"Un cristiano fiel, iluminado por los rayos de la gracia al igual que un cristal,
deberá iluminar a los demás con sus palabras y acciones, con la luz del buen ejemplo"
Quizás has notado que llevo algunos días ausente, sin escribir. Entre otras cosas tenía muchos motivos para reflexionar sobre mi vida, lo que hago y haré en este nuevo año, una oportunidad que Dios nos da, un milagro. Pero sobre todo en lo que nos conviene como católicos. ¿Lo has hecho?
El silencio siempre es lo mejor que puedes hacer, para escuchar atento a Dios. Silencio, recogimiento y oración. Necesitaba ese silencio, ante tanto ruido en el mundo.
Pensé tantas cosas, oré, leí libros de espiritualidad, la Biblia, y me dije: "Está bien Claudio, ahora escribe…".
Y aquí estoy nuevamente, contigo, amable lector, agradecido por tus oraciones y compañía.
Al terminar mi pequeño retiro espiritual, tuve varios caminos frente a mí pero todos con el mismo cartel: "Ora más, Claudio".
Mi conclusión siempre ha sido la misma, debemos orar para tener cercanía de Dios, abandonarnos en sus manos amorosas y paternales y sobre todo… creer en su Palabra como nos aseguran las Sagradas Escrituras que…
"…es viva la Palabra de Dios y eficaz, y más cortante que espada alguna de dos filos. Penetra hasta las fronteras entre el alma y el espíritu, hasta las junturas y médulas; y escruta los sentimientos y pensamientos del corazón. No hay para ella criatura invisible: todo está desnudo y patente a los ojos de Aquél a quien hemos de dar cuenta".
Hablamos de las promesas de Dios, y pedimos que se cumplan. Recuerdo años atrás que escuchaba en algunas emisoras de radio católicas una canción muy bonita de un cantautor argentino, Daniel Poli. ¿La llegaste a a escuchar alguna vez?
Se titulaba: "Yo creo en las promesas de Dios…". El coro decía:
Si soy fiel en lo poco
Él me confiará más
Si soy fiel en lo poco
Mis pasos guiará.
Allí está… nuevamente me encuentro cantando: "Yo creo en las promesas de Dios…".
Las promesas
Partamos del principio. ¿Qué sé de las promesas de Dios? La Biblia literalmente está llena de promesas suyas, de todo tipo. Es impresionante. Son ofrecimientos generosos de prosperidad, su protección, una larga vida, gracias y bendiciones que Dios da voluntariamente a sus hijos por amor.
Una rápida búsqueda por internet da cuenta que hay más de 3.500 promesas disponibles para cada uno de nosotros. Y TODAS SE CUMPLEN.
Una de las más comentadas se encuentra en 1 Juan 1,9 y es también una de las más reconfortantes:
"Si reconocemos nuestros pecados, fiel y justo es él para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda injusticia".
Otra que me encanta está en Mateo 7:
"Pidan y se les dará; busquen y hallarán; llamen y se les abrirá la puerta. Porque el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y se abrirá la puerta al que llama".
Aquí te dejo dos más de las miles de promesas que podrás encontrar si abres tu Biblia y la lees:
"Respeta a tu padre y a tu madre, para que se prolongue tu vida sobre la tierra que Yahvé, tu Dios, te da"
"Dichoso el que se preocupa del débil y del pobre, en el día de la desgracia el Señor lo salvará" (Salmo 41).
La verdad es que me emociono cuando hablo y escribo sobre este tema.
Tenemos un Dios al que me gusta llamar "Dios de las oportunidades, la misericordia y el amor". Esto es porque siempre nos está brindando nuevas oportunidades para volver a empezar.
Suelo decir, creo que te lo he comentado alguna vez, que si Dios tuviera otro nombre, lo llamaría "Ternura".
Quiero mostrarte algunas de esas maravillosas promesas. Para mí una de las más importantes se encuentra en Mateo 17.
No es poca cosa. Es una promesa a la que poca atención prestamos, porque de creer en serio en ella, nuestras vidas serían totalmente diferentes. Léela con cuidado, despacio.
"Jesús les dijo: «Porque ustedes tienen poca fe. En verdad les digo: si tuvieran fe, del tamaño de un granito de mostaza, le dirían a este cerro: Quítate de ahí y ponte más allá, y el cerro obedecería. Nada sería imposible para ustedes".
Las palabras de Jesús no dejan lugar a dudas. Tenemos ese poder. Pero necesitamos la fe, esa certeza de que de así ocurrirá.
Y lo que nos pide es tan poco, una fe del tamaño de un grano que apenas mide de 1 a 2 milímetros de diámetro. ¡Qué bondadoso es Jesús!
¿Qué te parece si esta noche elevas una plegaria?
Hagamos con fervor nuestras oraciones, por los países que está en guerra para que alcancen la paz, por lugares con gobiernos conflictivos como Nicaragua en los que los católicos son perseguidos por su fe. Pidamos por nuestras hermanas las benditas almas del purgatorio y por la salvación de los pobres pecadores.
Te repito las fuertes palabras que nuestra Madre del cielo, la santísima Virgen María dijo en Fátima:
"Rezad, rezad mucho y haced sacrificios por los pecadores
porque muchas almas van al infierno por no tener quien se sacrifique y rece por ellas".
Nunca las olvides….
¡Dios te bendiga!