A los 27 años la descubrieron cantando en misa, como cualquier feligrés, y de ahí empezó un camino de formación para convertirse en cantante de ópera. Su formación y talento la han llevado por todo el mundo a cantar ópera en los más grandes e importantes escenarios.
En el Vaticano, Dios le concedió cantar ante san Juan Pablo II, Benedicto XVI y ante el papa Francisco.
Martha Juliana Ayech Rodríguez, cantante de ópera, soprano lírico spinto, más propiamente dicho. Vive ahora en Querétaro (México) donde nació. Pero vivió 20 años en Italia, cumpliendo sus sueños y contratos.
Fue catalogada en Italia como una voz verdiana, su repertorio es principalmente de los autores Verdi y Puccini.
Jamás imaginó ser cantante de ópera
Por otro lado, tiene un gran amor por la Madre Santísima Virgen de Guadalupe, y su carrera ha sido providencial, porque jamás imaginó ser cantante de ópera.
Martha Juliana decidió que su vida profesional sería con su hijos, viajando con ellos. Sin sus hijos no aceptaba el llamado a la vida en Italia, a pesar de poder dejarlos con familiares. Esto le reportó consecuencias y bendiciones que Aleteia descubre para los lectores en esta historia.
El inicio del camino
-¿Quién te descubrió?
Estaba en misa cantando, como cualquier feligrés, y me escuchó el maestro Arnulfo Benítez, que estaba tocando en la misa, y al final me dijo: "Oigo que tienes buena voz, ¿no quieres cantar en mi coro?". Entonces me invitó y me hizo una prueba de canto en la escuela de Bellas Artes. Me dijo que tenía una buena voz, una voz importante, y que me invitaba a ser parte de su coro. Y ahí empezó todo.
El camino a la ciudad eterna…
¿Cómo es que va a Italia por primera vez?
Me enteré por un tío que hay un concurso de ópera en Italia e hice una solicitud para ir. Recuerdo que me decían: "¿Pero cómo vas a ir a concursar a Italia, si ahí están los mejores cantantes del mundo?".
Y yo decía: "¿Qué es lo peor que puede pasar? Que no gane. Pero lo voy a intentar porque voy a ganar experiencia y conocer el ambiente de lo que es la ópera y, sobre todo, estaré en la cuna del canto". Así que fui al concurso Vincenzo Bellini y quedé en quinto lugar.
¿Habla diferentes idiomas?
Sólo el italiano lo hablo perfectamente, por eso mi repertorio es principalmente en italiano. Ese fue el que me orientó a aprender, porque yo llegué a la Academia de Santa Cecilia, en Roma, a estudiar con la gran soprano Renata Escoto. Ella, al escuchar mi voz, me dijo: "Ésta es una voz verdiana". Entonces me encaminaron hacia ese repertorio.
¿En qué momento regresa a Roma?
Después del concurso me llegó una invitación para hacer un curso de alto perfeccionamiento de técnica de canto e interpretación. Y después me llevaron al Verdi Ópera Estudio, donde hice mi debut con la ópera Il Trovatore, bajo la dirección de Renata Escoto.
Sin mis hijos nada…
¿Es mamá?
Sí, tengo dos hijos. Me casé en 1986, a los 19 años, y años después me separé. Me casé con un ecuatoriano y, cuando regresé de Ecuador, me traje a mis dos hijos a México. Seguí con mi carrera de contador público y a los 27 años me descubren.
¿Sus hijos viajaban con usted?
Sí, claro. En 1999 me fui a vivir a Italia. Yo decía: "Si no consigo el apoyo económico para vivir allá con mis hijos, no me voy". Recuerdo que mi mamá me dijo: "Déjalos y tú vete". Pero yo dije: "No, sin mis niños no me voy a ningún lado".
Por la edad, no empecé como otros cantantes de ópera, que inician desde niños y que van creciendo con educación musical. Cuando empecé tenía 27 años, y ya no podía pensar en perder tiempo y sí en aprovechar cada instante y hacer todo por desarrollar el talento con el que Dios me había bendecido. Hice todo por desarrollar mi talento.
Antes de irme a Roma trabajaba como contador público en la Escuela de Bellas Artes para sostenerme. Estudiaba las partituras y cuidaba a mis hijos. Fue un gran esfuerzo porque me dormía estudiando las partituras o haciendo las contabilidades, y mis hijos eran pequeños.
"Mis hijos son mi tesoro, son mi vida"
¿Les cantaba a sus hijos cuando eran bebés?
Claro, por supuesto. Mis hijos son mi tesoro, son mi vida. Siempre he dicho que primero soy mamá antes que cantante de ópera.
"Mi madre y mis hijos me acompañaron en esta aventura"
Porque era ir a Italia sola y no sabes a qué cosas te puedes enfrentar. Además, mi mamá se fue conmigo, y eso era aliento y fuerza.
Los hijos te dan la fuerza, el ánimo, el aliento de decir "voy a hacer todo, los voy a sacar adelante". Esas son las cosas que nos mueven en la vida, el tener algo por qué luchar. En primera, mis hijos, y después el compromiso que tenía con los empresarios.
No hubiera podido irse sin sus hijos.
Yo no me hubiera ido, no los hubiera dejado ni de chiste. Aquí hay otro detalle que es importante, con todo respeto a mis colegas cantantes de ópera, hombres: de repente tienen a la mamá, a la esposa, y se van de gira y dicen: "Se quedaron mis hijos, están con su mamá". Y acá no, acá nada más era yo. Yo decía: "Si su papá no está, ¿cómo voy a dejarlos?, ¡imposible! No puedo fallar a mis hijos". Era algo impensable.
También creo que Dios nuestro Señor está detrás de todo. No hay esfuerzo en la vida que se quede sin recompensa, eso lo tengo muy claro. Les digo a todos los alumnos, cuando me preguntan de un concierto: "Esfuérzate, haz todo lo que esté en tus manos, porque son la perseverancia y la voluntad las cosas que mueven tu vida; perseverar, no desanimarte, porque no siempre te van a abrir las puertas".
Signos providenciales
¿Qué veían los empresarios en usted cuando decidieron apoyarle?
Una gran amiga, Lupita Ruiz, en ese tiempo fue mi apoyo y ahorita tengo su amistad. Recibí el apoyo de los empresarios gracias a ella, y fue clave porque habló con otros amigos empresarios, y de esa manera fue como obtuve el apoyo de todos ellos.
¿Qué marcó su carrera?
Uno de los detalles bellísimos en mi vida y que marcó mi carrera fue ser la voz del Jubileo de México, cantar para el papa san Juan Pablo II.
Yo sentía un gran deseo de ir a concursar en el 98. Efectivamente fui, gané y me llegó la invitación de la academia en el 99. Me apoyaron Lupita Ruiz y todos los empresarios, y me fui a estudiar a Italia ese mismo año.
Cantando ante la Virgen de Guadalupe
Entonces, estando en esto, me invitaron a cantar a la iglesia de San Agustín, en Ciudad de México. Yo ya sabía que me iba a Italia, y le pregunté a la persona que estaba cerca de mí que si no conocía a alguien de la Basílica de Guadalupe, porque yo quería cantarle a la Virgen antes de irme a Italia, y esta persona me dijo que no, que no conocía a nadie.
Y al otro día, por situaciones de amistad, yo iba a ir a cantar la Misa en la Catedral, igualmente en Ciudad de México. Al llegar, un domingo, les dije quién soy y recuerdo que había un coro de niños y canté el Ave María. Al final me dijo el maestro del coro: “Te puedo pedir un favor, ¿no puedes ir a cantar a la Basílica alguna vez?.
Me quedé sorprendida y le dije: “No me lo va a creer usted, pero yo ayer le pregunté a una persona si conocía a alguien en la Basílica para poder cantarle a la Virgen”.
Y resulta que él era el director del coro de la Basílica y que los niños eran del coro de la Basílica. Me dijo que el día que yo quisiera él me esperaba.
Me fui a la Basílica un domingo, con mis hijos, y canté la Misa de 12, de 1 y de 2, hasta que me dijeron: “Ya no va a haber más misas”.
"Madre mía, contigo al fin del mundo"
¿Qué sentías?
Estaba muy emocionada y, aparte, también con mucho consuelo, con la certeza de que vas por la vida y dices: “Mi Papá Dios está siempre atrás, y la Santísima Virgen también, entonces, ¿qué te puede pasar?”. Atrás tengo a dos seres que me apoyan, y siento su bendición y su fuerza.
Ya después de cantar en la Basílica yo decía: “Madre mía, contigo al fin del mundo”.
Sorpresas de Dios
¿Cuál fue tu primera sorpresa al llegar a Italia?
A la semana de haber llegado me invitan a ser la voz del Jubileo de México y cantar para el Papa san Juan Pablo II en todo lo que fue el Jubileo, empezando por Tierra Santa y culminando en la Plaza de San Pedro, delante de Su Santidad. Si no ves la mano de Dios nuestro Señor, de verdad no puedo explicar mi carrera de otra manera.
He cantado en muchos teatros en Italia y en el mundo, pero si me preguntas por algo que fue muy grande para mí, te puedo decir que fue cantar el programa de las Aves Marías en la iglesia de la Anunciación, en donde nuestra fe nos dice que ahí fue donde por primera vez dijo el arcángel: “Dios te Salve María”.
Sin duda, cantar en el Vaticano o en los grandes teatros es magnífico, pero cantar ahí fue algo que llenó mi alma. Por eso, creo que en mi carrera todo ha sido providencial.
¿Los empresarios estaban orgullosos?
Claro. Ellos me apoyaron, pero la que digamos que siempre estuvo cerca fue Lupita, y lo está hasta la fecha. Yo quería poner en alto el nombre de México y el nombre de mi ciudad, porque uno ama su tierra.
¿El Papa Juan Pablo II le bendijo?
Sí, claro. Y recuerdo que, cuando me presentaron como la soprano, él me dijo: "¿Me vas a cantar el Cielito Lindo?". Y no lo canté, pues todo el programa era de música sacra.
¿Él tenía todavía mucha lucidez?
Sí. Yo canté delante de él la Salutación del padre Cirilo Conejo, porque fue la canonización de 27 santos mexicanos, por eso estaba tan involucrado el cardenal Juan Sandoval Íñiguez.
De alguna manera mi carrera se fue desarrollando en el círculo religioso, porque eso era lo que yo conocía. Pero lo providencial y lo maravilloso fue haber sido la voz del Jubileo y haber cantado para el papa Juan Pablo II. Eso ha marcado mi carrera. Claro, yo siempre respondí a los empresarios y gané concursos internacionales.
¿Qué pasó con Benedicto y Francisco?
Luego canté para el papa Benedicto. Para el papa Juan Pablo II fue en la Plaza de San Pedro en el Jubileo y la canonización, y luego para el papa Benedicto fue en la Sala Nervi, que está en el Vaticano, en audiencia; y luego para el Papa Francisco fue en la canonización de la madre Lupita García.
Entonces, precisamente a raíz del Jubileo, la relación con el Vaticano fue muy cercana por todas las personas que yo conocí y que posteriormente seguí tratando. Los tres Papas me han bendecido y he podido conversar un poco con ellos.
En la ópera también hay tentaciones
¿Cómo es el ambiente dentro de la ópera?
Pues, como en todos los ambientes, sí hay situaciones feas. Recuerdo que un director de orquesta me invitó a cenar y yo le dije que sí. Llegué con mi mamá a la cena y con eso dejé todo en claro para que me respetaran, y todo por mis hijos, pues debemos pregonar con el ejemplo; mi ejemplo ha sido más que mis palabras, porque en la vida no sabes quién te está observando.
Uno debe caminar sin desviarse y, además, siempre estaba tomada de la mano de Dios, procurando los sacramentos porque ahí está tu fortaleza y tu protección.
Claro que te pueden tentar, pero no lo debes permitir. Aléjate de todo lo que pueda desviar tu mente y tu corazón de las cosas buenas. Dios me ha bendecido con dos hijos maravillosos que son mi vida y mi amor.