyecto, se interesa en hacer algo en la Catedral. Me pide mi opinión y le digo: “Don Sergio, hay que hacer una renovación litúrgica en la Catedral”. Era 1957, años antes del Concilio y de los documentos conciliares. Entonces le hice la propuesta y se entusiasmó. Así que la capilla de nuestro monasterio y la obra de re-adaptación litúrgica de la Catedral de Cuernavaca son de las obras que más estimo porque fueron las primeras.

A finales del 67 o a principios del 68 inicié, y se terminó en 1970, una iglesia muy interesante en Acapulco, a la que se le denominó Capilla Ecuménica de la Paz, en un sitio muy especial en aquel puerto. Es de las tres obras que más estimo.

La Basílica de Guadalupe

-¿En la Basílica de Guadalupe usted también intervino?

Con el tiempo fueron surgiendo muchas, muchas obras. Y además yo me cambié del monasterio de Cuernavaca, donde estuve por 12 años, a otra comunidad benedictina en Ciudad de México, de fundación estadounidense, muy diferente a la de Cuernavaca.

Esto es porque estamos a 1.500 años después de san Benito, y la orden benedictina actual son varias congregaciones con muy distintas modalidades.

En esta comunidad a la que pertenezco ahora, Abadía del Tepeyac, tenemos algo de pastoral externa. Somos de ese tipo de clérigos regulares; tenemos un colegio y una parroquia. Y desde que ingresé con ellos, en 1968, me han permitido asumir trabajos de fuera. Yo lo estimo como mi pastoral de Iglesia, mi servicio como apostolado, realizando arte religioso y arquitectura litúrgica.

Desde esas fechas estoy en Ciudad de México con esta comunidad que tiene un colegio, el Colegio Tepeyac, no lejos de la Basílica de Guadalupe, en la colonia Lindavista.

Y, estando cerca de la Basílica, monseñor Schulenburg, el abad de la Basílica, que conocía mis trabajos, lo que había hecho yo en Cuernavaca, me invitó a trabajar en el Conjunto Guadalupano.

"Soy el anciano de la Basílica"

Desde el año 68 estoy trabajando en la Basílica. Soy el anciano de la Basílica, el veterano, porque sigo con alguna encomienda ahí, y hasta me han nombrado canónigo honorario del Cabildo Guadalupano. Entonces desde esas fechas tengo esa colaboración externa en el Conjunto Guadalupano.

Estuve proponiendo algo para la iglesia del Pocito, que estaba muy dañada, inclinada, y la pudieron enderezar; y también algo para su renovación litúrgica en el interior.

En el 70 propuse hacer una Basílica provisoria para los festejos de los 75 años de la coronación de la Virgen de Guadalupe. Hicimos un manteado, una velaria grande en el atrio para estos festejos, que podía cubrir a unas diez mil personas.

Fue muy interesante porque sirvió de detonante para ver la exigencia de una nueva Basílica. A partir de ahí monseñor Schulenburg me dijo: “Sí, hay que hacer una nueva”; y nos invitó a Pedro Ramírez Vázquez, a José Luis Benlliure y a mí para esta tarea.

Lograr que el peregrino se acercara a la tilma de la Virgen

-¿Cuál fue su aporte en esa nueva Basílica de Guadalupe?

Como parte del equipo, en el concepto de asamblea. Ya teníamos algunos de los documentos del Vaticano, y ya había experiencia porque estábamos en los años 70.

Más o menos en el año 73 empezamos los trabajos de diseño, con una asamblea tipo anfiteatro, como abanico, y con soluciones a niveles: la nave con una buena visión óptica; el presbiterio; el paso del peregrino bajo el presbiterio, para que el visitante se acercara a ver la tilma de la imagen guadalupana; capillas altas en otro nivel, y capilla abierta hacia el atrio.

Propiciar la participación de la asamblea

Es una concepción de distintos niveles, y con trazo circular, propiciando la participación de la asamblea en la liturgia.

Ésa fue mi aportación como arquitecto, y después hice el diseño especial de tantos elementos, hasta llegar a la inauguración en 1976, y en los años posteriores fuimos terminándola, en el Conjunto Guadalupano: en la antigua Basílica, en el presbiterio con intervención en el retablo; en la de Capuchinas; en la del Cerrito; en la Parroquia de Indios; en el Bautisterio; el Carillón, el Viacrucis… ¡tantas y tantas cosas de arquitectura o de iconografía, de pintura, de esculturas, de mosaico!

-¿Cómo fue su relación con el arquitecto Pedro Ramírez? ¿Cómo se ponían de acuerdo: “A ti te toca esto, a ti te corresponde aquello”, o era un trabajo en común?

Era un trabajo de equipo. Y muy especial era don Pedro; buen promotor y dinámico, con tantas obras en México y en medio mundo. Pero, curioso, mi primer trabajo con él fue como artesano en esos talleres de Cuernavaca. Él me conocía desde la Escuela de Arquitectura.

Para las Olimpiadas de México'68

-¿Eran compañeros?

No, no; él era maestro. Lo invitábamos como conferencista en nuestra escuela, y estuvo como sinodal cuando yo me recibí, en mi examen profesional. O sea que él sabía de mí.  Y estando yo en el monasterio, con los talleres, que llegaron a ser muy conocidos aquí en México, me buscó don Pedro cuando él estaba encargado del Comité para las Olimpiadas de México' 68.

Entonces en el 67 me busca y me dice: “Fray Gabriel, necesito sus talleres; en platería hágame diseños, souvenirs para el Comité Olímpico”. Así que en el 67 y el 68 mi primer trabajo con don Pedro fue de artesano en el monasterio. Así que hicimos recuerdos: llaveros, medallería; pero no las medallas que ganaban los atletas, porque esas son oficiales.

Así que ya tenía trato con don Pedro, pero a ese nivel. Después resulta esta convocatoria del abad de la Basílica, monseñor Schulenburg, que nos une como arquitectos. Y entonces trabajamos primero en lo arquitectónico, y después se hizo el diseño de varias cosas; por ejemplo, el retablo de la Virgen, el marco, el presbiterio, la capilla del Santísimo, la capilla de San José, la capilla abierta… ¡tantas cosas me han tocado, en años posteriores!

Funcionalidad

-¿Qué significan las cosas que cuelgan dentro de la Basílica?

Son funcionales, no es que tengan un significado. Primero que nada son lámparas para iluminación hacia abajo, hacia el presbiterio; pero también iluminación hacia la nave e iluminación hacia arriba. Y tienen una función secundaria como elementos de reflexión acústica, reflexión de sonido.

Una asesora acústica indicó que, siendo un edificio circular y con una cubierta de forma especial colgante, requería un tratamiento acústico; así que los colgantes también hacen función como pantalla de reflexión del sonido.

Una luminosidad especial

-Vemos que también hay muchos vitrales. ¿En muchas de sus obras interviene usted con estos elementos?

Para que hubiera iluminación sí intervine en ese sentido; pero el diseño de esos vitrales es de José Luis Benlliure, con propuesta de don Pedro para que fueran hechos con cristal de Monterrey, y no de vidrio, y eso le dio una luminosidad especial. 

¿Simbolismo del techo?

-Hay un mito o leyenda de que el techo de la Basílica en realidad simboliza el manto de la Virgen de Guadalupe. ¿Qué puede decirnos al respecto?

Como simbolismo se le puede poner lo que sea; pero la forma es más bien funcional. Como es circular con un poste, por eso da esa forma en su cubierta. Que si es una tienda en el desierto o si es el manto de la Virgen, se vale el simbolismo que le encuentren. Pero el origen de la forma es la función de estructura.

-¿Qué significó para usted estar tan cerca de la Virgen de Guadalupe?

Fue una oportunidad casi única poder colaborar en este proyecto tan importante para la Iglesia en México y para algo tan único como es la tilma de Juan Diego con la imagen de la Virgen de Guadalupe, tan querida con toda razón, patrona de América Latina. Así que ha sido una gratitud enorme, un privilegio estar colaborando.

Lo singular de Guadalupe

-¿Usted puede encontrar elementos bellos, hermosos de arquitectura en la tilma de Juan Diego, en este gran milagro?

Simbolismo se le puede encontrar en tantas cosas. De suyo es mucho, muy hermosa; pero es más importante el mensaje que nos deja en el Nican Mopohua, el relato de las apariciones; todo el contenido que tiene ese texto es prodigioso: de teología, de mariología, de catequesis; de Biblia, de Nuevo Testamento; del lenguaje que usa María y del mensaje que da: que no pide sino que viene a ofrecer, viene a dar, y que viene a dar a conocer a su Hijo, su amor.

Comparada con otras apariciones de la Virgen: Fátima, Lourdes, etcétera, donde hace peticiones, en Guadalupe no pide nada; ¡al contrario, viene a dar, viene a ofrecer, viene a mostrar a su Hijo!

-¿Cómo ha cambiado el mundo desde que usted se recibe de arquitecto e ingresa con los benedictinos? Hoy México es otro, inmerso en un derramamiento de sangre por causa del crimen organizado. ¿Cómo ha vivido esto, como testigo de estos cambios en todos estos años?

Testigo y lamentando la situación, pero realmente como espectador; no es que yo intervenga en algo, pero, con actitud de Iglesia, con comprensión y lamentando estos hechos como tantos otros eventos de nuestra historia. Pero debemos verlo como historia de la salvación, mirando a dónde nos lleva todo esto.

-¿México era antes más hermoso que ahora?

Probablemente en algunas cosas. De todo hay progreso y retroceso.

Futuros trabajos

-¿Cuál es el proyecto más reciente en el que ha intervenido o en el que esté pensando intervenir?

En muchísimos, después de más de 70 años de estar trabajando. Incluso en estos años de pandemia he tenido solicitudes nuevas, ya sea de trabajos nuevos, que me parecen siempre los más interesantes, o de acondicionamiento de espacios ya construidos. 

Prácticamente en todas las iglesias hubo la necesidad de reorganizar los presbiterios, y en el retablo cambiar la presentación interior de la asamblea litúrgica, y proponer nuevos esquemas de conjuntos pastorales con la doctrina y la teología de los documentos del Vaticano II, sobre todo el de liturgia, el Sacrosanctum Concilium, valorando la liturgia con toda la importancia que tiene, central en toda la pastoral, y como cumbre y como fuente de toda la actividad de la Iglesia.

Entonces sugerían nuevos conceptos de parroquias, de conjuntos pastorales.

Me ha tocado intervenir y proponer nuevos esquemas.

Tres valores muy evangélicos

-Cada arquitecto tiene un estilo. ¿Nos puede decir tres elementos que sean distintivos de su estilo arquitectónico, que podamos decir: “Esto es de fray Gabriel”?

Que sea funcional, es decir, que sirva para lo que es. Sistema constructivo actual, contemporáneo; sencillo, económico, austero. Estos tres valores son muy de acuerdo con el Evangelio: sencillez, economía, austeridad en los materiales. No un aspecto decorativo, formalista.

-¿Tiene colores que usted prefiere en sus proyectos?

Prefiero aprovechar los colores de los materiales.

-¿Y cuál es su material preferido?

Todos tienen su función. ¿Muy actuales?, las estructuras de acero, el concreto armado. Uso cristales para los ventanales. Uso sistemas constructivos contemporáneos, pero buscando esa sencillez, y hasta austeridad pensando en el Evangelio; no algo decorativo, no pensar en estilos, no pensar en que va a ser neogótico, o renacentista, o colonial, o barroco. ¡No! Contemporáneo, sencillo y con un sistema constructivo adecuado.

Oración antes de cada proyecto

-¿Qué relación tiene cada uno de sus proyectos con la oración? ¿Antes de iniciar un proyecto usted hace un proceso de oración para recibir inspiración de Dios?

Tenemos el contexto de vida monástica, que se basa en oración, estudio y trabajo.

Qué supuso el Premio Nacional

-¿Qué significó para usted que el presidente de México, López Obrador, le diera un reconocimiento a nivel nacional?

Bueno, no me eligió el presidente; él es el instrumento que lo dona, pero es postulado por las academias, los colegios y la sociedad de arquitectos, universidades… O sea que el instrumento que físicamente lo da es el presidente, porque es un premio nacional; pero hay que ver el contexto de todo un trabajo previo con las postulaciones.

Seguro que hubo varios candidatos, y estimo mucho que las votaciones en el jurado me escogieran. Y lo recibo como un estímulo de los profesionales de la arquitectura, que valoran lo que he propuesto. Y claro que me tocó estar con el presidente, recibiendo de sus manos la medalla y el diploma.

Una petición al presidente de México

-¿Y le dijo algo a usted, o usted a él? ¿Qué le dijo el presidente?

Sí, hubo una ponencia breve. Pero también hubo una propuesta mía. Fueron palabras muy generales porque él no puede conocer típicamente a cada persona y cada trabajo, en mi caso todo de lo que he hecho. Y lo que yo le dije fue: “No descuide los presupuestos para todo el patrimonio de iglesias que hay en México”. 

-¿En ese momento qué sintió, qué pasó por su mente? ¿Recordó a sus padres y a toda su familia?

Claro, claro; todo el contexto de vida que es uno. Sobre todo la formación como arquitecto, porque era lo que estaban premiando.

Desde luego pensé en mi familia, pero también en la Escuela de Arquitectura, en los maestros que tuve y los compañeros; y en mi situación real de religioso benedictino y sacerdote, ocupado en arquitectura religiosa católica; y en que era bueno que se hablara del arte sacro, de la liturgia y de los benedictinos.

-¿Hay algún proyecto que a usted le gustaría diseñar, algo que tenga ahí guardado?

No, no. Más bien lo que va llegando. Los proyectos pequeños y los más importantes. Van llegando desde capillas de religiosos, oratorios mínimos, hasta, por ejemplo, una Cruz simbólica que quiere hacer un patronato de Monterrey, ¡y quiere que sea la Cruz mayor del mundo! Hay trabajo de todo tipo que me van encomendando.

Proyecto: la mayor Cruz del mundo

-¿Cuánto va a medir esa Cruz?

Va a medir 160 metros de altura. Actualmente la mayor es la del Valle de los Caídos.

-¿En cuánto tiempo cree que se vaya a construir? 

Va para largo, pero el tema está vivo.

-¿De qué material va a ser?

Según mi propuesta y mi diseño, la estructura es metálica, mientras que la “piel” o el exterior sería de acero inoxidable en acabado mate. Pero como en Monterrey está una fábrica de cementos, están interesados en que sea de cemento. Así que están analizando la posibilidad estructural, que no es fácil.

-¿Qué relación tiene esa Cruz en el contexto nacional o mundial? ¿Una Cruz triunfante, un mensaje de paz? ¿Qué significado va a tener?

La hemos llamado Memorial de la Misericordia. Cruz de Monterrey, Memorial de la Misericordia de Dios.

-¿Cuántos años podría tardar en construirse esta obra?

Mucho, dependerá de la aportación económica que consiga el patronato.

-¿Habrá una capilla?

Sí; una capilla, museo, oficinas y, sobre todo, un centro de pastoral para promoción de jóvenes, con talleres, escuelas, auditorio y gimnasio, como parte de la Cruz de la Misericordia. Así han querido en el programa, incluir la Cruz junto con servicios dirigidos especialmente a la juventud.

-¿Usted ha tenido algún proyecto fuera de México?

Sí ha habido. Asesorías varias con los benedictinos, muy interesantes.

Capilla de Guadalupe en el Vaticano

Una capilla a la Virgen de Guadalupe en las criptas del Vaticano, en la Basílica de San Pedro; todavía en la época en que estábamos trabajando con monseñor Schulenburg y don Pedro Ramírez en la Basílica de Guadalupe, en México.

Fue entonces cuando se le propuso a Juan Pablo II una idea que ya era antigua, la de lograr una capilla a la Virgen de Guadalupe, así como ya había otras en la cripta debajo de la nave de la Basílica de San Pedro.

Y, habiendo aceptado Juan Pablo II, me tocó hacer ese diseño en equipo con don Pedro Ramírez Vázquez.

Y se construyó completa una abadía benedictina en California, en Oceanside. Y de asesorías ha habido varias: en Canadá, Puerto Rico, Colombia, Guatemala.

-¿Qué significó para usted que su obra esté en el Vaticano, y se una a la de tantos escultores y arquitectos muy famosos? Es decir, usted ya es parte de lo que es el Vaticano, estructuralmente hablando.

Siento una enorme gratitud de que me hayan tocado esas oportunidades de colaborar. Para mí es muy significativo. Y pude estar en la inauguración; la inauguró el Papa Juan Pablo II.

San Juan Pablo II y el papa Francisco

-¿Tuvo alguna vez comunicación con él?

Bueno, sí me presenté, y me tocó estar con él en otra ocasión en Roma, durante una vista en San Pablo Extramuros. Y también aquí, cuando estuvo en alguna de sus visitas a México, me tocó saludarlo. También cuando vino Francisco a la Basílica me tocó, estando en el Cabildo con los canónigos, que recibiéramos un saludo especial.

-¿Ha tenido usted una vida dichosa y muy bendecida?

Bendito sea Dios que he tenido muy distintas oportunidades, como estos reconocimientos y oportunidades de trabajo importantes, como es colaborar en la renovación litúrgica de varias catedrales: la Catedral de Cuernavaca, la Catedral de Tula, la de Tlaxcala…

-Pues que Dios le permita vivir muchos años más para que siga aportando a la arquitectura… ¿podemos decir arquitectura católica?

Arquitectura litúrgica. Es católica, claro; pero en el rubro de la arquitectura católica también podríamos abarcar universidades, hospitales, colegios, etcétera.

Lo que yo hago es arquitectura celebrativa litúrgica y arte sacro, porque la arquitectura integra artes y artesanías. Sobre todo la arquitectura religiosa integra toda la iconografía: pintura, escultura, relieves, mosaicos, vitrales, vestuarios, orfebrería, candeleros, muebles, equipamiento…

Y yo me he metido en el diseño de todo esto: diseño litúrgico, ajuar litúrgico, arquitectura religiosa y católica de iglesias. 

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