Al comienzo de la Creación, Dios creó en un instante una miríada de magníficos ángeles. Al crearlos, Dios les dio la gracia de la felicidad suprema, la inteligencia inconmensurable, una voluntad sin debilidad, un conocimiento perfecto. Pero también les dio libertad, para que libremente pudieran elegir servirlo y amarlo.
1. La visión beatífica
El mayor don de los ángeles es vivir cara a cara con el Eterno. Antes de la resurrección de Cristo, los ángeles eran los únicos habitantes del cielo, alabando constantemente al Señor ante su Trono glorioso. Estos espíritus puros, mientras ayudan a los hombres en la tierra, iluminándolos y guiando sus pasos, nunca dejan de contemplar a Dios. Ciertos pasajes bíblicos dan testimonio de esto, en particular cuando el arcángel Gabriel visita a Zacarías y le dice "Yo soy Gabriel y estoy en la presencia de Dios" ( Lc 1,19 ) o cuando Jesús dice "Guardaos de despreciar a uno solo de estos pequeños", porque os digo que sus ángeles en el cielo ven siempre el rostro de mi Padre" ( Mt 18,10 ).
2. Inteligencia
La inteligencia humana es a menudo incierta, mientras que la inteligencia angélica se distingue por su rapidez, su prontitud y la seguridad de sus concepciones. Los ángeles están dotados de una inteligencia viva e intuitiva. Además, Dios no privó a los ángeles rebeldes de la inteligencia natural que Él les había dado cuando los había creado. Sin embargo, por su negativa, estos ángeles se apartaron de la inteligencia divina. Por su rechazo a Dios, han distorsionado irreparablemente el don divino. Así, "el más pequeño de los ángeles fieles, iluminado por la inteligencia divina, supera en sabiduría al Príncipe del Inframundo, reducido a sus propias luces", explica Anne Bernet en su libro Enquête sur les anges (Artège).
3. Conocimiento
Desde el momento de su creación, Dios dio a conocer a los ángeles la realidad de todo lo que Él creó. Los ángeles aprenden sin esfuerzo. A diferencia del hombre que se cansa y exige descanso, el ángel es infatigable precisamente porque está libre del peso de la materia. Anne Bernet explica: "La memoria humana es caprichosa, la del ángel es incapaz del más mínimo olvido. Lo que sabe, lo sabe definitiva y perfectamente".
4. La voluntad
La voluntad humana es vacilante, mientras que la voluntad angélica se distingue por la tenacidad de sus resoluciones. La nuestra está sujeta a deseos, pasiones y concupiscencias, mientras que la de los ángeles está exenta de ellas y no conoce fluctuaciones. La voluntad del ángel es tan absoluta que sus decisiones son irrevocables. Como lo confirmó el Cuarto Concilio de Letrán (1215), todas las criaturas eran originalmente buenas, incluso el diablo y los demonios que "fueron creados por Dios naturalmente buenos". Es precisamente por su propia voluntad que han perdido su bondad primitiva y es por sí mismos que se han vuelto irrevocablemente malos.
5. Libertad
Dios creó ángeles libres para servirlo y amarlo. Formó sus mentes y su voluntad para elegirlo libremente, pero no los privó por completo de la posibilidad de rechazarlo. Entonces, debido a su naturaleza angelical, su posibilidad de pecado era pequeña e improbable, pero la había. Anne Bernet explica que "para defenderlos, les había dado su gracia y su santidad, haciéndoles casi imposible esta desgracia. Cualquier falta angélica, por tanto, sólo podía ser fruto de un acto de voluntad monstruosamente vicioso y totalmente pensado, sopesado y premeditado".
Originalmente y en un instante, dice san Agustín, "fue creada la naturaleza angélica y la gracia se derramó en los espíritus angélicos". Los ángeles fueron creados para la dicha sobrenatural. Desde el primer momento de su existencia, fueron puestos en condiciones para alcanzar esta felicidad suprema, es decir, la eterna visión beatífica de Dios, de la que también nosotros estamos llamados a participar al final de los tiempos.
Por Aline Iaschine